Efectivamente, fue en la corrida concurso de ganaderías celebrada en Jerez el 14 de septiembre de 1958. Allí se ensayó esa doble raya de picadores antes de que obligase a ello la orden ministerial de abril de 1959. Al pintar la primera línea recordarán que se dijo que los toros no acometerían al no salir el picador a provocarlos y que eso haría que se fogueasen muchos cada tarde.
El toro indultado fue éste:
Pero más que un indulto fue un insulto, luego lo comentamos. Era la cuarta concurso en Jerez, una iniciativa que se le había ocurrido al entonces gerente de la plaza, don José Belmonte Fernández. En la primera de 1955 ganó este Desteñido de Juan Pedro, del que hablábamos aquí. También fue indultado pero sobrevivió de milagro:
Pero Sánchez fue sustituído por Juan Jiménez El Trianero, pasando Romero al segundo lugar. La plaza de Jerez es la tercera que tiene la ciudad. Antes se cerraba con carros la Plaza de las Angustias y se corrían los toros aquí:
La primera plaza se estrenó en 1840 con 8 toros de José Saavedra pero era de madera y se incendió 20 años más tarde. Se inauguró la segunda en
1872 con Gordito y Bocanegra.
Curiosamente, casi otros veinte años después, un nuevo incendio la arrasó. La
actual es de 1894, estrenada por Guerrita y Bonarillo con reses del marqués de
Villamarta.
El torero que más veces hizo el paseíllo en esa concurso fue, salvo error, Rafael de Paula:
¿Se han fijado en un detalle de la foto anterior? Hoy no se ve ni en pintura. En la próxima entrada nos entretendremos a cuenta de ello.
El segundo fue Ordóñez, con siete tardes que debieron ser ocho pero estaba en el calabozo. Resulta que en 1959 estaba anunciado en solitario para la concurso con Juan Pedro, Pablo Romero, Villamarta, Bohórquez, Atanasio y Núñez pero unos días antes fue detenido en Albacete. Ahí lo ven entrando en el cuartelillo:
Él y Miguelín acabaron en comisaría porque tenían sus picadores inhabilitados y Ordóñez se presentó sin ninguno y Miguelín con uno y además ‘sin intención de que ni los de Pepe Luis Vázquez ni el único de Miguelín picaran sus toros, en clara intención de alterar el orden público’ (eso decía la nota de la Dirección General de Seguridad). La empresa quiso que saliese Pepe Luis solo pero a sus treinta y siete años no se veía con facultades a pesar de que eran seis guirlaches.
Se anunció la suspensión ya con los espectadores acomodados esperando el paseíllo y llovieron almohadillas sobre la arena. Les cayó una multa inicial de 25.000 pesetas por barba (en torno a 40.000 euros). Pasaron la noche en el calabozo durmiendo en el suelo con una manta. Pero no quedó ahí la cosa, lean:
Resulta que el de Ronda ya había tenido la chulería de presentarse en festejos de agosto con los dos picadores que tenía inhabilitados y las corridas se celebraban para evitar alterar el orden público (incluso lo hizo dos días antes de Albacete, en Ronda). Lo de Albacete colmó el vaso, de ahí que se aumentara la multa y se añadiera la inhabilitación para ambos toreros y sus subalternos. Por eso no actuó en Jerez y lo sustituyeron Antonio Bienvenida, Rafael Ortega y Luis Segura (creemos que los espectadores salieron ganando con el cambio aunque eso es cuestión de gustos).
Sepan ustedes que en los años cincuenta y sesenta cada temporada eran sancionados entre 40 y 50 picadores, con inhabilitaciones incluídas. Miren esta información de la feria de san Fermín de 1960 y piensen que esas 5.000 pesetas equivalen a unos 7.500 euros, que no son moco de pavo. En siete corridas, cuatro picadores multados. ¿Qué hay de eso hoy en día?
Volvamos a Jerez porque la concurso se saldó con vuelta al ruedo para dos toros e indulto para un tercero. Cañabate salía casi eufórico de la corrida porque las dos rayas pintadas habían hecho que se luciesen mínimamente los toros. Se lamentaba de esto al respecto:
A lo que comenta a continuación habría que decirle que en el siglo XXI hay muchos toros que salen ya dominados no del peto sino de la finca:
Antiguamente el quite era para salvar al picador y actualmente es para salvar al toro de la masacre. Sea como fuere, Cañabate insistía en que era una novedad salir de un festejo hablando de toros y no de toreros:
Vamos con el resumen de la corrida para que juzguen ustedes mismos.
1. Horquillero, número 72, negro zaíno, de Juan Pedro. Tomó dos varas recargando y derribó en la segunda tras romanear. En la tercera hizo un pequeño amago de quererse ir sin irse del todo. Dos vueltas al ruedo para el toro y sólo una para Ordóñez por su estocada baja con degüello.
2. Era de Alipio y fue protestado de salida por excesivamente bizco del
derecho, por huir de los capotes y quizás por no estar en plenitud tras
golpearse duramente en chiqueros. Devuelto y substituído por un sobrero de
Bohórquez. Vuelta para Romero.
3. De Buendía, dos varas mal colocado y poca cosa en el último tercio. Silencio para El Trianero.
4. Llegamos al indultado. Era de Benítez Cubero como han visto y se llamaba Compuesto, negro bragado. Atención a su cara:
Aquí lo ven de cuerpo entero y es para echarse a llorar:
En esos años, unos llevaban la fama pero todos los importantes, Ordóñez incluido, cardaban la lana. Hacían buenos aquellos versos:
ANTES QUERÍAN LOS TOROS
UN BUEN VAQUERO
PERO HOY LO QUE BUSCAN
ES UN BUEN BARBERO
Resulta que encima sólo tomó dos varas porque el maestro pidió el cambio buscando su lucimiento y olvidando el concurso.
Por si
fuera poco, tras el primer par de banderillas de nuevo solicitó el cambio a la presidencia, que fue
concedido. Luego leemos que realizó ‘la más monumental faena que ha visto la afición jerezana
desde tiempo inmemorial’ (El Ruedo).
No pueden ocultar ni en ésa ni en otras crónicas que el torillo fue de ’gran bondad’, ‘docilidad extrema' y ‘gran
suavidad’. Se lo llega a calificar de ‘perita en dulce’, o sea, una ternera tan penosa como bobalicona. Arrojó la banderilla para simular la estocada
con la mano.
Tras el indulto, un operario fue al desolladero para volver con toda la casquería que encontró: dos orejas, rabo y dos patas para el maestro, que debió de mirar espantado aquella carnicería. Dio dos vueltas, la primera acompañado por Benítez.
Tras el indulto, un operario fue al desolladero para volver con toda la casquería que encontró: dos orejas, rabo y dos patas para el maestro, que debió de mirar espantado aquella carnicería. Dio dos vueltas, la primera acompañado por Benítez.
El bichejo se quedó casi un mes y medio en los corrales mientras le aplicaban penicilina y estricnina bajo la vigilancia del veterinario Aurelio Agüero. Al final volvió a la finca de Marchena. Al ganadero le dieron este homenaje en Cabra dos meses después:
5. Se lidió un guardiolasoto llamado Corcito, número 10, negro bragado. Cabeceó en el peto
pero fue tres veces más una cuarta de lejos con el regatón.
Luego superó claramente a Romero. Pañuelo azul para el toro, que se llevó el premio del jurado. Se
achacó a don Juan no haber solicitado el perdón para su pupilo. No se llevó el
animal de vuelta al campo pero sí se llevó el premio.
Aquel jurado estaba integrado por Juan Belmonte, Gregorio Corrochano, Álvaro Domecq y el alcalde de Jerez Tomás García Figueras, que fuera compañero de Franco en la guerra de África (ambos tenían la misma edad).
6. El de Bohórquez galopó de lejos y empujó pero de nuevo El
Trianero estuvo por debajo del toro en la muleta. Mató mal de pinchazo, estocada y seis descabellos. Palmas.
Ésta fue la corrida con las dos rayas pintadas por primera vez, ¿qué les ha parecido lo del indulto? Señores, si tuviéramos un vídeo de la faena que el rondeño hizo a ese choto, a más de un idólatra de Ordóñez se le caían los palos del sombrajo.
La preocupación que nos invade es qué se dirá de aquí a sesenta años sobre los indultos igual de despreciables que sufrimos actualmente.
En fin, nos vemos por aquí en un par de días si es que no tienen nada mejor que leer. A ver si para entonces han caído en lo que tiene de particular la foto de Paula.
Saludos cordiales desde Tarragona. Rafa.