El que antaño fuera un aficionado serio, de nombre Chema Costales, se ha convertido en un presidente caprichoso que nos depara momentos de indignación e incoherencia a partes iguales. Lo hizo en la reciente Copa Chenel y lo ha vuelto a hacer en la corrida de los resinas, donde azuleó de forma totalmente ridícula a un toro.
Pocas veces habrán visto ustedes que se dé la vuelta al ruedo a un toro entre pitos y gritos de disconformidad. Eso es lo que sucedió en Cuéllar tras la peregrina decisión del palco. Un avispado aficionado de la zona nos decía que estuviésemos al tanto de si el año que viene se lidiaba una novillada de resinas en la Granja de San Ildefonso...
Como decimos se lidiaron resinas en puntas pero terciados, la mayoría anovillados, sin dar miedo, de mínimo respeto, sangrando muy poco y con hechuras raras como verán en las fotos, donde parecen santacolomitas de pega.
Uno de ellos fue sedado en el encierro matinal y los otros lo corrieron de forma un tanto chochona. Todos fueron bondadosos hasta casi la náusea y las peleas en el caballo casi no merecen ni mención.
Hubo un tercio de entrada, con la sombra a cuarenta euros. El día anterior Téllez fue propuesto para sanción porque dejó una estocada que hacía guardia y no la pudieron sacar, de manera que clavó dos estoques en el mismo animal sin pedir permiso a la presidencia, cosa que prohíbe taxativamente el reglamento. En el siglo XIX no existía esta norma y Cucharero llegó a tener tres estoques de Lagartijo clavados en su cuerpo (recuerden aquí).
DEL ÁLAMO. Su primero era un cárdeno bragado, meano, axiblanco, estrellado, bien presentado pero con el trapío justo:
Blandeó en el caballo mientras le hacían la carioca y estuvo bien Barrero con los palos. Fue después un torete doméstico que llevaba el morro por el suelo de manera llamativa, como ven en las dos imágenes:
Del Álamo se limitó a pegar pases demostrando que es de la ultraderecha. Pinchazo sin soltar y rinconera con derrame tirando alevosamente la muleta. Oreja barata.
Su segundo era un negro bragado, meano, axiblanco con una carita muy cómoda y unas hechuras muy raras:
Recibió dos palizas infectas en las que empujó un poco pero enseguida se fue suelto, cosa que entendemos perfectamente porque nosotros hubiéramos hecho lo mismo. Fíjense cuánta sevicia:
Esta vez el salmantino se echó la muleta a la izquierda pero no tenía mando en la muñeca y el toro se dedicó a ir a su aire hasta desarmarlo:
Pinchazo sin soltar, esta media desprendida y descabello.
JUAN DE CASTILLA. Su primero era un cárdeno oscuro con carita de novillo y feo por ser colín:
No hizo nada en el caballo pero después asistimos a lo mejor del festejo, lo único de categoría, que fueron estos dos pares de Raúl Cervantes. Son lo único positivo que nos llevamos de esta plúmbea tarde cuellarana:
El torito era una maquinita de embestir y Castilla estuvo voluntarioso...
... pero ubicado permanentemente al hilo del pitón:
Ya aprecian cómo metía la cabeza el resinita. Si lo viese Ordóñez... Se quedó dos veces claramente en terreno del toro pero como éste era una hermanita de la caridad ni se inmutó. Se equivoca entrando en la suerte contraria y pincha. Acierta cambiando a la natural y ahora deja una estocada perpendicular y ladeada que basta pero siempre girando la cara al clavar, sin querer mirar al morrillo. Oreja de los chinos.
Su segundo era un choto feo por anovillado, degollado y cariavacado:
Todavía no sabemos por qué el picador le pegó una paliza que no venía a cuento.
Protestaba por arriba y Castilla intentó esforzarse por bajarle la mano mientras el toro se dedicaba a pasar por allí. El aburrimiento fue máximo pero lo repartiremos al 50% entre el toro y el torero.
Estocada baja que basta y orejica a la que se sumó el demencial pañuelo azul que enseñó Costales. No vamos a insistir más en su disparatada decisión.
COLOMBO. Su primero era un cárdeno terciado que de salida seguía el capote en semicírculo como si fuese el domecq más pastueño de la historia:
Se equivocó colocándolo en el platillo y tuvo que acercarlo pero dado que tardeaba, Israel de Pedro montó el número de arrojarle el castoreño como si así nos quisiese convencer de que no pertenece a la banda, cuando es uno de los jefes. El toro se arrancó, lo pinchó casi en el brazuelo y tuvo que rectificar siempre tapándole en la salida:
Reconoceremos que en el segundo acertó en buen sitio y se retiró ovacionado exageradamente por su gesto teatral. Por cierto, las mulillas y los monosabios corren de su cuenta. Lo decimos porque llegaron a dar hasta media vuelta al ruedo a paso de burra antes de recoger a algunos de los toros muertos. Es la comedia típica de los mulilleros. Nos gustaría saber cuántos eurillos les caen por montar ese espectáculo triste y penoso.
Colombo puso tres pares lamentables a toro pasadísmo. Cervantes se mordía los puños escuchando las ovaciones que constataban la ignorancia del respetable:
El resina empezó siendo pronto y muy obediente pero llevaba la cabeza a media altura y embestía de forma un poco desordenada.
Curiosamente había metido la cara mejor de salida que después de la lidia. Como no le bajó la mano no se sintió nunca toreado y la cosa acabó de pinchazo y media en las agujas cegando al toro:
En sexto lugar salió este negro entrepelado con morrillo que se lesionó de los pies y fue al corral. ¿Dónde está el morro chato típico de este encaste?
Salió el primer sobrero, que era una sardina derrengada y que también vio el verde:
Por cierto, con el cartel estaba Azcona, el torilero de Pamplona que viene aquí a correr los encierros:
El segundo sobrero no fue una sardina sino un boquerón, negro bragado y meano. ¿Qué diría don José Luis de Pablo-Romero al ver este especimen? Recuerden pulsando aquí:
Lo del caballo fue menos que un simulacro y pasó sin picar. Por fin Colombo colocó un par cuadrando en la cara que fue éste:
Como el animalillo estaba sin picar empezó galopando y si sumamos a ello su nobleza tontuna, concluiremos que ofrecía las dos orejas en bandeja. Pero el trasteo de Colombo dejó mucho que desear ante ese bombón.
Le pegó no menos de cuarenta pases y ni uno bueno para terminar con un bajonazo a capón con derrame y ejecutado a un tiempo, pegando su habitual puñetazo:
Oreja pueblerina tras la bella muerte del toro, que fue lo mejor que hicieron los seis resinas lidiados. Bueno, la verdad es que fue lo único bueno y ya pueden imaginarse que tragarse dos corridas de este hierro, como hemos hecho nosotros en menos de quince días, para sacar en claro la dócil embestida de uno que no parecía de esta vacada en Cenicientos y la bella muerte de éste en Cuéllar es un bagaje muy triste. Y las hechuras ya las han visto.
Mención aparte merece esa presencia anovillada que tenían todos excepto un poquito menos el primero. Si la empresa de Cuéllar fue en invierno a reservar estos toros no nos podemos ni imaginar qué aspecto tendrían entonces porque se aproximaría bastante al de unos erales infantiles.
Sobre el presidente no vamos a volver a insistir porque ya está dicho lo que hubo. Y conste que hemos escrito sobre él con el freno de mano para no decir alguna auténtica barbaridad.
Afortunadamente echamos el día junto a unos amigos segovianos de nuestro modesto blog con quienes compartimos mesa y mantel. El cordero que asó uno de ellos vale por las cuatro corridas a las que hemos peregrinado y de las cuales bien pocas satisfacciones hemos recibido.
Saludos cordiales desde Tarragona. Rafa.