A partir de 1940 y hasta 1962, Belmonte viviría en el 42 de Alfonso XII, donde pueden ver actualmente esta placa:
Uno de los cuatro jugadores es su gran amigo Sebastián Miranda, a quien vemos a la izquierda de la foto, casi fuera del encuadre. El de gafas es Valle-Inclán, 'ese gran don Ramón de las barbas de chivo':
Es un domingo por la tarde del mes más torero del año. ¿Qué hace el Fenómeno jugando al póker en su casa cuando tendría que estar toreando? Efectivamente, aquella tarde de mayo figuraba anunciado en Madrid:
Pero estaba llegando una fuerte borrasca procedente de Portugal que descargó en Madrid antes del amanecer. La lluvia no cesó en todo el día e hizo que la corrida se suspendiese. Belmonte localizó a sus amigos y los citó en su casa para echar la tarde con las cartas.
A la caída del sol, Clarito está tomando un café en el Fornos, calle Virgen de los Peligros esquina Alcalá, cerca del actual metro de Sevilla, la zona de la foto:
De Fornos pasó a llamarse Gran Café y luego Fornos Palace. Era el café 'que no cerraba nunca'. Como Clarito se ha quedado sin corrida, ha ido a tomar algo primero al Colonial y después a éste. Mientras anochece, recibe un telegrama azul marcado como urgente. Su camarero de confianza se lo entrega. Con él en la mano se va a la calle Lista donde la partida de póker transcurre sin novedad.
Bueno, hay una novedad a la que nadie da importancia. Antoñito Conde interrumpe la partida para recibir un golpe con un cojín que le propina el maestro diciéndole que no venga con tonterías. El mozo de espadas se marcha y unos minutos después, Ramón Pérez de Ayala se levanta a abrir la puerta. Es Clarito. Entran los dos y Ramón dice:
- 'Lo que decía Antoñito es verdad, mirad lo que dice éste'
Antoñito había dicho: 'se ve que a Joselito lo ha cogido un toro y se está muriendo'. Tal como acabó la frase voló el cojín de Juan.
Cuando están Clarito y Ramón de pie con la noticia, es Belmonte quien se queda mirándolos de hito en hito y pregunta:
- '¿Que le ha matado el toro...?
Clarito no respondió y de ese silencio Juan dedujo la verdad. Dejó las cartas sobre el tapete, se tapó la cara con las manos y se echó a llorar.
'Fue acaso la única vez que he visto a Belmonte perder todo el dominio de sí y abandonarse sin freno a la emoción' dirá después el crítico. Hubo otra ocasión en que se derrumbó de manera parecida pero ya lo contaremos en otra entrada.
Cuando el maestro se repuso, Jalón se disculpó por haber traído la luctuosa noticia pero Juan le dijo:
- 'Ha hecho usted muy bien, no se preocupe. Ahora hay que enterarse bien. A ver, llamad a...
Pero en ese momento vuelve a entrar en la casa Antoñito sollozando y diciendo que Joselito está muerto, que lo ha confirmado, que ha sido el quinto toro, que no sabe nada más...
Quizá Juan se acordaba mientras lloraba de lo que dijo José en aquella taberna de la calle Jorge Juan. El amo, belmontista acérrimo, lo vio entrar acompañado por Clarito, que era cliente habitual. Rápidamente se volvió para descolgar una lámina enmarcada del triunfo de Belmonte la tarde del Montepío. El periodista, que iba con idea, le dijo '¿dónde has puesto el cuadro aquél que tenías aquí con aquella gran faena?'
El tabernero no sabía dónde meterse y menos cuando José dijo '¿un cuadro de toros? A ver, a ver...' Viéndose perdido se agachó y sacó la lámina de debajo del mostrador. Gallito la cogió, la observó en silencio y finalmente dijo:
'Aquella tarde Juan estuvo superior... Haga el favor de colgarla en su sitio'
Belmonte conocía a Clarito de la primera crítica que le hizo. Fue negativa y, cuando se la estaban leyendo al Pasmo mientras lo afeitaba su barbero Toribio, interrumpió al lector:
- Y este Cla... Clarito, ¿quién es?
- Le conozco -dijo Pérez de Ayala, que era el lector- es un muchacho, un periodista joven que vale mucho.
- Y... ¿cuánto vale?
En la biografía de Chaves Nogales, la partida de póker es interrumpida por Antoñito tal como hemos dicho pero no es Clarito quien confirma la noticia sino 'un conocido ganadero, persona de crédito'. Se fueron levantando todos los presentes y dejaron al maestro solo. Entonces fue cuando él recuerda haberse echado a llorar: 'lloré como no he llorado nunca en mi vida'.
Se sobrepuso porque vio que su congoja se había contagiado a su mujer y al personal del servicio. Hizo como que no pasaba nada y ordenó que sirvieran la cena. 'Las hojas de lechuga se me agarraban al paladar como si fuesen esparto...'
La tormenta que suspendió la corrida de Madrid había descargado la noche anterior en Talavera. Por la mañana cayeron cuatro gotas pero avisaron a Joselito de que la corrida se iba a dar. El piso estaba bien aunque el cielo se mantuvo nuboso toda la tarde. El resto, ya lo conocen.
Lo que no sabemos es si Belmonte conocía el final de la anécdota de su lámina del Montepío. Cuando salieron de la taberna, Gallito lo dejó claro:
'Desde luego que esa faena de Juan será la más grande de la historia del toreo... ¡pero el mejor torero soy yo!'
En casa de Belmonte, los naipes y las fichas se quedaron sobre la mesa toda la noche. Mientras, José yacía de cuerpo presente.
Saludos cordiales desde Tarragona. Rafa.
Todo lo relatado es una delicia.
ResponderEliminarLa foto del café de Fornos, superior.
Me pregunto si la afición taurina y el trato con Belmonte, se reanudó con el regreso a España en 1954-5 de Pérez de Ayala.
Un saludo.
Paco B.
Me alegro de que le haya gustado. Que yo sepa la amistad entre ambos se mantuvo hasta el final.
EliminarSaludos.