Desde este modesto blog nos hemos ido esforzando por iniciar cruzadas contra abusos o alivios en esta tauromaquia que nos ha tocado vivir pero nuestro fracaso es patente. A Pedro El Ermitaño lo siguieron miles de personas y al flautista de Hamelín por lo menos lo seguían los ratones. A nosotros no nos sigue ni el que asó la manteca.
Repasemos varios ejemplos de situaciones censurables que hemos abordado repetidamente desde aquí con el deseo de ver si algo cambiaba. No ha habido éxito en ninguna. Así, a vuelapluma:
- El telonazo tramposo al entrar a matar. No sólo se siguen concediendo orejas con él sino que en televisión se alaban estocadas perpetradas exhibiendo este espantoso ratimago.
- Los pitones sospechosamente romos de muchos toros que saltan al ruedo ante el silencio del tendido y la connivencia vergonzosamente cómplice de los críticos paniaguados.
- Las tres medias verónicas consecutivas que siguen pegando muchos diestros para destroncar deliberadamente al toro, tratándolo como si fuera una maquinita tragaperras... o tragapases.
- Los puyazos premeditadamente traseros de casi todos los picadores, que son silenciados por los comentaristas televisivos cuando no jaleados con la sandez del socorrido 'se ha agarrado bien'.
- La actitud de muchos presidentes, que miran para otro lado en lugar de defender al pagano. Sus propuestas para sanción brillan por su ausencia y solicitar que manden pitones a analizar es pedir que sequen el mar.
- Las banderillas clavadas a toro pasado sin que en televisión se recalque la diferencia con quien cuadra en la cara, siquiera sea para honrar al que hace las cosas bien.
- El monopuyazo español, pan nuestro de cada día, que suele ir acompañado del autismo del diestro y la resignación del respetable, con la presidencia llamándose a andana.
- Las taleguillas recauchutadas, que evitan cornadas cuando pincha el toro sin poder traspasarlas. En televisión llegan a exclamar en directo '¡lo ha calado!' y acto seguido escuchamos su silencio delatador cuando se ven las repeticiones y el diestro se está levantando sin herida alguna.
- Los indultos de chichinabo, que son mendigados por toreros y ganaderos, concedidos por palcos acomodaticios y jaleados por críticos paniaguados cuyo servilismo es sonrojante.
Dejémoslo aquí porque, total, no sirve de nada. Pero hay otra situación tan censurable como éstas de la que, salvo error, nadie habla excepto en este insignificante cuadernillo. Nos referimos a los monosabios que 'ayudan' al picador en su labor metiéndose en camisa de once varas cuando deberían estar tapados en el callejón.
Hemos tenido un ejemplo este fin de semana con el azuleado Farolero de Montealto, que empujó a base de bien el caballo de Sandoval pequeño mientras un monosabio hacía lo que no debería hacer. Observen en la oportuna foto del maestro Moore que el toro ha llevado al picador hasta las tablas y el monosabio ya está deseando intervenir:
En la siguiente imagen vean cómo ha agarrado el caballo de las riendas queriendo ayudar al picador a salir de ahí:
Pero no lo empuja como parece sino que tira de él. Y ahora es cuando culminará el despropósito. Por un lado, Sandoval tira hacia adentro para, a la vez que tapa la salida y arrecia el castigo, intentar dirigirse hacia la raya. Por el otro, el monosabio abre el caballo en dirección contraria estirando sin piedad. Al pobre animal, ciego y con las orejas taponadas, lo están volviendo loco:
Tienen toda la secuencia pulsando aquí. Por cierto, atención al empuje del de Montealto porque si eso lo hace cualquier toro de las ganaderías que ustedes tienen en mente, la parroquia torista no nos dejaría tranquilos durante meses. Los toros del panadero son juampedros, que conste en acta.
Lo de los monosabios sabios es cada vez más frecuente. Uno de los sitios donde suelen dar la nota es en Las Ventas. Esta imagen es de la pasada feria de otoño con un toro de Victoriano:
En provincias ya es un escándalo. A veces de forma sutil, alargando el brazo desde el burladero, como en Tafalla con uno de Sobral:
Otras, mareando al caballo por la boca y por la cola, como en Castellón con uno de Victorino. La pareja de monosabios está humillando con su ayuda nada menos que a todo un figura como Sandoval grande:
El reglamento nacional dice en su artículo 72.8 que los monosabios simplemente son auxiliadores del picador y a estos efectos podrán ir provistos de una vara para el desarrollo de su labor. Podemos llegar a entender que desde el callejón azucen al pobre caballo con la vara para intentar que salga de los adentros en una situación de apuro para el piquero. Pero lo de agarrar las riendas desde allí o situarse en el ruedo auxiliando indebidamente al picador nos parece una vergüenza.
En las plazas francesas donde actúa la caballería de Bonijol jamás hemos visto a sus monosabios pasándose de sabios. Ahí los tienen, quietos detrás de la barrera, mientras el de a caballo tapa la salida al resina con esa mano izquierda asesina:
En cambio, hemos visto al jefe saliendo a salvar su caballo en situaciones extremas como ésta con Calice y el gran Espantavivos de Ibán. Si en ese instante el toro lo ve, está listo:
O aquí con Destinado y el memorable Cantinillo de Aguirre:
Pero lo que se está siendo habitual en todas las plazas españolas pasa ya de castaño oscuro. El monosabio debería comportarse como el copiloto en un rally, indicando o aconsejando al piloto. Lo que no puede ser es que le coja el volante o el freno de mano. Sorprende que los picadores traguen con esas situaciones cuando deberían rebelarse ya que los están ultrajando.
No obstante, a veces el problema es otro. Nos encontrábamos en una plaza donde el monosabio estaba picando más él que el de arriba. En el quinto toro ya no pudimos más y cuando se retiraba con el piquero le gritamos: '¡a ver qué pasa con esos monosabios que se pasan de listos!' Los que nos conocen saben que no somos de gritar excepto cuando algo en el ruedo nos saca definitivamente de quicio.
Se giró para localizar nuestra posición, que era muy cercana al callejón. Cuando volvió poco después, se acercó a buscarnos y el diálogo fue éste que empezábamos nosotros:
- ¿No es verdad que te estás pasando de listo? Estás ahí agarrando al caballo todo el rato. Deja al picador que trabaje él, hombre.
- (Negando con la cabeza con cierto gesto de resignación) Pero ¿tú no ves lo que está pasando o qué?
- ¿El qué?
- (Bajando la voz) Pues que hay dos o tres picadores que hoy es la primera vez que se suben a un caballo de picar, hombre. Tengo que estar pendiente de que no haya una desgracia.
Vale, ahí nos tuvimos que callar y entendimos que el de la cuadra quería que la corrida transcurriera sin novedad. Pero antes hablábamos de los dos Sandoval, picadores con experiencia y que se ganan bastante bien la vida. ¿Qué justificación tiene ayudarles en su función de manera tan descarada?
Toda la vida los monosabios han querido ayudar, observen esta foto de 1935 con Rafael Andradas El Artillero:
Pero en aquella época eran arenques y no mamuts por eso el abuso de hoy no hay por dónde cogerlo. Al final vamos a acabar como en el Perú, donde en algunas plazas el picador espera a que le pongan el toro en suerte... ¡con el monosabio aguantando el caballo! No es broma:
Pulsen aquí para ver cómo acabó la cosa porque les sorprenderá. El novillete no tiene mucha presencia pero sí bravura y en un momento se hará el amo del cotarro.
En Valladolid ya tuvimos un accidente con una fea cogida a un monosabio que no tendría que haber estado donde estaba. El toro era de El Pilar y las fotos, de El Norte de Castilla:
Es igual, da lo mismo lo que digamos. Apunten esta entrada para añadirla a la retahíla de situaciones nefastas en los ruedos que enumerábamos al comienzo. Nadie censura nada porque el triunfalismo es lo que interesa al pesebre donde comen los profesionales y la crítica paniaguada. La autoridad, mientras tanto, prefiere mirar para otro lado.
Como nosotros no vivimos de esto, lo denunciamos aunque si hacemos de flautista de Hamelín, no nos seguirá ni una rata ciega.
Saludos cordiales desde Tarragona. Rafa.