Muchos homenajes se han hecho al paleto en los últimos años. Es un ejemplo típico de lo que sucede en España cuando a los muertos se los adula sin cuento y el personal se olvida de lo que pudo haber de discutible o censurable en la vida del fallecido. La frase va por los que conocieron y sufrieron a Victorino Martín Andrés como temible tratante, en el peor sentido de la palabra.
Es que incluso nosotros nos hemos sumado a la lisonja quemándole incienso, como por ejemplo en esta entrada, donde recordábamos sus tres comparecencias madrileñas de 1968. En la del 18 de agosto dieron una media de 498 kilos y acudieron veinte veces al caballo pegando varios batacazos. Hoy los más jóvenes han crecido con la milonga que les han metido en la cabeza de que los victorinos son un encaste que no se caracteriza por su buen juego en el peto. Qué risa...
El caballo llevaba un solo ojo tapado, ¿se han fijado? También hicimos esta otra entrada en la cual nos despedíamos de él poco antes de su muerte, recordando a Baratero y también a Curro Romero cuando mató victorinos en Guadalajara.
Les informábamos en 2018 de la corrida homenaje en Vistalegre cuya crónica titulábamos 'números rojos'. Nos referíamos a que aquellos seis toros doblaron las manos un total de diecisiete veces y sólo hubo ocho entradas al caballo y levantando el palo (pulsen aquí).
Ayer en Las Ventas la corrida se tituló in memoriam. Dio una media de 551 kilos. Toros con mucha cara, nobles, sin malas ideas y horrorosamente lidiados en el caballo. Fue una cosa infame. Estamos convencidos de que el encierro fue mucho mejor, tanto en el primero como en el último tercio, de lo que tuvimos que sufrir por culpa de la permanente vergüenza que es el caballo en Madrid.
Esto que afirmamos lo vio Victorino exactamente igual que nosotros pero nunca lo reconocerá en público porque él está cómodo dentro del sistema. Esta misma corrida, con caballos que no fuesen catafractos y con la puya de Sales-Fernández utilizada por picadores que no apuntasen siempre trasero cambia radicalmente a mejor.
UREÑA. Su primero era un cárdeno, veleto, con hocico de rata y bajo de agujas, que apretó al diestro con la capa. Las fotos son del maestro Moore:
Empuja con un pitón y recibe una carioca vergonzosa como ven. Miren la mano izquierda asesina cerrando el cuello del caballo y al subalterno haciendo el paripé ya que por ahí no podrá nunca sacar el toro. En el segundo, a barrenar. Todo esto que relatamos es culpa de Ureña, ¿eh? ¿Alguien lo ha visto alguna vez preocuparse por el primer tercio? Nos lo hacen saber porque su desidia es siempre insultante.
Gran humillación pero con unos remos deslavazados, especialmente los cuartos traseros, como si lo hubieran lesionado. Era noble y no cabeceaba con lo que no dio problemas en la faena hotelera de Ureña. No se dio cuenta de que el pitón izquierdo era mejor y cuando lo vio era tarde. Además empezó a hacer posturas que rozaron lo grotesco.
Estocada media muy desagradable por perpendicular, trasera y baja. Encima entrando de esta guisa tan extravagante, marca de la casa:
El cuarto era cárdeno un poco oscuro, curiosamente acarnerado, muy ojalado, astracanado y veleto:
Lanzada contraria casi en el costillar y doble agujero trasero al rectificar. La segunda lanzada, que no puyazo, fue casi peor, algo nauseabundo. Pero todo esto a Ureña se la trae al pairo, lo ha reconocido en algún coloquio.
El animal embestía con descomposición sosa, seguro que por ese primer tercio demencial. Encima renqueaba de manos. Nada, el murciano se dedicó a picar piedra. Fue una tabarra agravada por tener que oír la insoportable radio macuto de Vivas.
Puñalada casi entera, perpendicular, baja y trasera, clavando a capón con un vicio que parece haber cogido dado que hizo el mismo gesto con el brazo en los dos toros.
DE JUSTO. Su primero se llamaba Garduño, como el de la encerrona de Fandiño que fue al corral. Era cárdeno, bragado, meano corrido, caribello y casi playero:
Hacía un surco con el morro de salida, vean:
En el primero desea empujar de bravo pero cobra muy trasero, se aflige y se suelta. Al segundo no quiere ir por culpa del monopuyazo español que había recibido. Al final, trámite donde se deja pegar de nuevo atrás. La sangre, por detrás del brazuelo. ¡Qué mal picado un toro que había embestido fenomenal de salida! Pobre animal...
Todo fue culpa de la desidia del maestro. Era un buen toro, noble y fijo, con un ligero gañafón al final que fue empeorando. Nunca sabremos si fue por culpa de ese primer tercio nefasto que terminó embistiendo de manera desabrida. Una pena, en nuestra opinión, pero con su pan se lo coma De Justo:
Trasteo estajanovista, estocada trasera, sin telonazo pero ejecutada a demasiada velocidad, sin puntilla:
El quinto era otro cárdeno, bragado, cornipaso y de mazorca gruesa:
Un par de agujeros en el espinazo con carioca. La sangre ya le caía también a éste por detrás del brazuelo. Es acongojante que reiterara idéntico y criminal pinchazo en la segunda entrada. ¡Qué buena puntería tiene esta gente para repetir puyazos asesinos!
El toro se iba parando en banderillas esperando a Morenito:
Confirmó en la muleta que había que echarse encima de él para que reaccionase a los cites. De Justo lo consiguió embarcar y como entonces repetía con codicia, le pegó pases picando y sin poder aflamencarse, cosa que es de agradecer. Y también sin que el toro terminase de ir toreado. Vean qué postura:
Estocada arriba pero saltando y con la mano alta. Orejica:
JIMÉNEZ. Su primero era cárdeno oscuro, veleto y largo, sin el hocico de rata:
Sandoval mayor se volvió a montar en el monstruo blanco, el caballazo de los cobardes. Encima lo atravesó como los picadores malos. En cuanto el toro se estrelló, se repuchó porque vio que aquello era imposible. En el segundo, nada. Otro tercio de varas tirado a la basura por culpa de la cuadra. Observen la imagen: ¿qué va a hacer cualquier toro ante ese tanque?
El toro se vino un poco arriba y empezó a revolverse con genio. Jiménez anduvo desbordado al principio pero el animal perdió fuelle. Taleguilla recauchutada y pico abundante, todo en ambiente fúnebre:
Asesinó al toro de una puñalada ignominiosa en el costillar, un ultraje.
El último se llamaba Milhijos, igual que el indultado por Moral en Sanlúcar en 2019 (recuerden aquí). Era un cárdeno de 594 kilos, cornivuelto:
Jiménez lo lanceó rodilla en tierra sin ganarle ni un metro. Tras rematar, galleó hacia los medios andando hacia atrás.
El otro Moby Dick blanco se tumbó encima del pobre animal, que al segundo no quería ir. Tardeó a gusto y cobró atrás con la salida tapada como pueden comprobar, queriendo pero no pudiendo:
Jiménez se echó la muleta a la izquierda y no quería perder la partida ante un toro de embestida encastada. Las palmas echaron humo pero su colocación no fue la ideal ya que lo vimos ubicándose ahí al lado para aprovechar la embestida del toro:
Movimientos estrafalarios de cadera, compás muy abierto, torso retorcido y mucho pico. En suma, toreo bastante tosco. No obstante, el tendido enloqueció, igual que los televisivos, aunque de éstos no nos sorprende.
Estocada mala por caída y trasera. Se perfiló en Rascafría como ven abajo. Pero los consejos que le han dado en plan 'tú entierra la espada que las orejas caerán porque los presidentes no tienen c...' ya van surtiendo su efecto dado que, efectivamente, en el palco falta eso. Teatrillo barato del diestro, con gestos de futbolista. Una oreja era inevitable aunque nosotros nunca la hubiéramos pedido.
Si el vulgo es cretino y la pide, allá él. Sin embargo, la segunda no se podía conceder ni de broma pero el presidente González se saltó el reglamento. Y luego el azul, sin tres entradas al caballo en Madrid, ni nos lo planteamos.
González demostró ser un mindundi. El año pasado tuvo que aguantar el chaparrón cuando con muy buen criterio no concedió ni la segunda oreja a Jiménez ni el azul a aquel toro de Victoriano, recuerden aquí. Nosotros lo defendimos a capa y espada ante la campaña contra él de los críticos paniaguados y de los indocumentados del clavel. Ayer se bajó los pantalones y encima lo hizo a sabiendas. Pero ande yo caliente y ríase la gente, debió de pensar. Así se escribe la triste historia de ese palco venteño.
¿Fue un fin de semana triunfal? Cualquiera que no sea aficionado cabal pensará que sí y los taurinos ni les contamos.
Marco Pérez y Morante, en hombros en Salamanca. El propio Jiménez, también en Plasencia. Lo de Marbella rozó el delirium tremens, con indultos por doquier. En Istres todo el mundo en hombros y por fin, en Madrid, la apoteosis. Los jovenzuelos de los selfies, antes denominados capitalistas, disfrutaron pegando una paliza a Victorino y a Jiménez llevándoselos en hombros para así verse mañana en las redes.
¿Es esto un síntoma de la buena salud de la tauromaquia? ¿Implica toreo de verdad? ¿Esos toros premiados son toros auténticos o sucedáneos de lo que tendría que ser el genuino toro de lidia? Y el hatajo de críticos paniaguados que nos llenan la cabeza con su triunfalismo barato, ¿no nos estarán dando gato por liebre para justificar sus lentejas?
Bah, todo es oropel, fruslería, inanidad. Aunque mil veces nos llamen enemigos de la fiesta, mil veces reiteraremos que ésta no es nuestra fiesta.
Saludos cordiales desde Tarragona. Rafa.