Surgen dos mirlos blancos como Ortega y Aguado y se pasan la vida esperando que salga su torito para deleitar al aficionado. Mientras tanto, uno como Rufo saca la cortadora de orejas y se dedica a pasarles la mano por la cara con un toreo mucho más adocenado.
Rufo es más de lo mismo, en la línea de nuestras queridas figuras. Es capaz de cortar orejas tanto en la verbena vergonzosa de Valladolid como en la de La Paloma que vivimos ayer en Las Ventas.
Los toros de Garcigrande fueron todos negros, pasados de romana excepto el sexto, un tanto desiguales de presentación, de gran vulgaridad en el caballo, todos fríos de salida y, en general, mansibravos. No se amontonaron al embestir, con lo cual el ganadero habrá quedado satisfecho.
RUFO. Confirmaba la alternativa. Su primero era un colorado ojo de perdiz, anteado y claramente ajamonado (sale a torear el maestro Moore):
Marronazo en el primero y se repucha en el segundo.
El toro era un colaborador marca de la casa, de los que embisten hacia adentro de forma empapada y encima con esa agradable cornamenta abrochada que han visto. No se podía pedir más.
En el haber del diestro, la serenidad que demostró tirando bien del toro pero en el debe, su derechismo y sus perfilerías bastante amaneradas.
Se pasó de faena y en el pecado llevó la penitencia porque el toro no quiso cuadrarse. Al final dejó este espadazo trasero, caído y feo con su habitual vicio del telonazo. Oreja barata.
El último fue el de más trapío, un toro muy bien hecho y armónico:
Rufo es un torero posmoderno al cual le da absolutamente igual el primer tercio, se hace el desentendido mientras sus picadores zurran al toro.
Fernando Sánchez puso dos pares, se ve que por lesión de Carretero. El segundo fue buenísimo, en esa línea impecable que le va a llevar a que lo nombren hijo predilecto de La Iglesuela del Tiétar (aunque no creemos que José Chacón acuda a la ceremonia):
Era un toro de los que te puede retratar porque podía venirse arriba si no era bien conducido. Rufo se dejó enganchar la muleta demasiado y anduvo tan despegado como desangelado:
Puñalada posmoderna caída, con la mano alta, telonazo y pérdida de muleta. Para los televisivos esto fue un estoconaso, faltaría más:
El presidente no pudo negarse a conceder una oreja de verbena que le regalaba la apertura de la puerta grande. No lo conocemos pero deducimos que si es buen aficionado, sacar ese pañuelo blanco tuvo que saberle a cuerno quemado. Pero puede estar tranquilo porque la culpa no es suya.
EL JULI. Su primero era uno negro zaíno, con poco cuello, de 599 kgs. y le sobraban no menos de cincuenta:
Desastre en varas donde se deja pegar un primer puyazo contrario y asesino y vuelve por su cuenta para que le hagan dos agujeros más.
En el quite, Talavante le pegó otro puyazo con una media que lo envío al suelo. El toro era noble aunque venía un tanto rebrincado. El problema es que sus cuartos delanteros eran de cristal.
El personal se puso de uñas y Juli, visiblemente contrariado, se fue por la espada para dejar cuatro pinchazos y una trasera contraria con degüello, todo siempre con su feo estilo.
Su segundo eran 618 kilos de carne aunque con una cabeza bonita:
Verónicas un tanto artificiosas por llevar las manos demasiado bajas. Al final tiró al toro al suelo con esta media letal:
Fue a su aire en el primer tercio y derribó yéndose al pecho del caballo como es la condición de este hierro:
Resultó escarbador y un poco mirón pero nada que impresionase a López. Se lo pasó con su destoreo habitual que enardeció sorprendentemente, o no tan sorprendentemente, a ese público de viernes.
A pesar de lo dicho reconoceremos que convirtió el toro en mejor de lo que realmente era. Estocada corta, con salto y telonazo, y mandoble trasero en su mismo estilo tan desagradable. Esa mano derecha la veían desde la M-30:
El presidente García González aguantó el chaparrón sin conceder la oreja.
TALAVANTE. Su primero era un toro gordo, badanudo y negro zaíno:
Nada en varas y arreones celéricos en banderillas que confirmó después en la muleta sacando unas pocas malas pulgas. No puso en aprietos a Talavante, que se limitó a colocarse allí al lado a ver cómo el toro iba pasando. Para los televisivos, la culpa, como siempre, fue del público, que no ha entrado en la faena y del toro por su falta de entrega.
Espadazo muy malo por bajo, trasero y atravesado. Pitos para el engominado maestro.
Su segundo era un pavo negro mulato y rabón que venía picadito del campo:
A pesar de ello, el diestro ordenó que le pegasen una paliza inmisericorde en el caballo. Brindó al público y hubo una ovación de gala cuando la montera cayó boca abajo, igual que en los pueblos.
Empezó de rodillas al ver que el toro a pesar de sus dos velas era un amiguete. Luego lo desairaba al distraerse en los remates. Aun a riesgo de volver a quedarnos solos, diremos que no nos impresionó nada el hijo pródigo quizás por la poca entidad del enemigo.
Estocada caída ejecutada con lentitud pero perdiendo la muleta.
Rufo se nos presenta como el arquetipo del torero posmoderno: le da igual la suerte de varas, sus verónicas son tan mediocres que no las prodiga y es un estoqueador muy deficiente pero, señores, tiene el mando de la cortadora no de césped sino de orejas.
Las alabanzas que le llueven nos recuerdan las que llovían sobre López Simón cuando nos lo vendían como la gran esperanza blanca. Aquello lo discutíamos en nuestro modesto blog desde el primer día y el tiempo ha dejado a cada uno en su sitio.
Pero Simón tiene cinco puertas grandes en Madrid. Rufo ya lleva una y estamos seguros de que superará a Simón dentro de poco. Y mientras, los Ortega y Aguado seguirán esperando en el andén a ver si pasa el trenecito que les guste para decidir si se suben.
Saludos cordiales desde Tarragona. Rafa.
Saludos Rafa y la concurrencia. En primer lugar, darte las gracias por tu labor. Este blog es un oasis en el desierto.
ResponderEliminarTe leo dese hace tiempo, pero comento poco. Tengo 40 años, y llevo siendo abonado desde los sesos. Es fácil echar las cuentas.
Jamás he visto la plaza de Madrid así. Está irreconocible.
A riesgo de parecer mala persona, pienso que hemos tenido “suerte” de que tanto Roca Rey como Julián ayer, pincharan. Les hubiesen dado las dos orejas. Impera un triunfalismo absurdo y de postureo. Mucha gente joven en la plaza, que es de agradecer, pero de botellón, y deseando contar en Instagram o en Twitter que el ídolo de turno ha salido por la la Puerta Grande. Palabras mayores.
Antes cortar una oreja aquí, era premio gordo. He visto vueltas al ruedo tras faenas imponentes (que se lo digan al Cid) tras un primer pinchazo que valen más que tres salidas a hombros de las de ahora.
En fin, una pena. Los números dirán que se venden mas entradas y que la Fiesta sigue viva. Si, de público, no de AFICIONADOS.
Saludos,
Rulan
Pues no se puede explicar mejor la preocupante situación de la afición en la plaza de Madrid. Coincidimos plenamente pero su opinión tiene mucho más valor que la mía porque está usted a pie de obra cada día lo cual tiene un mérito inmenso porque yo no sería capaz.
EliminarGracias por considerar este modesto blog como un oasis en el desierto pero la desertización está avanzando a pasos agigantados.
Saludos y espero verle con más frecuencia por aquí ya que agradezco mucho la colaboración de los lectores porque es una forma de saber que hay alguien al otro lado.
* seso = seis años
ResponderEliminarGracias a ti. Seguiremos leyendo por supuesto, y participando en la media de lo posible.
ResponderEliminarSaludos,
Rulan