LA MADRE DE TODAS LAS MORUCHADAS
A todos los que nos preguntaron les dijimos lo mismo: 'nos vamos a ver una moruchada a Sangüesa'. Nos miraban con escepticismo pensando 'bah, ya será menos'. Señores, lo que yo les diga. Acertamos de pleno (ojalá tuviésemos la misma capacidad para adivinar el pensamiento femenino o la quiniela del domingo). Estaba cantado.
Vimos un auténtico recital de lo que son mansos de carreta, toros descastados y sin raza. Fue una corrida del siglo XIX y además con peligro. Ni uno remató en los burladeros, todos se frenaron de salida. Todos escarbaron y alguno con las cuatro patas a la vez como este:
Del peto salieron sueltos, cabecearon, huyeron e incluso cocearon al estilo del rodeo americano, vean:
A casi todos los picó el reserva ya que estaba cerca de toriles. A otros hubo que ponerlos por dentro y hacerles justificadísimas cariocas mientras iban retrocediendo (ignoramos de qué se ríe Cortés):
Todos barbearon las tablas y todos fueron al bulto, algunos con mucho peligro. El primero se tiraba a la garganta y parecía o tentado o directamente toreado. El tercero buscaba tanto al torero que parecía reparado de la vista. A pesar de eso, vean qué mirada tan viva tenía, como todos:
Fueron durísimos a la hora de morir. Era imposible apuntillar por la cara, había que ir por detrás. Cuando Tornay iba a apuntillar al quinto por delante, se levantó pegándole tal tornillazo que envió su capote al callejón.
Casi todos los segundos tercios se cambiaron con tres palos o menos. En el primero, con uno (hicieron cinco pasadas intentando directamente clavar un palo y no clavaron ninguno). Catorce veces perdieron los capotes los toreros. En seis ocasiones se llevaron los toros las capas en la cabeza. Era como si nos hubiesen metido en la máquina del tiempo para retroceder ciento treinta años, sólo faltaba un caballo despanzurrado en el ruedo. Vamos viendo los toros mientras les contamos más cosas.
Este de arriba fue el primero, al que le habían arreglado el pitón derecho seguramente deteriorado, como se hace tantísimas tardes.
De ahí a decir que la corrida estaba afeitada como algún concejal fue insinuando va un mundo. Falso completamente pero el bulo circuló por las redes sociales y por toda la comarca. Vean los otros y juzguen ustedes:
Los toros eran de doña Rita Vaz Monteiro Leao Cabreira. Estuvimos hablando con ella antes de la corrida. Quedó admirada de que hubiésemos hecho más de 400 kms. desde Tarragona para ver sus toros. Por la mañana, en chiqueros, les había echado agua bendita y había rezado un padrenuestro encima de alguno de sus pupilos (por lo que vimos luego en la plaza, más pareció que había oficiado una misa negra que otra cosa).
Pero ojo porque sus toros los había vendido hacía más de cuatro meses al empresario y ganadero José María Garzón. Cuando se hizo la transacción, parecía que venían de Biafra. En la finca de Huelva les dieron bien de comer y los tenían destinados a las calles. Pero resulta que alguien de Sangüesa debió de querer apuntarse un tanto torista y los trajeron para lidiarlos a pie. Por cierto, la corrida se fue a las dos horas y treinta y siete minutos (la lidia del primero, sin que hubiera faena, duró treinta y cinco minutos).
La ganadera nos confirmó que seguían sus problemas legales y en la despedida le dijimos que, como saliese mala la corrida, la íbamos a ir a buscar a la salida para que nos pagase la gasolina...
OCTAVIO CHACÓN. Lo mejor de la tarde fue ver lo bien que actuó como director de lidia: sensacional. Estuvo intentando atenuar los sainetes de banderillas, se retiró andando al lado de los caballos pendiente de hacer un quite por si alguno de los mansos se echaba encima y colaboró con Valencia intentando que doblase el peligrosísimo tercero. Bravo.
Su primero parecía toreado, se iba al pecho directamente. Pasó un trago difícil porque quiso ponerse pinturero en lugar de machetear por la cara y doblarse para castigar al toro. Si hace eso, nosotros somos los primeros en ovacionarlo conscientes de que no había otra opción. Pero no. Observen:
Lo único que vimos de toreo 'moderno' fueron dos tandas a su segundo. Por supuesto que ni se nos ocurrió vigilar si metía el pico o si adelantaba la pierna pero es que resulta que no metió el pico, adelantó la pierna y las zapatillas apuntaban en la dirección del toro. O sea, que muy bien y de mucho valor lo que hizo:
Al final, el morucho murió en toriles echando la cara arriba en su último estertor. Quedó en esta rara postura:
SALVADOR CORTÉS. Parece de vuelta de todo. Consiguió enfadar al respetable. Llevaba cinco corridas y es posible que acabe sumando ocho o nueve, suficiente para ir tirando pero quizá debería replantearse su carrera. Aquí lo ven matando a paso de banderillas a su primero (le dejó un pinchazo hondo bajo y el toro se quedó quieto y rodó como una pelota ¿ustedes lo entienden? Como no fuese un infarto...):
Menos mal que lleva dos grandes toreros en su cuadrilla: salvo error, Tornay y Mendoza, los únicos que pusieron banderillas con normalidad a pesar del peligro latente (a Reyes Mendoza un toro de Prieto de la Cal le arrancó un testículo delante de nuestra localidad en una corrida de agosto en Madrid, pueden ver el momento en el minuto 7'30'' aquí). Asimismo, los dos bregaron con firmeza.
Esta es la estocada de Cortés al segundo en medio de una gran bronca e incluso insultos más propios del fútbol que de una corrida:
CÉSAR VALENCIA. Era su cuarta corrida, aún sin alternativa en España, pero quedó inédito. El tercero tenía mucho peligro -le hemos visto frenarse de salida en su capote más arriba-. Vean la actitud del portugués ante el venezolano en la muleta:
Lo mató de tres pinchazos, con el toro yéndosele al pecho, y casi entera trasera.
Al sexto lo recibió con este meritorio farol de rodillas (farol, que no larga afarolada que siempre tiene menos riesgo):
Pidió el cambio del segundo tercio y el presidente le dijo que no enseñándole tres dedos (por las únicas tres banderillas que colgaban del toro) ¡Anda! Ahora el presidente se ponía exquisito cuando en el primer toro había cambiado sólo con una ¡Qué coherencia, qué criterio, qué seriedad!
El toro se fue parando, embistió a arreones, era soso, huía del engaño... Una cosa infame. Le recetó una casi entera trasera atravesada, dedicada a los que dicen que no sabe matar. Fíjense en que, con esta estocada de abajo, el toro se pegó una vuelta al ruedo al trote; a causa del movimiento la estocada se convirtió en entera y aún así Valencia necesitó tres descabellos:
Un completo desastre, como ven. Para que la moruchada fuese completa sólo faltó que hubiera banderillas negras (estuvo a punto el primero) y que un toro saltase el callejón. Menos mal que estos toros no acabaron en las calles que era, como dijimos, su destino inicial. Igual a estas horas estaríamos lamentando alguna desgracia irreparable.
En Sangüesa sólo hubo dos cosas positivas: lo ejemplar que estuvo Octavio Chacón como director de lidia y la suerte que tuvimos de que no hubiera ninguna cogida. Bueno y que, como moruchada, es la mejor que hemos visto en nuestra vida. No la olvidaremos.
Saludos cordiales desde Tarragona. Rafa.