miércoles, 5 de mayo de 2021

EL CATAFRACTO DE MORANTE

Los catafractos eran aquellos caballos acorazados que inventaron los partos hace más de 2000 años. El romano Craso, que tenía más dinero que Simón Casas y los Matilla juntos, perdió la vida frente a ellos al mando de sus legiones.

Bueno, de hecho fue muerto tras la derrota cuando negociaba un armisticio con el gran visir del rey parto. Los romanos se habían encontrado con una muralla de hierro formada por aquellos catafractos detrás de los cuales los arqueros partos disparaban nubes de flechas. De sus seis mil quinientos legionarios perecieron más de seis mil. Precisamente Julio César quería organizar una expedición de venganza cuando fue asesinado.

Al estar fuera de las redes, no habíamos tenido ocasión de ver esta bonita fotografía del señor Lozano en su página de Instagram. Nos la ha remitido un buen amigo del blog. El maestro se ha subido a ese descomunal caballazo no sabemos si para colaborar picando en el tentadero o simplemente para otear el horizonte:



Convendrán ustedes con nosotros en que el animal da miedo. Si a nosotros nos espanta, ¿qué debe de pensar la pobre vaca a la que ponen en suerte ante semejante monstruo? Recuerden esta entrada donde Ruiz Miguel decía que no necesariamente la vaca que se arrancaba de más lejos era más brava. Cañaílla sostenía esto respecto a la tienta de machos:

'De largo, a esas edades tan tempranas y con el peso que tienen, todos van al caballo. Pero conforme les acortas la distancia, ellos van viendo el caballo más cerca y lo perciben como una mole. Entonces sólo los más bravos se atreven a repetir a pesar de que ya se han dado cuenta anteriormente de que no pueden derribarlo y de que encima les están clavando la puya'

Y recordaba acto seguido lo que vio en la finca de Murteira:

'Yo he visto en la finca de Murteira a becerras que de lejos se arrancaban al caballo sin dudar y, al ponerlas cortas, se daban la vuelta y salían huyendo'

¿Qué harían ustedes si los colocan en suerte frente a este catafracto bizantino? Embestir contra eso es ir al suicidio. Ruiz Miguel puede llevar razón en que, si lo ves de lejos, todavía, pero como te pongan a cinco metros, la reacción es salir huyendo.



La visión de esa imagen casi de pesadilla nos ha traído el recuerdo de una corrida de Cebada Gago en Bilbao. Fue en agosto de 1999 y los picadores se quedaron bien a gusto haciéndola picadillo. Sucedió con la inevitable anuencia de sus jefes: Manuel Caballero, El Tato y Pepín Liria. Aquí ven a Pepín tomando el olivo ese día:



¿Se han fijado en la cara del toro? ¿Pasaría el fielato actual de Bilbao o Madrid? A lo que íbamos: Joaquín Vidal censuró agriamente la caballería en una crónica que tituló 'Esa acorazada sangrienta':





Se lamentaba el crítico más adelante de la ridiculez de abroncar al picador que pisa la línea mientras puede perpetrar a placer una carioca trasera y asesina entre el silencio pipero del personal.

Ya que estamos, al buscar la crónica de aquel día hemos topado con un escándalo que aconteció en Las Ventas por culpa del que entonces era el contratista de la cuadra de caballos, Pimpi padre. Eran los años de Jardón en la empresa. 

En una corrida mala de Pepe Luis Vázquez, uno de sus toros zarandeó el caballó, lo derribó y, no contento con ello, se ensañó hasta el punto de que lo despanzurró. Algunos metros de intestinos llegaron a quedar al descubierto. En aquella tesitura, Pimpi padre, que ejercía también de monosabio, obligó al picador a volver a subirse y a pegar otra vara. El escándalo fue monumental y lo que tuvo que escucharse el contratista no es para descrito. Además echó cara al asunto ignorando la trifulca contra él, lean:


Ya saben que Vidal titulaba siempre con tres o cuatro palabras. Ese día hizo una excepción cuando puso: 'La afición está harta de aguantar a El Pimpi'. Aquí la tienen completa.

Volviendo a la foto que nos ocupa, ¿qué notas sacaría el ganadero en ese tentadero donde Morante ejercía de jinete? ¿Cómo se comportaron las vacas cuando las pusieron ante esa espantosa visión? ¿Qué hubiesen dicho si pudieran hablar?

En caso de que viviera todavía el almirante Toyoda, miraría con admiración la foto pensando que ojalá hubiera tenido en Okinawa un acorazado como el que monta Morante en lugar de las 65.000 toneladas del Yamato que, al final, quedaron tristemente embarrancadas. Quizás habría cambiado el signo de la guerra...

Saludos cordiales desde Tarragona. Rafa.






4 comentarios:

  1. Craso, que sembró de cruces el camino hasta Roma después de sofocar la revolución de Espartaco y acabó con la garganta llena de oro fundido... Poético

    ¿A cuantos gladiadores que mañana querían ser libres habrán crucificado nuestros Simon Craso y Toño Craso?

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    1. Sí, señor, ése dicen que fue el final de Craso.

      Los métodos de esos modernos Crasos que usted cita no son tan expeditivos. Digamos que son más sibilinos, te enseñan un clavo y un martillo y ya sabes a qué atenerte. Con el silencio cómplice y rastrero de los críticos paniaguados.

      Saludos.

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  2. Siempre disfruta uno del toque histórico y cultural con los que refina y realza Vd. sus entradas, así como las referencias enlazadas de entradas anteriores. Muy agradecido. En cuanto a esos imponentes catafractos... ¡son los elefantes de Aníbal que llegan al ruedo para intimidar en guerra al toro! // Atte., Torotino

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    1. En la batalla de Zama, los romanos espantaron los elefantes de Aníbal con trompetas y pedradas. A estos caballazos drogados ni con fuego los espantarían.

      Saludos.

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