FIRMA INVITADA: JOAN ADELL
Como estábamos de viaje a Vic-Fezensac, cedimos los trastos a nuestro amigo Joan para que hiciese la crónica de la corrida. Esperemos que no nos robe muchos aplausos porque si es así, le mandaremos inmediatamente a que se tape y ya veremos si vuelve a ir en nuestra cuadrilla. No duden en entrar a discutir en la sección de comentarios si discrepan de sus apreciaciones.
VIDRIERO Y PERIQUITO: LA EMOCIÓN DE LA CASTA
Si usted es algo observador habrá detectado que existen dos tipos de aficionados “toristas”. Los aficionados que miran de reojo siempre al otro bando (a los de Domecq), que miden al toro a favor o en contra según si el hierro es de los suyos o no y que siempre dan la razón a su lector.
Yo llamo a ese tipo de aficionados los “toristas de garita”. Por el contrario, está el aficionado torista que opina sin mirar al bando contrario, que critica los defectos independientemente del hierro del burel y que no tiene problemas en llevar la contraria a su lector. A ese tipo de aficionados yo les llamo “toristas a la intemperie”.
Todo esto viene a cuenta porque quizás lea o escuche opiniones de la corrida que no diferencian, como todos eran cárdenos, entre la emocionante casta agresiva y la previsible y noble formalidad.
La corrida de La Quinta, bien presentada, llamativamente chata, enteramente cinqueña, pesadora (con un sexto de 627 kgs) tuvo dos partes claramente diferenciadas: por un lado el 1º, 2º, 3º y 6º, nobles y sosos, y por otro lado el 4º y 5º, encastados y agresivos. Vayamos al detalle.
MIGUEL ÁNGEL PERERA
Se fue Perera a puerta gayola en su primero, que era de los de nobleza. Tomó dos puyazos discretos, se ceñía algo en la muleta y aceptó sin problemas el tío vivo de pierna retrasada (eso sí, esta vez erguido) que le propinó el diestro de la Puebla de Prior. Acabó rajándose y Perera saludando una ovación.
Su segundo, Vidriero, fue un toro que recordaba a los mejores albaserradas: se dejó pegar en sus dos puyazos y llegó a la muleta embistiendo por abajo, revolviéndose y no dejándose tomar el pelo. No se tragó ni un muletazo por arriba. Y ahí se vio la falta de recursos de Perera. El toro pedía la muleta retrasada, cruzarse y ganarle la acción. Perera le quiso hacer su trasteo de siempre, de escuadra y cartabón, muleta adelantada, tirar largo y en línea… y ahí, en mi opinión, naufragó su faena. Madrid valoró su disposición y pidió minoritariamente la oreja no concedida.
EMILIO DE JUSTO
En su primero, un toro noble que embistió a todo con generosa bondad desde que salió de chiqueros, al diestro se le vio algo faltó de mando (toreando llamativamente muy de frente) y algo desacoplado.
Su segundo, Periquito, el toro de la corrida y de lo que llevamos de feria, fue un toro, probablemente bravo (hizo un buen papel embistiendo agresivo en dos varas, no hubo tercera) y, eso sí, sin duda, encastado. Se revolvía antes de acabar de pasar siendo consciente de que ahí había alguien que movía el trapo.
Exigía ser toreado. De Justo empezó queriendo torearlo con la derecha con ortodoxa honradez, pero el toro se venció y revolcó al matador con agresividad, afortunadamente sin consecuencias.
Estuvo listo De Justo porque cambió de mano y se dedicó a dar naturales saliendo y entrando de la tanda con la muleta retrasada (muy bien visto). Pero si antes criticábamos a Perera por no hacerlo, ahora criticaremos a De Justo por hacerlo en exceso (y de manera algo bruta). Es decir, faltó dejarla puesta, retrasada, en el pitón contrario y “tragar”, o por lo menos intentarlo, en vez de salir y entrar. Pero la cosa no era ni mucho menos sencilla, nada es fácil cuando hay casta.
El toro fue ovacionado en el arrastre y De Justo, después de una estocada tendida y trasera y tres descabellos, dio una vuelta al ruedo tras minoritaria petición.
GINÉS MARÍN.
Anda Ginés, un torero con un embroque envidiable, perdido entre sus cualidades (la facilidad) y sus defectos (el abuso de ventajas), Sus dos trasteos se parecieron ante dos toros, noble su primero y soso su enorme segundo. Toreo paralelo y perdiendo pasos. Nada suyo recordaremos de esta tarde.
Pero sí recordaremos la casta de Vidriero y Periquito, y la buena noticia de que todavía queda verdadera casta entre tanto merengue alabado por los toristas de garita. Y servidor, que es muy cabrón, con perdón, también recordará que no le cabe ninguna duda de que tanto a Vidriero como a Periquito, Ruiz Miguel les cortaba las orejas. (Póngase sus vídeos con victorinos si lo dudan).
Y recuerde, desconfíe de los que siempre le dan ciega y fanáticamente la razón. Son excelentes personas, pero no distinguen sus fobias de la verdad.
Cuídense.
J.