SAN FERMÍN, 2019 (y 2). VICTORIANO DEL RÍO EN PAMPLONA: UNA TANDA DEL MAESTRO

Vemos en el resumen una tanda donde se resume la tauromaquia del maestro Juli. Tiene delante una ternera de Guadalix y se permite hacer un homenaje a Induráin porque las pulsaciones no deben de pasarle de las 38 en reposo que tenía el de Villaba. Observen su colocación en el primer pase de la tanda. No adelanta la pierna ni por bien quedar:

En el segundo canta la gallina. Fíjense en sus pies a través de las patas del toro. La presentación de la muleta es de tarjeta roja. Con el pico, sin arriesgar, dispuesto a destorear al hilo del pitón en la confianza de que si tu mujer te ve por la televisión, sus pulsaciones tampoco pasarán de 40:

En el tercer pase, más de lo mismo. Muleta enorme para que la dehesa que había conocido el toro se transforme en un gran telón rojo ya que no ve otra cosa. Sigue viviendo fuera de cacho con la pierna atrás:

Y en el cuarto de la tanda sigue cacareando la gallina de su destoreo voraz y falaz, esta vez desde otro ángulo:

Remata con dos pases por alto, que no de pecho, y reconoceremos que el segundo es muy bueno porque no nos duelen prendas en admitir que en esos pases El Juli da lecciones a más de uno y más de dos:

La cosa sigue sin adelantar la pierna ni por equivocación pero no les vamos a aburrir con cosas archisabidas. Nuestra intención es orientar a algún joven aficionado que caiga por aquí para que vea que lo que le venden como que hoy se torea mejor que nunca es pura farfolla:

Culmina con tres circulares de espaldas sin enmendarse. Circular viene de circo, ¿no? Es que parece que estemos ante un animal amaestrado que, además, se hace el autista tras cada círculo:

¡Que estoy aquí, hombre!

La estocada es marca de la casa, con el maestro aprovechándose de todas las ventajas posibles: alargando el brazo, pegando el telonazo para cegar al toro, clavando antes del embroque, brincando como un saltimbanqui, sin cruzar, saliéndose de la suerte y apuntando deliberadamente atrás, casi en el lomo, como es su preferencia para asegurar que la espada quede enterrada. Total, a nadie le importa nada que no sea ver desaparecer la espada en la carne del toro:

Asistimos luego a algunos destellos de Aguado. Fíjense en que su colocación en este primer pase no tiene nada que ver con la de Julián. Tira del toro con temple aunque no es toro sino borreguete. Nos sigue recordando al faraón camero pero su abuso del pico está siendo ya excesivo:

En el pase siguiente emula a cualquier destoreador al uso colocándose fuera de cacho y nuevamente 'picando' a base de bien. Lo disfraza con temple y naturalidad:

Su pase de pecho es un mantazo, como los de Urdiales. En ese pase hay que llevar el toro toreado durante el máximo tiempo posible y para eso se necesita mucho valor aunque no lo parezca. Neta superioridad de El Juli en este caso. Ya ven que el toro no va al hombro contrario ni por pienso, dado que el maestro se lo echa afuera sin ambages:

Sigue sin saber matar: se tira encima del toro sin criterio, tapa la cara con alevosía, pega un salto, no cruza y cierra el despropósito dejando una media de cualquier manera (pulsen aquí en el 3'27''):

Antes se le ha visto con los socorridos delantales, que algunos críticos sobrecogedores nos quieren vender como verónicas a pies juntos. Sólo los justificamos cuando el torillo viene ya con dos puyazos del campo, como pudiera ser el caso. Si el animalico está ya quebrantado de salida, es mejor dejarlo pasar sin echar la pierna adelante para dar más hondura al lance porque eso lo quebranta aún más. 

Pero es que luego Aguado le pega dos medias seguidas para destroncarlo ¿en qué quedamos? Miren el citado vídeo a partir del 2'22''. Ustedes se preguntarán entonces, ¿por qué delantales en lugar de verónicas si luego machaca al toro? Pues ni más ni menos que porque tienen menos riesgo ya que no enseñas el muslo al toro. Y Pablito ya se sabe muchos de los ratimagos del oficio, quizá demasiados. 

La cosa tiene más delito cuando estamos ante uno de los cuatro mejores veroniqueadores de la actualidad. Los otros son David de Miranda, Fortes y Morante (este último cuando quiere, no siempre).

Nosotros no tenemos remedio y, como estamos chapados a la antigua, seguimos comulgando con Domingo Ortega, ¡qué le vamos a hacer!

"A mí me parece un poco temerario afirmar que cualquiera de los muchachos de hoy torea mejor, y por lo tanto es mejor torero que Lagartijo, Frascuelo, Paquiro o Pedro Romero".

Saludos cordiales desde Tarragona. Rafa.