FERIA DE SAN FERMÍN, 2022 (3). LA PALMOSILLA: ¡QUÉ PRESIDENTA TAN SIMPÁTICA!

Lo dijo Dávila Miura: "hacía tiempo que no veía una presidenta tan simpática, mírala, es que estaba contenta ya desde que ha subido al palco, así da gusto y no como esos presidentes de gesto tan serio y que racanean las orejas; yo me alegro de que haya este triunfalismo"

Era doña Ana Elizalde Urmeneta, a quien no tenemos el gusto de conocer pero hizo que terminase la corrida y nos tocásemos nuestras propias orejas a ver si seguían en su sitio. Ella reconoce que no tiene ni idea de toros pero que el asesor Gimeno Argáin estaba precisamente para asesorarla.

Como el tal Josetxo Gimeno negó una oreja a Luque el otro día y lo pusieron a caldo, aquí decidió lanzar los pañuelos al vuelo y arrastrar así el prestigio de la plaza de Pamplona por el fango. Hubo siete orejas que pudieron ser nueve fácilmente.

 

De La China vinieron los juampillos de Javier Núñez, que habían dejado tan buen sabor de boca en 2019, cuando debutaron sustituyendo a los de Gallardo. Aunque no hace falta aclararlo para ninguno de nuestros selectos lectores, digamos que La China es el nombre de la finca y lo de juampillos es por la mezcla que tiene de juampedros y cuvillos.

Su comportamiento había sido de gran formalidad en la romería matinal (si quieren, pongan encierro en lugar de romería). Lo confirmaron por la tarde y nos llevamos una decepción ya que esperábamos algo similar a lo de hace tres años, cuando pasaron por encima de los tres diestros.

Salvaremos al primero y destacaremos que tres murieron en los medios como se ve en la imagen anterior pero insistimos en que no fueron lo que esperábamos ni de lejos

RAFAELILLO. O Rafaeliyo, como escribía él de pequeño. Su primero era un colorado ojo de perdiz bien encornado, astifino y enmorrillado, de 500 kilos:

Como el primer puyazo estaba siendo de bravo, Esquivel lo masacró con doble carioca. En el segundo le hizo dos agujeros por el precio de uno. En total, tres y barrenando, un auténtico desastre.

El diestro salió con mucho ánimo, recordando que está vivo de milagro por lo que le pasó tres años antes en esta plaza con aquel toro de Miura. Sabía que una oreja la tenía cortada sin bajar del autobús. Pero el toro no tenía un pelo de tonto dado que embestía con casta y desparramaba la vista.

¡Por abajo, por abajo! le gritaban desde la barrera y el diestro obedeció pero sin que el toro llegara a entregarse en ningún momento. Un poco acelerado lo vimos. La cosa para nuestro gusto terminó en empate.

Metió la mano para dejar una entera perpendicular y caída tapando la cara y con el toro muriendo en los medios. Antes Rafaelillo jamás pegaba el telonazo pero se ha dado cuenta de que es mejor no arriesgar aunque sea haciendo las cosas mal como se ve en la imagen. Total nadie lo va a valorar fuera de este insignificante cuadernillo:

Buen toro y dos orejas que no venían a cuento. Empezaba el festival que al final resultó casi tan ridículo como el último de Eurovisión.

Su segundo era negro, de 525 kilos, bien encornado y flojo de remos:

Cobró dos lanzadas traseras criminales. Luego se mostró como un toro comercial, hasta el punto de que Rafaelillo se confió, el animal lo vio y lo prendió al revolverse inesperadamente:

Siguió toreando en mangas de camisa como tantas otras veces lo hemos visto, en plan gladiador. En ese momento la presidenta ya quería enseñar el pañuelo, a mitad de faena. Debía de estar enternecida tras la cogida:

Estocada trasera y tercer toro que moría en los medios. Inevitable orejica de doña Ana y lamentable espectáculo de un maestro del toreo con las banderolas futboleras. Quizá quiere ocupar el sitio que dejó el Ciclón:

ESCRIBANO. Recibió a su primero con dos largas, una a porta gayola y otra en tablas. El toro era colorado ojo de perdiz y pesaba 505 kilos pero con buen trapío. Renqueaba de los pies:

Dos puyazos traseros pero saliendo suelto a correr en dirección a chiqueros. Compartió los palos con Valadez y el mejor fue el que puso al quiebro ya que lo hizo lejos de la barrera, sin que le echasen capotes y toallas para hacerle el quite como acostumbran los de su cuadrilla.

El toro se movía incansablemente y Escribano aprovechó para cambiarlo en los medios. Curiosamente, en la segunda tanda el toro se convirtió en un dulce de Unzué pero el maestro nos ofreció su destoreo marca de la casa, permanentemente ubicado en la pala del pitón:

En cambio, este diestro es de los pocos que se preocupa por acertar en la suerte y cambió al toro para ponerlo en la natural, que era la correcta. Alargó el brazo para dejar una estocada trasera sin puntilla con el toro poniendo su pitón derecho en el vientre del maestro:

Dos orejas que continuaban el ambiente festivo digno de una plaza de talanqueras.

Volvió a porta gayola en su segundo y repitió en tablas. Pesó 530 kilos y era el más feo por ensillado y tener poco cuello. Era meleno y los cuernos recordaban a lo de Guardiola:

Nada en varas. Valadez hizo un quite combinando una chicuelina con una tafallera seguida por una caleserina y rematando con esta larga cordobesa. Esa combinación ya sería difícil hacerla de salón:

Escribano estuvo aseado en el segundo tercio sin pasarse de listo como tantas otras veces:

El toro era un amigo íntimo y obedeció sin rechistar a todo lo que planteó el maestro, que fue más bien poco. 

Era de los que transmiten la sensación de que cualquiera podría estar ahí delante. Eso no sucedió en ningún momento con la mala corrida de Escolar. Lo peor fue que propició que los televisivos dieran rienda suelta a sus cursilerías. El juampillo humilló de manera escandalosa, vean:

Pinchó y dejó luego una  estocada muy fea por trasera, caída y atravesada. No sabemos qué dijo el asesor a la señora Elizalde, quizá le recordó que en unos meses hay elecciones, pero esta vez se negó a regalar otra oreja. Menudo criterio el del palco. Habían dado risa al principio de la corrida y ahora empezaban a dar pena.

VALADEZ. Su primero era un toro negro listón, bragado, axiblanco y cornidelantero, de 505 kilos:

Sufrió dos puyazos al relance peleando bien y nos quedamos con las ganas de que este toro hubiera gozado de una suerte de varas más digna.

Lo mejor del segundo tercio fue el quite a cuerpo limpio que hizo Escribano al mexicano, con eso está dicho todo.

El toro no se había agotado con sus buenas carreras en banderillas y embistió con antracita de inicio. La pena es que duró quince pases y ninguno de los que dio el mexica fue bueno. Las manoletinas deberían prohibirse pero por lo menos Valadez las dio de rodillas:

Pegó el telonazo para dejar una entera tendida, desprendida y pasada. Dos orejas de risa o de pena, ya lo hemos dicho.

El último peso 530 kilos y para nosotros no era burraco sino carbonero:

Poca cosa en varas como no fuese el puyazo trasero y barrenando que le pegó el alabado Bernal. Quizá aquí se aprecia mejor lo de carbonero:

Pareó bastante mal el maestro, para ese viaje no hace falta alforjas. Y encima sufriendo el toro cincuenta capotazos hasta que lo dejaban donde él quería. ¿Recuerdan cuando Esplá se quedaba solo y únicamente con sus movimientos ubicaba el toro a su gusto?

El animal era otro juampillo, tenía una nobleza bobalicona. Pues con esa golosina, el toreo del mexicano no nos dijo absolutamente nada.

Media caída y atravesada con el estaquillador apuntando a Roncesvalles como ven, más cuatro descabellos que por lo menos evitaron otra oreja de chichinabo.

El ganadero se mostró entusiasmado con el quinto toro. ¿Sería porque su nombre hacía honor al festejo? Recuerden que se llamaba Pueblerino. No, es porque Núñez busca eso de la bravura enclasada y el toro de marras cumplía con ella. Sobre esta expresión tenemos preparada una entrada que publicaremos más adelante donde daremos nuestra opinión al respecto. Mientras tanto se llevaban en hombros a su mayoral junto a los tres diestros:

Todo el mundo quedó encantado de la vida tras el festejo excepto los pocos aficionados cabales de Navarra, que vieron cómo el ya muy maltrecho prestigio de su plaza quedaba definitivamente arruinado por el nefasto protagonismo de la pareja de moda: Ana y Josetxo.

Saludos cordiales desde Tarragona. Rafa.