lunes, 30 de septiembre de 2024

EL PARQUE DE ATRACCIONES DE TALAVANTE Y PONCE

En esos parques de atracciones y ferias infantiles siempre hay un tiovivo para los más pequeños. No obstante, esos tiovivos pueden convertirse en el cine en siniestros aparatos de pesadilla, recuerden El Poder de Haskin, Impacto súbito de Eastwood o Extraños en un tren de Hitchcock.

En Sevilla el tiovivo volvió a su esencia de entretenimiento infantil que hizo las delicias de un público maestrante cada vez más feliz y menos exigente ante la bisutería que le ofrecen. Hagan un alto en la lectura y vean esto:



En el vídeo lo que hace Talavante a nuestro juicio es torear hacia atrás dejando la muleta puesta en la carita del de Victoriano. Va pivotando mientras favorece el viaje del toro y se ubica en su oreja, ayuno de riesgo. La sensación de peligro ha desaparecido en ese ballet circular que, con todos los respetos, calificaremos como ridículo tiovivo.

Lo de la oreja no es de nuestra cosecha sino de la de César Rincón. Cuando se turnaba en los comentarios televisivos con Emilio Muñoz, hubo un día en que se le escapó. Un torero en Las Ventas estaba enloqueciendo a la mayoría del público con su toreo de tiovivo ante un borrego muy similar al de Talavante en Sevilla. En un momento dado, Rincón dijo, con esa media sonrisa suya que se le intuía al escucharlo: 'bueno... es que... la verdad es que está toreando en la oreja del toro, ahí no hay riesgo...'

Observen el mecanismo porque podríamos calificarlo como el pase sin fin. Miren en el primer pase a dónde apuntan las zapatillas respecto a la situación del toro. ¡Ha citado casi con el trasero!



Cuando el pobre animal se vuelve él diestro enlaza con otro pase pero continúa en permanente fuera de cacho:



Sigue pivotando escondiendo la pierna y toreando hacia atrás:



La forma como el toro sigue empapado la muleta es un milagro de la genética. Pero cuando el maestro se lo vuelve a traer, de nuevo se ubica fuera de su trayectoria. En eso consiste lo que decimos de componer la figura aprovechando simplemente el viaje del toro, no mandando en la embestida:




Dado que al toro le cuesta respirar por humillar tanto y tan seguido, levanta la cabeza para tomar aire:



El momento lo aprovecha el maestro para terminar ese pase sin fin con una arrucina que el de Victoriano se traga con docilidad perruna, culminando este patético ultraje a la raza de lidia:



Qué empalagoso todo, ¿no les parece? Y qué toreo más falso... Torear debería ser conseguir que el toro anduviera por donde no quiere andar o, dicho de otro modo, lo que afirmaba con toda la razón el gran Amós Salvador en su Tauromaquia (recuerden aquí):

"El torero debe colocarse de forma que el toro quede interpuesto en el terreno del torero y éste en el de aquél. Así, si el toro avanza por su terreno en dirección al diestro, debería cogerlo a no ser que, para impedirlo, el maestro interponga una suerte destinada a desviarlo de su intención"

Nada de esto vemos en ese toreo de Talavante, ayuno de hondura, de riesgo, de esencia taurómaca y pleno de candonga y ratimago. Nos dirán que el público quedó encantado de la vida. Ya... ¿y? ¿Insisten ustedes en que los críticos paniaguados han echado las campanas al vuelo? Sí, claro, pero ésa es su obligación para seguir degustando el menú que les sirven en el pesebre los taurinos, donde se agachan a comer de rodillas.

En este vídeo a partir del 5'34'' podemos asistir en la misma corrida a un arrimón vulgar de Luque. A quienes hemos visto los arrimones de verdad de Manili no nos impresiona en absoluto. Ya conocen nuestra teoría sobre el arrimón, que pueden releer aquí.



Esos tiovivos que menudean hoy en día ante el norit o la ternerilla vuelven locos a los espectadores de una manera inconcebible. Por contra, a nosotros nos dejan con una mezcla de somnolencia e irritación. El de Victoriano de Talavante no es un norit genuino porque no va al ralentí. Pero no cabe duda de que es un animal fundamentalmente bobo, dado que traga con esa gran afrenta para lo que debería ser un toro de lidia, que consiste en ponerse a dar vueltas alrededor de un maestro en el parque de atracciones.

En esos parques siempre hay otra atracción que hace las delicias de los más pequeños. Se trata del domador que exhibe algún animalico al que obliga a hacer gracias. Así, encontramos al risueño chimpancé, al oso que baila, a la cabra que se sube a una silla o a los típicos caniches. Precisamente en esta foto de abajo no desentonaría el juampedro que desorejó Ponce en Las Ventas:



No exageramos, observen este vídeo de abajo a ver si llegan hasta el final (nosotros fuimos incapaces):



No vamos a repetirnos porque lo que vemos aquí es lo mismo que criticábamos en esta entrada. Todo lo que escribíamos entonces sirve para comentar esa faena de Ponce al juampedro, con la agravante de que aquello fue en Murcia y esto le valió dos orejas en la que algunos consideran primera plaza del mundo. Entresacamos una autocita de aquella entrada pidiendo disculpas por ello. Es de hace siete años pero va que ni pintada para lo visto en Madrid:

El toro sólo ve un trapo rojo y él se aparta mientras el animal 'pasa por ahí'. Ya verán que le da un pase donde el toro gira casi quinientos grados a su alrededor. Por ahí se dice que Ponce 'empuja la embestida' del toro ¿Dónde se ha visto que haya que empujar la embestida del toro? ¿El toreo no debería consistir en tratar de dominar esa embestida? El mundo al revés... Al final da unos circulares de espaldas rodilla en tierra donde se sigue confirmando la impresión de estar viendo un número de circo y no ante el dominio de un animal fiero:

Que tanto Talavante como Ponce se marchasen en hombros por sendas puertas otrora grandes y hoy de servicio no tiene la menor relevancia en esa tauromaquia de la martingala y el engaño.

Bueno, al fin y al cabo en este parque de atracciones se cumple lo que decía otro de los gloriosos comentaristas televisivos del pesebre, Manuel Caballero: 

Nadie dude de que hoy estamos ante el mejor toro de la historia, es que con él se puede hacer diabluras...

Pues no, jefe, nosotros preferimos menos diabluras y más toreo hondo. Estamos convencidos de que los viejos maestros todavía vivos deben de ver con envidia, y también con cierta indignación, que ante ese toro tan facilón, el de las diabluras, los diestros actuales se dedican al tiovivo, a las posturitas, a torear hacia atrás, a esconder la pierna y, en suma, a aburrirnos con tanta comedia. Las diabluras, con los caniches.

Saludos cordiales desde Tarragona. Rafa.


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