MONT-DE-MARSAN: LOS PEDRAZAS DE FEIJÓO

FIRMA INVITADA: JOAN ADELL MAS

Fuimos a Mont-de-Marsan guiados por la fama que tienen los pedrazas en el suroeste francés. Ya saben los éxitos que lleva cosechada la vacada salmantina en plazas como esta de Mont de Marsan o en la de su rival, la elegante Dax. Pero se nos quedó la misma cara que cuando al volver escuchábamos el escrutinio de los votos de las elecciones en la radio del coche. Las expectativas siempre son una desilusión.

Pues la corrida de Pedraza se presentaba seria, grande, adulta (tres toros tenían cinco años para seis -primero, tercero y cuarto- y dos de ellos hacían los seis en poco más de un mes). 

Los toros fueron nobles, excepto el quinto, algo más complicado, en general empujaron en el caballo, tomaron diecisiete varas, todos tres puyazos excepto el segundo, algunos metiendo los riñones, no con la espectacularidad que tal vez ilusionábamos, pero lo cierto es que en Pedraza empujan en el caballo hasta los mansos. 

Fue en las telas (y algo, detalles, también en las últimas varas) donde algunos acusaron esa mansedumbre tan de Aldeanueva, pero una mansedumbre en todo caso atenuada, educada, sin molestar en exceso. Nada que ver con la mansedumbre atávica, peligrosa y emocionante.

FOTO: Emilio  Méndez

RAFAELILLO. Abrió la tarde Potrillo, un colorado, bragado, axiblanco y cinqueño. Un galán. En el caballo empujó las dos primeras varas y se quiso quitar el palo en la tercera. El toro embestía con nobleza y Rafaelillo hizo saltar todos los radares de la A-65. Faena de ir de aquí para allá, rapidito, con remates pintureros y escasa quietud. Tras una estocada baja, el diestro se quedó decepcionado al ver que no había petición, aunque decidió salir a saludar. 

El cuarto, otro cinqueño al que le quedaba un mes para los seis, cumplió sin más en el caballo y dejó a Rafael firmar dos tandas mandonas, estando bien colocado con la derecha. Un espejismo. Mató a la tercera de estocada, de nuevo, baja.

LAMELAS. Tuvo el lote más interesante. Dos cuatreños de juego inverso. Uno por noble y bueno, hasta que se lesionó en una de sus manos, aunque siguió embistiendo. Había tomado (sólo) dos puyazos, el primero empujando y el segundo dejándose pegar. Estaba más justo de fuerzas que sus hermanos. Con él Lamelas dejó alguna tanda de mano baja, bien colocado y sin retrasar la pierna. Y lo puso todo el de Jaén, desde ir a puerta gayola (fue en sus dos toros), dar dos largas en el tercio, un quite de tafallera, gaonera y media verónica y manoletinas para acabar. Fue volteado a causa de que el toro se le quedó debajo por su lesión en la mano. Pinchó arriba y se quedó sin premio. 

El otro, su segundo, también cuatreño, fue el toro con más carbón del encierro. En el caballo empujó en los dos primeros puyazos metiendo los riñones y en el tercero empujó con menos voluntad. Lamelas con este sí que sudó la gota gorda. Le sacó el aire y algo más. El toro venía pero le costaba irse, reponía y repetía y el jienense ofreció un voluntarioso y esforzado toma y daca de escaso lucimiento. Para matar también tuvo que esforzarse, un sin fin de pinchazos y un descabello, para luego coger otra vez la espada. Dos avisos y el susto en el cuerpo.

FOTO: Emilio  Méndez

DUFAU. Se despedía de su plaza en lo que iba a ser la última corrida en el coso de su ciudad natal. Estuvo cariñoso el público en su recibimiento y en su despedida, pero no regaló nada a su paisano. Dufau es frío, algo ortopédico y aunque tiene buena postura peca de retrasar la pierna y ajustarse poco. Todo eso sucedió ayer con un lote que tuvo un primero noble, cinqueño para seis y de embestida algo violenta (se quiso quitar el palo violentamente en el primer puyazo y empujó con un pitón en los otros dos). 

Y lo mismo en su segundo, que hizo la mejor pelea en el caballo, empujando y metiéndolos riñones en tres puyazos. Lo picó en el sitio Alberto Sandoval que fue ovacionado. Llegó algo parado a la muleta y el landés firmó algún natural de tan elegante estética como soso contenido. Con las espadas no tuvo el día. Fue llevado a hombros por sus compañeros, incluido los otros dos matadores, por la puerta de cuadrillas.

Escribimos esto con la resaca y el pensamiento que a Pedraza le pasó algo parecido a lo que le sucedió a Feijóo ayer: una cosa es ganar las elecciones y otra, poder gobernar. Pedraza no perdió, pero no gobernó.