Detrás de ellos, Manolito, un chiquillo, está muy atento porque se ve que hoy ha venido un viejo maestro al que todos tratan con grandísima deferencia. Es este hombre de abajo, abrigado durante el invierno sevillano:
La foto es de la misma época que la historia que nos ocupa. El maestro debe de rondar los setenta años. En invierno, hace frío en Sevilla. Cuando era joven le preguntaron una vez que cómo se entrenaba para torear durante el invierno. Con la respuesta, ya saben de quién hablamos: '¿yo? Fumando puros...'
En esta florida revolera no lo identificarán:
Pero aquí, sí, brindando un toro a Emilio Torres 'Bombita':
Estamos en la Isla Mayor, en la marisma. La placita de troncos pertenece a la Vuelta del Cojo, en La Prosperidad. Allí se tienta lo de Pérez de la Concha y hoy ha venido El Gallo. Por eso Manolito no pierde detalle.
El hierro inicial de Joaquín de la Concha y Sierra representaba la primera y la última letras de 'Concha', igual que el de Concha y Sierra representa las iniciales de su familiar Fernando, ganadería posterior de encaste vazqueño.
Divisa, celeste y rosa. Señal, horqueta en la izquierda y rabisaco y mosca en la derecha. Desde 1923 la llevaban los hijos de Joaquín Pérez de la Concha, Enrique y Joaquín:
Al año siguiente venderían a Esteban González una parte de esta ganadería que, con el tiempo, iría a parar a Celestino Cuadri para que hiciera su mezcla tan peculiar. En Pérez de la Concha salían toros de casi todos los colores: negros, jaboneros, cárdenos, castaños...
El niño Manolito, hoy Manuel Carrasco 'Bichero', recuerda lo que pasó aquel día de tentadero hace ya más de sesenta años (lo contaba aquí):
"En la Vuelta del Cojo vi la última vaca que toreó Rafael el Gallo siendo yo un chiquillo y él, viejo, viejo, viejo...Sus botas puestas, su chaqueta perfecta, su sombrero...Tenía una clase, una calidad...Se llevó la vaca a los medios andando y ahí le pegó cinco o seis derechazos y otros tantos naturales ¡Qué categoría! Y tieso como una regla"
Así es como hay que torear, tieso como una regla.
Lamentablemente vivimos unos tiempos donde nos intentan convencer de que la forma correcta de torear consiste en retorcerse de mala manera, arrastrar la muleta y echarse el toro afuera en cada pase. Gran parte de culpa la tiene 'El Juli'. Ése es su concepto del toreo que a nosotros no nos gusta pero que influye de forma notoria en todos los demás, novilleros incluidos.
Ahí lo tienen en Sevilla:
Perera parece una fotocopia en la misma plaza:
Roca, en Santander, más de lo mismo:
Manzanares compone también una figura recargada y pretendidamente barroca:
Castella, ante uno de Adolfo en Madrid, se retuerce igual:
Incluso éste de abajo ha sucumbido a la moda cuando aparece de Pascuas a Ramos:
Observen que no se retorcía tanto de joven:
¿Y Ponce? Lo mismo, cuando nunca fue un torero de retorcerse:
Lo que sí resulta amanerado en él es ese vicio de flexionar la cadera que, a nuestro modesto entender, le quita todo el empaque al pase. Observen por ambos lados ante un toro de gran colaboración:
Precisamente el torear 'tieso como una regla' es uno de los componentes básicos del empaque. Vean a este hombre en Illescas toreando tieso y con empaque ¡Nada que ver con las fotos anteriores!
Además, no se echa el toro afuera. Compárenlo con El Juli, que llega a descomponer la figura para enviar el toro lo más lejos posible:
Otro que se echa el toro afuera muchas veces pero lo aplauden a rabiar:
A continuación nos ponemos la venda antes de la herida porque sabemos que en algún blog amigo nos van a sacar esta foto de El Gallo para decir que también se echaba el toro afuera, vean:
Hombre, la verdad es que no lo vamos a tapar pero habrá que convenir en que el toro de El Gallo no embiste precisamente como la ternera de Morante...
¿Hay alguna de nuestras actuales figuras que no se retuerza desagradablemente al torear? El que menos, salvo que ustedes me rectifiquen, Talavante:
Cuando torea así, Díaz parece codillear. El codilleo era algo que hace relativamente poco se consideraba un defecto y se criticaba sobre todo en los novilleros. Hoy, con esos brazos alargándose para mandar el toro lo más lejos posible y así poder pivotar mientras el animal se da la vuelta e ir montando el ridículo tiovivo de cada tarde triunfal, el codilleo nos parece agua bendita. Vean a Julio Aparicio codilleando en 1965:
Este fabricante de empaque no se retorció jamás:
"Yo toreo con la cintura, de cadera a cadera" decía Curro.
El bueno de Frascuelo dio en Céret una lección de torear tieso que no olvidaremos. Tenía más de sesenta y cinco años, pulsen aquí para recordar esa forma de torear, hoy definitivamente perdida:
Nadie puede negar la gran influencia que tiene El Juli en la fiesta, tanto dentro como fuera del ruedo. Ese retorcimiento al torear y ese arrastrar la muleta son dos herencias que nos va a dejar cuando se retire. Mucho nos tememos que nos acompañarán durante bastantes años porque los novilleros ya vienen haciendo lo mismo y los críticos alaban incomprensiblemente esta forma de torear (bueno, al vivir de esto, es comprensible que lo alaben, claro).
Puede ser que los tiempos hayan cambiado y nosotros nos hayamos quedado anticuados. Pero mucho nos tememos que Manolo Vázquez, Rafael Ortega y, por supuesto, Curro Romero se habrán quedado tan chapados a la antigua como nosotros porque es imposible que les guste esa forma de torear.
Rafael Ortega en Sevilla (1954) |
Nos despedimos volviendo a la Vuelta del Cojo con El Gallo, a quien vemos en esta curiosa foto de turista en el Tibidabo de Barcelona:
Empezábamos nuestro relato con el maestro anciano pero tieso toreando una vaca en aquella placita de troncos. Pues resulta que fue allí mismo donde Rafael toreó por primera vez de niño. Era 1891 y él mismo nos lo cuenta:
"Pues como no había manera de que yo pensara en otra cosa que en torear, mi padre lo tuvo que tomar en serio y, para que se me quitaran las ganas, me llevó a un tentadero. Me soltaron una becerra de Pérez de la Concha para mí solito.
"Allí, con mi padre y otros señores de respeto viéndome, me hinché de torear hasta que el animalito se cansó de que le tomara el pelo y me dio un revolcón. Mi padre me levantó del suelo y me llevó al colegio. Yo tenía entonces nueve años"
Saludos cordiales desde Tarragona. Rafa.