FERIA DE SAN ISIDRO, 2024 (24). SORANDO: AGUADO NOS QUIERE EDUCAR

Si es usted seguidor de Aguado, no siga leyendo porque no le va a gustar lo que se va a encontrar. Si es usted aficionado normal y corriente, sin otra preferencia que el toro, no siga leyendo porque la tarde fue infumable. Si finalmente usted es uno de los amigos leyentes que nos ha acompañado en este via crucis isidril y quiere seguir hasta el final para solidarizarse con nuestro calvario, adelante, pero está avisado.

Tengan por seguro que el primer decepcionado con esta nefasta corrida habrá sido el doctor Sorando. Él apoyó incondicionalmente a Juan Ortega desde que era un niño que quería ser torero. Se mantuvo a su lado cuando no toreaba nada, o sea, durante aquellos años en que lo defendíamos desde nuestro modesto blog porque también confiábamos en él (recuerden esto de hace seis años).

Ayer era el día ideal para la confluencia astral de las dos familias, la de Ortega y la de Sorando. No hubo tal. Salieron toros descastados, inválidos, desiguales de aspecto, algunos pasados de romana y, eso sí, todos astifinos. Añadan dos sobreros que no aportaron gran cosa a la plúmbea tarde, con un Aguado que fue despedido con una merecida bronca. Seremos breves con la crónica, no se preocupen.

URDIALES. Al primero lo recibió con verónicas todas de paso atrás pero muy jaleadas. Era un colorado, chorreado en verdugo, gordo, rabilargo y astifino. Las fotos,  del maestro Moore:

Fíjense si son malos los de la banda del castoreño que este hombre rectificó su inicial pinchazo caído y clavó donde ven, con ese caballazo resabiado que se recostaba descaradamente sobre el pobre toro. Y en el segundo aún clavó más atrás:

El animalico tenía la gasolina justita. Duró seis pases. Pinchazo malo y contraria saliéndose que basta. 

El cuarto era negro mulato, bajo de agujas y bizco del derecho:

Paliza infumable ordenada por el riojano, con recargada vil y mano izquierda asesina. El segundo, en el espinazo. Está clara la bellaquería de ambos, el que zurra y el que le ha dado la orden:

Toro reservón que pegaba el arreón, algo totalmente a contraestilo de Urdiales. Y con la cara por la andanada. Pinchazo sin soltar, estocada corta arriba y descabello.

ORTEGA. Su primero era un negro chorreado en morcillo,  acochinado, cornalón y casi seiseño:

Se va suelto por tres ocasiones, se duele de los rehiletes y se refugia en chiqueros. Dos veces lo hizo rematar Perico con sevicia en el canto del burladero, ¿habrá propuesta de sanción como prescribe el artículo 71.3? Repitió la misma maniobra en el quinto. Y como repintan cada día esos cantos, los toros acaban con la cara marcada de blanco.

El toro rehuyó la pelea y no hubo nada que hacer más que matarlo bien. Estocada casi entera sin cruzar que fue demencialmente calificada como corta por Delgado. Termina San Isidro y aún no ha aprendido la diferencia:

El quinto era un barroso ojalado y no jabonero como se anunció:

Debilidad de remos, trámite en varas y capotes al cielo. Al tercer pase se derrumbó. Cinco pinchazos y descabello. 

AGUADO. Su primero era un negro listón, chorreado en morcillo, cornilevantado, rabilargo, de cuatro años recién cumplidos: 

Aguado ordenó capotes al cielo pero no pudo evitar el verde. Se encaró con el palco porque el muchacho quería torear un inválido para dárnosla con queso. Ahí tienen su descaro:

El pelota del callejón le pregunta y el señorito responde esto:

'nosotros somos unos toreros que necesitamos un toro con clase y es nuestro deber educar a la gente para que se den cuenta de que ése es el toro que nos vale'

O sea, el choto moribundo y aborregado que te permita expresar lo que llevas dentro, ¿no es eso, Pablito? Menuda cara...

Salió un sobrero de Vázquez, castaño, listón, carinegro, a punto de cumplir seis años:

Nada en varas. En banderillas empezó a dárselas de listo y en la muleta, a gazapear y a topar aunque por no tener, no tenía ni peligro. Ningún interés. Casi entera perpendicular y desprendida sin puntilla.

 

El último era uno negro, chorreado en morcillo, astifino y badanudo. Era cornigacho y no capacho como se dijo en televisión. Vio el verde cuando dobló dos veces las manos tras la somanta abyecta que había ordenado pegarle el sevillano en el caballo. 

El segundo sobrero era de Montalvo y dio la impresión de corraleado. Era colorado, ojo de perdiz, bociblanco y con la corona blanca. Eso de bociclaro que se anunció no existe:

Como no venía picado del campo, agobió a Aguado a base de bien desarmándolo.

Después de eso era previsible lo que siguió: una barrenada vil en el primero seguida por una recargada asquerosa. Aguado cantó la gallina cuando el piquero, tras mirar al maestro, redobló su crueldad. Parecía que quería partir el toro por la mitad. Ésa debe de ser la forma que tiene el maestro de educar al público para que así nos acostumbremos a su chivo agonizante, que si además sale norit, será ese torillo de clase que reclama. Observen cómo el carnicero ataviado de oro cumple las órdenes de su jefe:

Mas héteme aquí que el colorado meneaba la cabeza más de lo que agrada al maestro y por ello no lo quiso ni ver. Abundantes protestas del respetable a las que nos hubiéramos unido con gusto. No estamos bien educados, ¿verdad, Pablito? 

Pinchazo con miedo, otro huyendo tras tirar los avíos, media chalequera que debiera ser vergonzante si quien se dice matador de toros tuviera vergüenza, media tendida atrás, rueda de peones y dos descabellos también pegados con miedo, para variar.

Lanzamiento final de almohadillas, como en los viejos tiempos, y bronca tan grande como merecida para Aguado. Esta vez Delgado no lo tapó repitiendo aquella sandez suya de que era una bronca muy torera, como dice siempre que su protegido Morante oye una. 

Pablito Aguado debiera leer a Corrochano, si es que sabe quién es. Con lo que escribía en 1932 nos despedimos:

'torear es salir a poder con el toro, a dominar el toro. Y después, lo que ustedes quieran. Pero salir pensando en dónde voy a juntar los pies, dónde voy a dar el lance bonito y dónde voy a hacer esa pinturería que se aplaude, eso no es torear aunque se aplauda. Porque eso tiene el inconveniente de que hay que esperar un toro y otro toro y, cuando no sale el toro esperado, no se sabe qué hacer'

Don Gregorio, se equivoca usted, no es eso. Lo que sucede es que hay que educar al que pasa por taquilla para que se deje allí su buen dinero y después comulgue con las ruedas de molino del tal Aguado y de todos sus corifeos.

Saludos cordiales desde Tarragona. Rafa.