Sólo dos personas se permitían el lujo de interrumpir a Franco en presencia de terceros cuando hablaba: Vicentón y Pepe. El primero era Vicente Gil, su médico personal de toda la vida. El segundo, José Millán-Astray, quien fue su superior en la recién creada Legión Española. Suponemos que también lo interrumpiría su mujer pero eso sería en la intimidad. Añadiremos a esta exigua lista a don Manuel Rodríguez, que en San Sebastián hizo lo propio cuando subió a cumplimentar al Caudillo durante una corrida.
El público de las plazas del norte de España siempre ha sido más despiadado con los toreros que el del sur, y en el sur incluimos la sentimental plaza de Madrid (recuerden lo que comentábamos aquí sobre el aficionado madrileño).
En Pamplona han sido varios quienes han tenido problemas serios, desde El Cordobés hasta Esplá. De Bilbao El Viti salió escaldado. En Soria casi matan a Manolete (lo contábamos aquí). Y el Monstruo también tuvo que aguantar lo suyo en Vitoria, en Barcelona y en San Sebastián.
La anécdota de la interrupción sucedió en la bella Easo días antes de la muerte del maestro. En algún sitio se dice que fue la tarde que compartió con Juanito Belmonte y Luis Miguel para matar villamartas. Lo hemos comprobado y no puede ser porque aquel día estaban sólo la hija de Franco y el ministro de Trabajo, Girón de Velasco, el incombustible León de Fuengirola.
Esa tarde cortó dos orejas a su primero pero recibió una buena bronca en el quinto. Era un bichejo de 422 kilos que se paró como si fuese de Guisando. El personal quedó muy molesto. Digamos que la corrida dio una media en la báscula de 470 kilos. Esta imagen es de aquella tarde:
Franco sí que estuvo presente en la primera de abono, con lleno hasta la bandera. Ahí accede al palco 'entre encendidas manifestaciones de apoyo y clamorosos vítores', como decían los medios oficiales:
En el paseíllo ven a Manolete a la izquierda, a Gitanillo en el centro y a Manolo Navarro a la derecha. Navarro sustituía al gravemente herido Pepín Martín Vázquez, como les comentábamos aquí. La cornada fue en Valdepeñas, también ante Manolete.
Los toros eran de Alipio, de presencia casi irrisoria. Observen el primero de la tarde:
El protocolo cuando asistía el Jefe del Estado era brindarle la muerte del primer toro e interrumpir la corrida tras la lidia del tercero para que los diestros subieran al palco a saludar y recibir un regalo. Aquí tienen a Manolete brindándole su primero con un breve parlamento:
Decimos lo de breve porque ya saben que siempre fue acusado de franquista. Pues la verdad es que sus brindis a Franco que hemos leído son mucho menos efusivos y lisonjeros que los de otros maestros. En la Beneficencia del año anterior le dijo simplemente:
'Tengo mucho gusto en brindar la muerte de este toro a nuestro Caudillo'
Aquí lo ven en el recibo capotero al becerro. Remata con una bonita media de manos bajas y gran naturalidad:
En la faena no faltan ni manoletinas ni estatuarios. Observen al maestro en el pase que menos le gustaba dar, el de pecho:
Pero el público tomó a chirigota la insignificancia del escarabajo de Alipio y menudearon las muestras de descontento. La corrida dio una media de 465 kilos.
Así las cosas, cuando subieron a tomarse un vino al palco para recibir el regalo de Franco por el brindis, era delicado hablar de la corrida dado que el respetable estaba un poco de uñas. El Generalísimo quiso demostrar mano izquierda y, por hablar de algo, dijo a Manolete:
'Oiga, Manolete, a diferencia de las plazas andaluzas donde la arena es de color claro, aquí en el norte es negra. ¿a qué...?'
No pudo terminar la pregunta porque Manolo lo interrumpió secamente:
'La arena es negra... y aquí la gente también está negra'
Como la afirmación no escondía ninguna alusión política, el Caudillo dicen que rió de buena gana.
Tras finalizar la corrida, el califa viajó a Huesca, luego a Gijón y retornó a San Sebastián para el citado festejo con Luis Miguel al que corresponde esta célebre foto con Matías Prats, quien le va a hacer la última entrevista antes de morir:
Durante la lidia de aquel último toro en que recibió grandes muestras de desagrado, tuvo que oírse algún grito extemporáneo contra su madre, que veraneaba siempre en Donostia. El novillero Pedro Ramírez, Torerito de Triana, se encaró con el que se había metido con doña Angustias y el propio Manuel le dijo después:
'Déjalos, Torerito, serán de Bilbao, que han venido a meterse conmigo'
Y es que Camará no había llegado a un acuerdo económico para la feria (por cierto, Torerito cortó dos rabos de novillero en Sevilla). Su madre se instalaba en esta casa de la derecha, la del portal negro, en el paseo de Mirakontxa. Allí recibiría días después la noticia de la cornada de Islero:
En aquella última entrevista, toda España oyó por la radio cómo su hijo respondía a Matías Prats:
'Me piden más de lo que puedo dar...tengo muchas ganas de que llegue ya el mes de octubre'
Nunca llegaría para él.
Saludos cordiales desde Tarragona. Rafa.