En la entrada anterior les prometíamos hablar de la célebre cadena de custodia, la encargada de evitar el fraude del afeitado. No esperen grandes noticias ni grandes soluciones porque en el mundillo de los taurinos nadie tiene interés en que esta cadena sea de acero. Seguirá siendo de macramé, como hasta ahora.
Antes de seguir, decir que las imágenes han sido seleccionadas sin que tengan nada que ver con el texto de la entrada. Quien deduzca alguna relación es bajo su estricta responsabilidad.
La cadena empezaría en el momento del embarque de las reses y acabaría cuando se entregasen los cuernos sospechosos en el laboratorio del Centro Policial de Canillas en Madrid. Si no hay sospechas, la custodia termina en el instante en que el toro salta al ruedo.
En primer lugar digamos que no hay ninguna autoridad presente en el momento de quitar las fundas. Comentábamos en la entrada anterior que el hecho de meter al toro en el mueco ha roto el tabú de que antes sólo se lo metía para afeitar. Las ganaderías lo tenían escondido porque era un baldón entrar en la finca y encontrárselo a la vista de todos.
Ahora da igual porque con el tema de las fundas ya decimos que el tabú ha desaparecido. Cuando el animal está humillado e inmovilizado, se le extraerán las fundas y, ya que estamos, los taurinos insistirán en que es mejor quitarle un poquitín de la puntita porque al haber tenido fundas, la primera vez que remate se va a astillar y el público va a protestar (esta frase es literal de uno de la cuadrilla de X, al desenfundar los toros de la ganadería de X para la prestigiosa feria torista de X).
Como decíamos, la afamada cadena de custodia comenzará en el momento del embarque, cuando los toros ya disponen de la documentación de identificación bovina (DIB) y son precintados los cajones.
Ese precinto es un instrumento metálico. Lleva un número de bastantes dígitos pero nadie controla esa numeración, de forma que si se cambia durante el viaje nadie se entera. Se cambiaría en caso de parar para arreglar los cuernos, suponemos que ya lo habían pensado, ¿no? La solución podría ser que una autoridad tomase nota del número en el momento de precintar el animal tras ser embarcado. Dirán ustedes que quizás habrá entrado ya afeitado en el cajón. Sí, por supuesto, pero por lo menos quedaría claro que no se ha realizado ninguna parada técnica durante el recorrido para hacer la manicura. Es que si no hay autoridad que supervise la numeración puesta en la finca, aquí se cumplirá el viejo refrán español de piensa mal y acertarás porque, como pueden deducir, ese precinto original se puede romper y sustituirlo por otro durante el viaje.
Que nos rectifique algún transportista de toros de lidia si estamos equivocados pero les diremos que ellos mismos disponen de precintos de recambio suponemos que por si se cayese alguno con el traqueteo del viaje...
En estos casos de 'caída accidental' del precinto, tienen más mala fama en el mundillo los transportistas de Despeñaperros para abajo que los del norte. Consiguientemente podría darse el caso de un ganadero que ha embarcado la corrida en puntas y luego se lleva la sorpresa de ver que bajan del camión arreglados.
Está claro que una solución clara si no se ha afeitado en la finca es que el mayoral no abandone los cajones en ningún momento desde que salen del campo pero eso no siempre puede ser.
Por supuesto que la cadena debería continuar en el lugar de destino, cuando se han desembarcado los toros. El mayoral tendría que quedarse a dormir en los chiqueros para evitar que la citada cadena se rompiera en las instalaciones del coso. Recordarán ustedes que el de Prieto de la Cal durmió en los corrales de la plaza de El Puerto de Santa María para la corrida de Morante. Lo hizo en una hamaca que se trajo y no salió a desayunar hasta que pudo sustituirlo en su posición de guardia el hijo del ganadero.
Dado que eso no es nada habitual en los tiempos que corren, la solución pasaría por la instalación de cámaras en las dependencias de la plaza. Actualmente no son nada caras y ya se pusieron en la plaza de Leganés. Es que si no, podría darse otra sorpresa. Sería la del presidente que en el desembarque ha estado presente viendo que los toros están en puntas y luego saltan al ruedo desmochados.
Aquí habría que hablar con los golfos del mundillo para que nos contasen las diferentes posibilidades de afeitar a escondidas en la plaza. Nos hablarían desde anestesiar al toro, cosa que nos consta que se ha hecho en plazas de primera, hasta meterlo en el mueco cuando la plaza dispone de él. Si no, en plazas de menor entidad se ha llegado a atarlo por los cuernos y tirar hacia arriba para inmovilizarle la cabeza mientras por encima del corral se hace la vil manicura.
Recuerden esta entrada donde hablábamos de otra plaza de primera en la que fueron sorprendidos con nocturnidad el padre y el veedor de un figurón armados con serrucho y escofina. Y a ésa podríamos añadir otra también de la máxima categoría donde sucedió idéntica escena nocturna.
Ya hace años que se autorizó la limpieza de astas en las dependencias de la plaza en caso de que los pitones presentasen alguna astilla, pulsen aquí. En este caso, como en todos, hecha la ley, hecha la trampa. Hablando de este tema un presidente nos decía en una ocasión que al taurino le das la mano y te toma el brazo.
Un veterinario de Zaragoza ha ideado una cámara con un sistema de termografia que se enfoca al cuerno y detecta la proporción de la parte ósea. Todavía no se ha aplicado en ningún sitio pero conste que eso serviría para los toros que han llevado fundas y no para los que han podido sufrir un desgaste en el campo. En ese caso tendría que utilizarse la citada cámara en anteriores visitas a la finca para que luego no hubiese una sorpresa desagradable si sólo se utiliza en la plaza. Ignoramos si la cámara en cuestión detecta la bolita.
Una vez muerto el toro, en el artículo 58 del Reglamento se explica con todo detalle el análisis post mortem de las reses lidiadas (vayan aquí al PDF). El delegado gubernativo posee las actas que se levantarían si hubiera sospechas pero ya veríamos si tendría la plaza el material necesario para el envío de los cuernos al laboratorio.
Si no hay decisión de examinar cuernos sospechosos por parte del presidente o del veterinario que se lo haya propuesto durante la lidia, nadie pasa a mirar el desolladero.
Por cierto, sepan ustedes que a principios del año que viene y por orden de la Unión Europea desaparecerá toda la labor que hemos visto tradicionalmente en los desolladeros de las plazas de toros. Quien esto firma tenía siempre la costumbre en Tarragona de bajar a la muerte del sexto toro para deleitarse con la labor de los matarifes, que eran auténticos artistas.
Eso se acabará porque habrá que limitarse a sangrar al animal, o sea, a abrirlo y sacarle las tripas. No se podrá ni cortar cabezas con lo cual ya me explicarán ustedes qué habrá que hacer si hay que seccionar el testuz con los cuernos para mandarlos a Madrid. De todo esto en Europa no tienen ni idea como es lógico. No descarten que haya algún taurino infiltrado en las instituciones de Bruselas y que con esta orden haya conseguido que desaparezca definitivamente el análisis de cuernos sospechosos.
En caso de que las cosas funcionasen como deberían, es el presidente quien decide que se envíen los cuernos a analizar. Debe bajar al desolladero junto al asesor, el veterinario, el delegado gubernativo y el ganadero, a quien siempre se avisa por si quiere estar presente y que puede ir acompañado de su veterinario.
Se cortarían al nivel del testuz, se meterían en unas urnas como las que ven aquí abajo y quedarían precintadas para enviarse convenientemente custodiadas al citado laboratorio madrileño de Canillas. Pulsen aquí si quieren conocer el minucioso procedimiento de análisis post mortem según la Orden de 2015. Una vez allí se comunicaría al ganadero el día del análisis y podría presentarse junto con su veterinario. Hay otro laboratorio homologado para estos análisis en el País Vasco porque su Gobierno decidió en 2015 analizar astas por sorteo (pulsen aquí). No sabemos si a día de hoy continúan con esa sana costumbre.
Así las cosas, lo que prefieren los presidentes de plazas de toros españolas en el caso de ser aficionados y no figurones o políticos es, como decimos en Cataluña, no ponerse piedras en el hígado.Ya nos dirán ustedes para qué van a esforzarse en intentar acabar con el fraude si con toda esta historia de la cadena de custodia sólo con encontrar el resquicio de media hora en que se haya roto, cualquier picapleitos de medio pelo va a echar por tierra todo intento de denuncia. Es que además el juez puede afear la conducta al presidente por haberle hecho perder el tiempo.
Recuerden que comentábamos aquí el famoso caso del miura Tiznaolla en Madrid. En su sentencia el juez no tenía inconveniente en reconocer que se podría haber manipulado los pitones pero que se había roto la cadena de custodia en las instalaciones de la plaza. Al presidente Gómez Martín lo dejaba en evidencia ya que decía que si había visto el animal en el desembarque y lo había dado por bueno, no había lugar a quejarse después de haber saltado a la arena. Esa sentencia hizo mucho daño en el círculo de los presidentes que son genuinamente aficionados.
Tal como están las cosas pongan ustedes un 95% de juicios que van a ganar los que interpongan recursos ante sanciones por presunta manipulación de astas. Incluso un 100%. Comprenderán que es muy difícil no dar la batalla por perdida.
Y esto es especialmente así no en los que suben al palco para figurar, o en los que son políticos municipales, que no tienen ni idea de lo que hemos hablado aquí, sino también en esos muchos presidentes que son verdaderamente aficionados.
Un día normal de corrida están en danza desde las 10 de la mañana hasta las 8 de la tarde cuando finaliza el festejo. Ya saben que no cobran sino que, si tienen que desplazarse, encima la broma les cuesta dinero. En cambio, y salvo que algún implicado nos rectifique, los policías o guardias civiles, así como el delegado gubernativo, aunque tampoco cobran, ganan en especie con días libres a cambio del que invirtieron en vigilar la corrida.
De este modo, si ustedes estuvieran en el caso de estos presidentes aficionados, ¿se quedarían un par de horas después del festejo para rellenar todos los fárragos burocráticos y que al final el juez te avergüence en el juicio del recurso y encima dé la razón a los implicados en el supuesto fraude?
Y atención a otro aspecto a tener en cuenta. En caso de que se desembarque en una plaza una corrida claramente afeitada, es muy delicado por parte de la autoridad decidir la suspensión. La empresa podría exigir daños y perjuicios y el presidente estaría inmerso en un lío legal de consecuencias económicas incalculables para él.
No se nos ocurre ningún otro espectáculo donde la impunidad más absoluta campe por sus respetos como en la fiesta de toros. Aun asi, los taurinos golfantes desearían ver reducida la presidencia a la mínima expresión o incluso eliminarla tal como está actualmente para poder poner a uno de sus múltiples paniaguados. De momento, los granujas del taurineo disfrutan con las lagunas que tiene el reglamento, de las cuales se van aprovechando.
Y es que si se paran a pensar, ¿quién tiene un interés real en eliminar este cáncer? El torero no porque corre menos riesgo. El apoderado y toda su cuadrilla tampoco porque viven del torero. El empresario tampoco porque si se pone serio, le llueven los partes médicos para excusar la presencia de los diestros y tiene que suspender el festejo. El ganadero tampoco porque salvo honradísimas excepciones tiene que callarse con el fin de poder vender sus toros. Los críticos paniaguados tampoco porque nos venden que vivimos en el país de las maravillas taurinas (recuerden aquí, donde verán imágenes de toros para echarse a llorar). Y por fin, la autoridad presidencial, que es quien debería defender al aficionado, entre todos hacen que arroje la toalla como hemos visto en esta entrada.
Los únicos que tienen interés en que se lidien toros limpios son cuatro aficionados chapados a la antigua como los selectos lectores de este modesto blog. A la mayoría este tema le da igual.
Piensen un momento en que al terminar la próxima feria de abril se anunciasen seis toros de Juan Pedro para Morante de la Puebla y en el cartel quedase claro que los cuernos están arreglados para la ocasión. Con entrada única a veinticinco euros, ¿se llenaría la Plaza de la Maestranza?
No hay más preguntas.
Un aficionado lector nos pedía un artículo para el invierno relacionado con la dichosa cadena de custodia. Pues aquí lo tienen. Por cierto, aquel amigo del blog es de Salamanca, o sea que desde aquí le avisamos de que en su bonita ciudad podrá comprar un décimo de lotería para el próximo sorteo de Navidad en la administración de un tan célebre como presunto barbero que rasura pitones de múltiples ganaderías. En el campo charro lo conoce todo el mundo...
Esperemos que haya quedado claro lo que hay al respecto de esta espinosa cuestión a partir de lo expuesto. No nos extrañará nada que a ustedes les haya dejado el mismo amargo sabor de boca al leerlo que el que nos ha quedado a nosotros al escribirlo.
Saludos cordiales desde Tarragona. Rafa.