FERIA DE SAN ISIDRO, 2024 (23). VICTORIANO: LA MANO DE PIEDRA DE ROCA

El público de hace cien años habría recibido a Roca y a Jiménez con sendas broncas. Al sevillano por su fracaso rotundo ante los victorinos. Al peruano por su baladronada con aquellos tres avisos, una actitud censurable que criticaremos como se merece cuando termine el serial. 

Pero no hubo nada de eso porque estamos en España, paraíso del buenismo y del sentimentalismo barato. Al contrario, el personal estaba loco por sacar a alguno de los dos en hombros. Y si no, al extremeño.

Se salieron con la suya y cantaron el hosanna a Jiménez. Sin embargo, para nosotros lo mejor de la larguísima tarde fue la manera como Roca puso en vereda un manso bravucón que le llegó enterito a la muleta. Ahí queríamos todos ver al maestro, ¿no? Estábamos hartos de que abusase del norit y siempre se planteaba la duda de si sabría cómo domeñar un toro díscolo.

Pues superó el examen de ese sexto con sobresaliente, señores. La cosa no tendrá más eco que el que le daremos en nuestro modesto blog. Si añadimos la buena estocada, estamos ante la mejor faena de la feria para quien esto firma.

El ganado tuvo presentación desigual con un par de ejemplares que Florito nos coló de rondón. Es lo que tiene una vacada que lidia en tantas plazas de primera para las figuritas del belén. No obstante,  dieron muchas opciones porque todos embistieron las telas con más o menos ganas. Desde el picante primero hasta la ternera que salió segunda. Luego, ese malaje de Roca y un sobrero de Torrealta que debían de tener reservado para Morante porque hubiera sido ideal para él. 

Además tuvimos polémica en el tendido a cuenta del palco, tres portagayolas de Jiménez, dos excelentes estocadas del inca y unos comentaristas televisivos que parecían de Ultrasur. Causaron vergüenza ajena durante la retransmisión.

Taleguillas recauchutadas por lo menos en De Justo y Jiménez ya que Roca fue más listo y se vistió de azul marino, con lo que esa apariencia de neopreno se disimula mejor:

DE JUSTO. El primero era un castaño oscuro, con pelota rizada y veleto, a punto de cumplir seis años. Los retratos son del maestro Moore:

Al diestro le hicieron una rehabilitación ad hoc en el callejón:

Empuja de bravo pero sufriendo la carioca nuestra de cada día, menuda cruz. Segundo al paso y de naja. Neiro anduvo con pinturerías pero se pasó de listo en los dos pares. Bah, lo aplaudieron igualmente:

El toro era un bombón, aunque con licor, por empapado, fijo, humillador y franco. Vean cómo embestía de inicio:

La clave era que se sintiese toreado porque no era terneril. Y sobre todo, pegarle tres y el de pecho ya que notaba la burla. El aire molestó mucho al diestro y los parones jugaron a favor del toro. Ultraderechismo exagerado. Por la izquierda, sólo cinco pases. Observen cómo seguía embistiendo al final de la faena:

Media desprendida a capón que basta. ¿Toro bravo? No:

El cuarto estaba justito de presencia a pesar de llamarse Bisonte. Era un burraco, escurrido, zancudo, rabicorto, degollado y cornilevantado:

Primer puyazo de bravo pero con el piquero tapando vilmente la salida, qué asco. Del segundo salió changado. Mal Antonio Chacón, que nos la dio con queso. Casi se queda sin toro de tanto alivio:

El toro era un okupa de la madera y apenas se mantenía en pie. De Justo estuvo redicho, artificioso, echando la pierna atrás, dándole al tiovivo... Nada, una pesadez. Estocada baja y tapando la cara, cosa que antes no hacía, con hemorragia y sin puntilla. 

JIMÉNEZ. Se fue a toriles en su primero, demostrando valor a pesar del viento. Era un negro zaíno, justo de cuello, bien encornado:

Caballero, que es un taurino de exasperante pata negra, dijo que era una cara muy torera...

Le levantan y se va, después pelea muy mediocre en el segundo. Recuerden esto porque los comentaristas reclamarán furibundamente el azul. En la muleta el toro era un bomboncillo, que llegó a pegarse una voltereta en el cuarto pase:

Segunda y tercera serie fueron sendos tiovivos, con Jiménez ubicado en la oreja. Eso en Madrid gusta mucho pero a nosotros, nada. Con la izquierda, diez pases, retorcido y espatarrado más de la cuenta. 

Se perfila en Torrelodones y deja una estocada arriba, pasada, con teatreros aplausos del diestro al toro para entretener al respetable durante la agonía. Bella muerte y euforia desatada en los televisivos pidiendo incluso azulear al toro. 

Enloquecieron definitivamente al ver que González sólo concedía una oreja. Empezaron a gritar pisándose las palabras unos a otros: ¡¡otra!!, berreaba Delgado, mientras Caballero gritaba ¡no sé a qué espera!, ¡es de puerta grande...! Y encima no hay vuelta al toro... ¡¡no puede ser!! Vamos en contra del espectáculo, qué equivocación más garrafal... Delgado culminó su esperpento asegurando que el propio presidente está alterando el orden público. El adulador del callejón se sumó a la patética mojiganga poniéndose lacrimógeno: le han robado su sueño y todo su sacrificio a un torero... Fue algo estomagante, de vergüenza ajena.

Oreja y dos vueltas. ¿Azulear al toro? Ni de broma, tanto por su absoluta mediocridad en el caballo como por su docilidad posterior haciendo gran honor a su nombre: Dulce. ¿Dos orejas? Nosotros no hubiéramos pedido ni la primera.

Volvió a chiqueros en el quinto, un castaño bociblanco, bragado, meano, alto de agujas, veleto y astifino. Vio el verde con justicia:

El sobrero era de Torrealta. Por tercera vez se arrodilló en toriles:

Toro castaño encendido, ojinegro, bien encornado, bocidorado:

Nada en varas pero galope prometedor en banderillas. El principio de faena ha sido lo mejor que Jiménez ha hecho en la feria sin duda alguna:

Después lo vimos un poco embarullado y acelerado, tosco, pedestre. Nada que ver con aquellos pases iniciales que habían sido de categoría. 

Pinchazo a lo loco y estocada desprendida que basta. El público orejil y sentimental pidió la oreja y fue correcto darla, qué le vamos a hacer. Ah, y el presidente no enmendó ningún error como sostenía Delgado sino que cumplió el reglamento contando pañuelos aunque cabe la posibilidad de que estuviera tan en desacuerdo con esta oreja como nosotros.

ROCA. Su primero era negro azabache, salpicado, regordío, enmorrillado, corniapretado y quizá por ello protestado a pesar de superar los 600 kilos:

En el peto empujó pero no recto. Quinta exhibió esa mano izquierda asesina para carioquearlo con desvergüenza. La sangre, por detrás del brazuelo. Nos extrañó que el peruano ordenase esta paliza:

Inicio genuflexo por dentro con un par de chicharrinas a favor de querencia:

El toro circulaba a arreones aunque eran nobles, obedeciendo con vulgaridad. Roca se puso a la altura el toro en vulgaridad muleteril. ¿Por qué ordenaste esa paliza en el caballo, Andresito? Pues ahí tienes tu merecido.

En la estocada, en cambio, apareció don Andrés, con una rinconera excelentemente ejecutada. No pega el telonazo, no lleva la mano alta, mira el morrillo y saldrá por el costillar, ¡bravo!

El último era feo, alto, un poco ensillado, veleto, husmeador y se frenaba:

Huyó al hierro del reserva pero luego protagonizó el empuje magnífico que ven abajo. Corrió suelto otra vez al reserva y picotazo. Los monolistos dieron su nota habitual, además se encaran con el público demostrando su chulería barriobajera y su mala educación. Saben que actúan con total impunidad. El del plumero no dice ni mu:

El toro había quedado entero ya que Roca no quiso volver a equivocarse. Muy bien Viruta arriesgando por dentro:

Tenía mucho interés ver cómo lidiaba el peruano este toro bronco y que arreaba. Pues se quedó quieto, lo condujo con muñeca férrea y el toro firmó la rendición antes del décimo pase. Observen la actitud del tal Cóndor, al que el maestro había convertido en un palomo cojo:

Victoria del torero por nocaut. Aquí no hubo lugar a discutir su colocación porque la clave fue su valor y su dureza de mano. El titular nos recuerda a aquel gran boxeador que fue Roberto Mano de Piedra Durán. Es la vez que más nos ha gustado Roca. 

Faltaba una buena estocada y la hubo: arriba y sin puntilla, la más letal de todo el serial. Nueve segundos tardó en morir. Muy bien, maestro, nada que objetar. Pitos al toro, ¿por qué? Ah, y ¿cuántos valorarán lo que hizo el diestro ante este complicado animal? Si ustedes lo conocen, le informan de que en Tarragona vive uno que lo felicita. Felicitación que hace extensiva a sus dos excelentes estocadas. Han sido dos de las tres mejores de la feria, sin duda. Pero es que la tercera... ¡también es suya!

Terminaba el festejo tras casi ciento sesenta y cinco minutos. El presidente pudo irse sin ser emplumado y tengan por seguro que la brea la hubieran calentado los cuatro televisivos, menudos hooligans.

Lo de llevarse en hombros a Jiménez nos resultó excesivo para lo que hizo. Aquéllos que nos salgan con lo de la actitud ya saben lo que pensamos al respecto: la damos por supuesta, o sea que tiene que haber algo más. 

Roca estuvo  incontestable con ese toro al que la mayoría de toreros no hubiesen querido ni ver o directamente lo habrían matado en el caballo. 

La corrida de Victoriano nos ha dado bastante que comentar, resultó variada e interesante... Y ningún toro de San Isidro ha empujado en el caballo con la furia formidable de ese sexto. Encaste Domecq, ¿eh?

Saludos cordiales desde Tarragona. Rafa.