FERIA DE SAN ISIDRO, 2025 (14). JUAN PEDRO: EL ARTE... DEL BOSTEZO

Muchos se ponían la venda antes de la herida para soportar mejor la posible desilusión. Era la misma sensación que de pequeños recordamos cuando se anunciaban Curro y Paula. 

La frase de Juan Pedro, cursi hasta la médula, es que sus toros deben permitir que el torero abra su alma. Esto es todo lo contrario a lo que nosotros entendemos que tendría que ser primordialmente la tauromaquia, o sea, dominar un animal fiero. ¿Qué pasó ayer con los dos artistas, tres si sumamos al ganadero? Pues que no abrieron ellos su alma sino que nos abrieron a nosotros la boca de tanto bostezar.

Media de 555 kilos pero presencia menos que justa en cuatro de los cinco. Es que fueron cinco los aprobados a partir de los once revisados. Se completó con un añadido de Torrealta. Recuerden aquí que la juampedrada del año pasado fue mala (aunque mucho mejor presentada) y aquí, que en 2023, muy sosita. Pero en unos días vuelve ya que le han comprado seis más para la Beneficencia. Es un tío con suerte. 

El ganado dio pena, que es lo peor que puede dar un toro de lidia. En varas, simulacros varios. En la muleta, muertos en vida. Esta pareja quiere torillos moribundos pero quizá no tanto. ¿Qué hubiese pasado si colaboran un poquitín? Pues mucho nos tememos que se desata la locura generalizada. La prueba fue ver con sorpresa cómo el personal enloquecía con el jamón de York de Aguado en el sexto. Pero el de pata negra, no lo catamos en toda la tarde.

Durante la retransmisión nos dio la impresión de que en el tendido se imponían los protestantes durante la primera mitad pero que en la segunda los del clavel plantaron cara y entonces la zaragata adquirió su máximo esplendor. A ver si algún amigo de los presentes nos confirma esto porque ya saben que Telemadrid no atendió nuestra solicitud de emitir la feria con sonido ambiente.

El abundante público chicuelino volvió a casa más tranquilo con esa orejica porque si no, ¿qué cuentas a la familia? Pues lo del titular, que vienes de urgencias con la mandíbula descoyuntada de tanto bostezar.

ORTEGA. Llevaba un vestido como el de Gallito en la encerrona de Martínez. Su primero era un colorado ojo de perdiz, acapachado y cornilevantado, que se tapaba por la cara. Las fotos, donde todos los toros salen mucho más favorecidos que en el ruedo, son del maestro Moore:

Por la derecha verónicas correctas. En cambio, todas las de izquierdas, de paso atrás. Primer puyazo musical con la cabeza en la mona. Alfilerazo en el segundo y el toro ya para el tinte. Anoten otro que se deteriora un pitón en el peto. Ya van cuatro o cinco en la feria, vean:

Animalico mortecino que punteaba la tela por su propia asfixia. Nada. Ortega ponía caras de estar toreando miuras:

Se equivoca en la contraria y pincha. Insiste contumaz y deja una media atravesada y delantera sin puntilla. 

Su segundo era negro zaíno, largo, de 580 kilos pero si no llega a ser por la tablilla, se protesta seguro:

Señal en el lomo, con el hermano del Bene queriendo coger el caballazo por la muserola, vean. La impunidad de los monolistos en esta plaza es total:

En el segundo huyó. En la primera tanda el animal protestaba y se revolvía pero sin malicia, pendiente solamente de lo rojo. Como en la segunda agotó la gasolina, se acabó lo que se daba.

Trasteo pesadito con justas protestas. Media ladeada que basta y observen que no pega el telonazo poniendo el palillo horizontal como Uceda Leal y tutti quanti. Es que lo que debería ser normal se transforma en noticia:

El quinto era un castaño oscuro, listón, bragado, bien encornado. El de más trapío sin duda:

Fue el único que medio empujó. En el primero, ¿eh? En el segundo metió bien la cara abajo, cobró trasero como ven y se soltó.

Quiso asegurar Ortega la estabilidad del toro ayudando por alto, no fuera que claudicase. No obstante, en el cuarto pase de la tanda posterior ya se iba al suelo. Nada, una pesadez.

Media arriba dado que el toro lo corta y Ortega que se vuelve de Madrid una vez más con las manos vacías. ¿Seguimos esperando o qué?

AGUADO. Llevaba un vestido como el de El Yiyo. Su primero era un castaño albardado, anteado, astracanado, bragado, lavado de cara y de poco respeto por anovillado. Por ese motivo el recibo capotero de Aguado fue despreciado por la concurrencia:

En el primero el diestro decía ¡vale! pero Espartaco no hacía caso, tal y como debía de estar hablado en la furgoneta. En el segundo, señal en el lomo.

El novillete iba y venía por ahí, rebrincadillo, sin rumbo fijo. Nada. Intentó un macheteo con mucha desconfianza... por no escribir otra cosa.

Pinchazo de cárcel (hasta Encabo dijo pinchazo feo, imagínense cómo sería), uno más escupido y sablazo trasero y atravesado estirando el brazo.

El cuarto era otro que se tapaba por cornalón, muy protestado:

Verónicas finas de recibo aunque no hondas pero...

Puyazo caído con discrepancias en la cuadrilla. Alguien dijo vale y otro dijo espera. Esperaron, como han adivinado ya que el torero es Aguado. Señal en el segundo.

No insistiremos más en el recital de indignantes pares a toro pasado que volvimos a sufrir. 

Torillo de vaivén complementado con el teatro barato del diestro dando pasitos ridículos, plegando la muleta, agachando la cabeza... Pero torear, lo que se dice torear, nada. Lo del pico fue delictivo y con ese torete ya podría haber presentado la muleta plana alguna vez. Vean:

Corta espantosa por caída y atravesada con telonazo. Descabello y fin de la gran tabarra.

El sexto era el de Torrealta, uno negro mate, alto y renqueando de atrás sin que nadie protestase:

Tenía los ojos raros, nos recordaban a los de una harpía:

Buen empuje aunque recibiendo tres agujeros diferentes de Benítez, que ya masacró a un novillo de Alcurrucén. Señal en el segundo. A éste lo van a ascender a comandante de la banda del castoreño porque sus deleznables méritos son incuestionables. 

Inicio garboso hasta los medios, lo único bueno de su tarde en nuestra maniática opinión, claro. Después el toro, sin tener temperamento, no estaba moribundo del todo, que es lo que le gusta a Pablito. Al poco el animal se cansó y entonces le pegó un natural bueno, uno.

Cumplidas las dos horas de plúmbea corrida, el público orejil pareció feliz con estas migajas. Los oles se nos antojaron de pueblo, dicho sea con perdón de los capitalinos.

Entera caída, tapando la cara y, ¡oh, sonó la flauta!, sin puntilla. De nuevo teatrillo del maestro y oreja ahora sí, de pueblo total, dicho sea sin perdón de nadie. Ahí la tienen, con lo de caída igual somos generosos:

Lejos queda aquel otro mano a mano entre Gallito y Belmonte el 2 de mayo de 1914. Belmonte hizo la memorable faena a Tallealto, con el respetable de pie, enfervorizado. Oreja concedida por aclamación de la mayoría belmontista para equilibrar la que había cortado antes el Nene. Pero al día siguiente salta la sorpresa: el presidente escribe una carta lavándose las manos como responsable del palco diciendo que él no nunca hubiera concedido una oreja con estocada caída. Eso había sido cosa del vulgo. Oliver, ya sabes lo que tienes que hacer. Pero no lo hará porque más de una vez lo hemos visto en el patio de cuadrillas besuqueando a los toreros.

A ver si algún día se acepta nuestra propuesta de que tras la retirada de los toreros cruce el ruedo el ganadero o su mayoral para someterse al escrutinio popular. Ayer fue de los días en que si al final el mayoral cruza el ruedo, lo esperan con el caldero de brea y las plumas. Menudo puro, Juan Pedro. 

Ahora bien, desde el Castillo de las Guardas seguro que viaja un jamón de pata negra hasta casa de Aguado, ya que en los titulares de hoy lo del diestro con el de Torrealta tapará el bodrio ganadero. 

Pero, oiga, ¿no éramos nosotros quienes íbamos a probar una buena ración de jamón de bellota servida por estos artistas? ¿Dónde está?

Saludos cordiales desde Tarragona. Rafa.