FERIA DE SEVILLA, 2025 (1): DOS OREJAS DE RISA

Salvo error, era la primera vez que coincidían los tres artistas. Para semejante constelación de astros se necesitaban toros ad hoc. No lo terminaron de ser los de Domingo Hernández. Tuvieron apariencia anovillada. Además, los tres diestros descuidaron la lidia porque prefieren que, ante la duda, se les paren, así la culpa será siempre del toro. Lo decimos porque esta corrida se podría haber celebrado sin picadores y los zurraron más de la cuenta.

Pero cuidado porque al no terminar de entregarse, menos mal que delante estaban estos tres. Con cualesquiera otros, la tarde se salda con mantazos a diestro y siniestro. Su juego fue éste: primero, muerto en vida; segundo, resabiado por mal lidiado; tercero, listo y huidizo; cuarto, mansinoble sin sal; quinto, parado por mal lidiado (ya van dos, Ortega) y sexto, soso y probón.

Morante se fue con dos orejicas muy baratas pero va encaminando la temporada a lo que quería este invierno y no era otra cosa que buscar la predisposición del público para levantarle el ánimo. Ya verán cuando toree en Madrid, que es donde son más sentimentales.

MORANTE. Su primero pesaba 582 kilos, acochinado y de poco respeto. Llevaba la lengua afuera tras el tercer capotazo, no hay más que decir. Y exhibía esos pitones:

Ver a Iturralde pegar a este animal dio pena. Era igual que ver a Tyson golpear a un peso mosca. Como iba al ralentí, Morante se recreó en dos verónicas excelentes. En la tercera, voltereta, sólo le faltaba eso:

Luego metió el toro en la enfermería para darle cuidados paliativos porque estaba moribundo. El de la banda tiene más cuento que calleja. Tendría que haberle tocado la marcha fúnebre de Chopin en lugar de un pasodoble absurdo:

Pinchazo sin fe, estocada corta y dos descabellos. Observen que cuando quiere matar bien, que es pocas veces, nunca pega el telonazo:

El cuarto tenía carita torera, de los que no hace falta sentarlo en la barbería. 

Morante pegó cinco medio brionesas de paso atrás que volvieron medio loco al respetable:

Demencial ovación a Cruz por clavar en el lomo con la mano izquierda asesina. No les engañamos:

El torillo era un mansinoble ideal para destapar el tarro. El problema es que estaba ahogado y no podía con su alma. Ultraderechismo con una colocación que no nos gustó pero euforia de los maestrantes y excusamos decirles lo estomagante de los comentarios televisivos:

Casi entera trasera y dos orejas de risa, de ésas que solamente son para volver a casa diciendo que has visto algo histórico. 

ORTEGA. Su primero era un torito sevillano de pezuñas bastas. Venía bien picado del campo como se vio en las verónicas a cámara lenta del maestro. Hubo un par de salón pero otras con el toro lejano:

El piquero le hizo un boquete repugnante y quizá por ello empezó a moverse raro. No era para menos, vean:

Si el pobre animal no quería caldo, taza y media: las banderillas cayeron en el lomo de tanto clavar a toro pasado. Fuentes tuvo un susto cuando hizo por él en lugar de por la tela:

Esperábamos uno de esos inicios de faena mandones de Ortega para ver si metía el toro en vereda. Resultó que tragaba a regañadientes, reculaba, escarbaba y miraba de manera molesta. Pero ¿qué quería, con ese agujero negro que le había hecho el picador más las banderillas clavadas en cualquier sitio? Eso sí, los televisivos de canal sur pusieron a caer de un burro al pobrecillo animal, todo era culpa suya.

Buena estocada arriba, un poco pasada pero sin telonazo, fíjense. Mató el toro con esa mano izquierda, una cosa que Damián Castaño nunca sabrá en qué consiste:

El quinto era otro torito sevillano, con cara de niño y un pitón izquierdo de lujo. Por ahí le dio dos verónicas preciosas. Recuerden lo que decíamos aquí hace cuatro años cuando a Ortega no lo conocía ninguno de los que ayer lo jaleaban en la plaza. 

Quiere embestir en el peto pero lo cierran, le pegan y se aflige. ¿No se da cuenta el maestro de que con esos torillos no debería ni ordenar ni permitir eso? Y encima va y en el quite le hace dos recortes para que le crujiese bien el espinazo. Ay... Nos consta que alguna vez ha leído nuestro modesto blog. A ver si lee esta recriminación que le hacemos.

Inició la faena con ayudados por alto para no acabar de matar al toro pero éste ya estaba parado y sin alma, culpa suya. Casi entera en el rincón con patas al cielo. Equivocó la suerte y el toro lo cerró, observen: 

AGUADO. El tercero era negro azabache, zarco, astracanado, aleonado y badanudo:

Primer puyazo de bravo, con los cuartos traseros pataleando en el aire y cobrando una carioca en la paletilla:

Acto seguido, el reserva le dio en el espinazo y ahora ya no peleó y se soltó porque empezaba a buscar el puente de Triana. Aguado movió la muleta con terciopelo para ver si lo engañaba pero los pases se los sacó cuando ya no tenía gasolina y se había parado. Sigue abusando de picar, que conste:

Dos pinchazos con telonazo, otro muy bajo y una desprendida perdiendo avíos:

El último era otro torete anovillado. Esta verónica tuvo empaque:

Manseó en varas y después García se alivió en el primero y fue mejor en el segundo aunque clavando muy trasero. Pero siempre lo aplauden... Comparen:

Mala suerte para Aguado porque este toro tampoco era franco: miraba, gazapeaba, escarbaba y probaba. Los seis o siete naturales que le sacó nos parecieron lo más meritorio de toda la tarde a pesar del silencio sepulcral con que los siguió el público:

Pinchazo malo seguido por un feo sablazo, por tendido y traserísimo.

Retransmisión deficiente de Canal Sur y comentarios triunfalistas hasta la náusea. Se pasaron la tarde insistiendo en que Morante venía muy dispuesto, con muchas ganas, con grandes deseos de contentar al público... ¡Anda! Pero ¿eso no debería ser la norma en cualquier torero?

A Cañaílla no hay que hacerle demasiado caso porque la memoria le falla como escopeta de feria. Se la refrescábamos en esta entrada a cuenta de lo que repite de las cinco tardes en Bilbao. Otra vez dijo que salió a hombros con veraguas en Tarragona cuando solamente cortó una oreja. Ahora dijo que su rabo al miura en Sevilla era el único.

No maestro, antes del suyo en 1971 a Gallero hubo otro de su paisano Rafael Ortega en 1956 a Tormenta. Lo contábamos aquí. Sepan que en esta última corrida dos picadores fueron multados con el equivalente aproximado a mil euros por barba 'por recargar en la suerte de varas'. ¡Qué tiempos! Lamentablemente no volverán porque otro gallo cantaría...

Saludos cordiales desde Tarragona.