Qué pocas veces los deseos de los toreros sin contratos se convierten en realidad. Algunos apuntan tan alto en sus sueños que no hay manera de que se cumplan. Juan Ortega, cuando no toreaba y le preguntaban qué deseaba en el mundo del toro, respondía lo que han leído en el titular.
Era una respuesta corta y clara, nada de 'quiero llegar a ser figura del toreo' o 'quiero salir a hombros por la puerta grande de Madrid'. No, se conformaba con que un día le saliera un toro en la Maestranza al que pudiera pegar tres verónicas a su gusto. Él estaba convencido de que su gusto sería también el del público maestrante y así, tras esas verónicas, lo demás ya vendría por añadidura.
FOTO: Alejandro Ruesga |
La secuencia de esos lances la pueden ver pulsando aquí. Todos los grandes capoteros han repetido que las verónicas buenas se dan cuando el toro ya ha ido al caballo. Hombre, eso sería antes porque como los toros de hogaño vienen picados del campo, te puedes estirar sin problemas de inicio. Quedan lejísimos los tiempos de un joven Curro Romero que enviaba por delante a un peón para que le enseñase cómo embestía el toro antes de salir él.
Cuando echa la capa al toro por primera vez tal como viene, el ingeniero se da cuenta de que lleva un puyazo de nacimiento. Por consiguiente, se recrea ya en el siguiente lance, donde el toro aún no va bien metido en la panza del capote:
En la segunda verónica le gana el terreno y lo lleva con temple sin permitir que toque la tela:
¿Se han fijado en que ambos pies están asentados en el albero? Así tenía que ser la verónica genuina según Paco Camino.
La tercera la da llegando a la raya. El compás, más abierto. Pensamos que él no es un torero para abrirlo tanto. Observen en la secuencia, porque en una imagen fija es imposible apreciarlo, que no son verónicas tramposas de paso atrás. Hay que mirar las piernas de los toreros, pocas cosas hay tan interesantes en una corrida de toros como mirar las piernas de los toreros. Ahí están muchas de las claves del toreo de verdad:
Morante también da verónicas sin echar la pierna atrás... aunque sólo cuando quiere. Recuerden que aquí si lo hizo pero aquí no. Bah, total, lo aplauden igual, nadie se fija en las piernas. Precisamente sobre las piernas de Ortega hablábamos en esta entrada comparando su toreo con el embaucador de Perera.
Con la cuarta, sobre la segunda raya, hace crujir el espinazo del toro. En vacadas seleccionadas para el uso y disfrute de nuestras queridas figuras, eso equivale a un puyazo, vean:
Todos coinciden en que la quinta es la mejor. No lo vamos a discutir a pesar de que el jandillita no va del todo metido en el capote. Pero el remate es espléndido, apreciándose el viaje del toro en semicírculo, el temple del maestro y la lentitud con que ha movido los brazos:
Tras el remate de la sexta, el toro parece aturdido, no sabemos si es que no entiende qué le están haciendo o sí lo entiende y lo agradece. Observen cómo levanta la cara tras verse burlado seis veces con tanta suavidad:
La última es la única en que el toro le puntea el percal, suponemos que es porque el maestro piensa que va a ir mucho más entregado que antes tras ver la reacción de desconcierto que tuvo en la anterior. La sorpresa es que pega un inesperado gañafón al final:
Finaliza con una media con cierto sabor a Chenel, por lo inclinado del torso, pero con olor a Belmonte por cómo recoge el capote en la cadera y se retira con él enrollado en el cuerpo:
A Ortega lo vimos con diecisiete años en un tentadero y poco después en un festival en Baños de la Encina donde triunfó. Ahí lo tienen bajo la mirada escrutadora de los dos de más abajo:
Por cierto, aquel día fue precisamente Dámaso quien abonó el ruedo para que la semilla de Juanito germinase en el actual Don Juan:
Hablábamos en nuestro modesto blog de Ortega cuando no toreaba, recuerden aquí. Nos preguntábamos de qué le servía intentar torear bien en esta tauromaquia líquida, plena de alivios y ratimagos nunca denunciados por los críticos desahogados y siempre jaleados por el público orejil. Recuerden lo que afirmaba su mentor, Pepe Luis Vargas:
'El aficionado actual ha cambiado para mal: aplauden las ventajas de torear sin cruzarse, echando la pierna atrás y escondiéndose del toro, ese toro docilón, que no molesta, con el que todos hacen la misma faena. No hay verdad ni emoción'
Donde pone 'aficionado' pongan ustedes 'crítico taurino'. Pero poco a poco, y gracias a Dios, el ingeniero se va ubicando en el sitio que le corresponde. No obstante, seguimos sin comprender cómo es posible que esos críticos paniaguados alaben a este maestro a la vez que siguen loando a los Juli, Perera, Manzanares y tutti quanti. No puede ser y es imposible de toda imposibilidad. Lo que hacen estos tres y muchos más es torear hacia atrás escondiéndose del toro, o sea, destorear. Y abriendo siempre la puerta al toro al final del pase.
El toreo de Ortega no tiene nada que ver con eso. Los críticos desahogados lo saben perfectamente porque ni son tontos ni están ciegos. Pero viven de esto y no tienen más remedio que hacerse los tontos o ponerse una venda en los ojos.
Saludos cordiales desde Tarragona. Rafa.