En el desafío de Valdepeñas salieron tres aguirres romos, no de casta o bravura sino de pitones. ¿Cómo puede ser eso, se preguntará la legión de aguirristas? Pues átennos ustedes esa mosca por el rabo. Aquí tienen al primero, ¿qué les parece?
Seguramente será que al no llevar fundas escarbaron en el suelo o rascaron en las encinas o vaya usted a saber qué excusa podrían inventar los que en este tema justifican lo injustificable. Lo más llamativo es que medían sus fuerzas contra una ganadería de la tierra, la de José Manuel Patón que está a nombre de su hermana, Manuela Patón, y que vinieron impecablemente en puntas, vean:
Lo de Manuela Patón es una mezcla de Santiago Domecq con vacas de Juan Pedro que el ganadero compró a Morante, que a su vez habían sido de La Campana. Empujaron en el caballo lo reglamentario y luego no dieron dificultades a los toreros. Lástima que al tercero, que parecía el mejor, no lo vimos.
De los aguirres destacó el quinto, un bravucón marca de la casa, y el sexto, un toro muy listo, que se sacaría la ESO con mejor nota que muchos alumnos actuales.
Hubo un tercio de entrada, con general a 30 euros. El presidente empezó serio en el primero pero se deshizo como la mantequilla de Soria en los siguientes contribuyendo a la exhibición de casquería. Otros años había más seriedad en el palco y también en la suerte de varas. Además se anunciaban los toros con los paneles correspondientes y aquí no hubo nada de eso.
SÁNCHEZ VARA. Su primero era uno de Dolores Aguirre, negro bragado, meano, chorreado en morcillo, con los pitones romos y mansurrón de salida. Amplíen la foto por la parte de los cuernos:
El maestro ordenó clarísimamente el monopuyazo español y dieron auténtica vergüenza tanto él como el de la banda del castoreño. En un teórico desafío no pinta nada ese monopuyazo asesino pero ya ven.
Puso un pan de banderillas bueno no como en Añover. Fue el único bueno de los siete que clavó en toda la tarde. Fue curioso que en su primer toro hizo lo de siempre, mandar los peones por delante para que el personal reclamase su presencia, como así ocurrió. En su segundo repitió la comedia pero nadie reclamó nada y los retiró igualmente:
El toro protestaba un poco pero era noble y Vara estuvo en su línea de distanciamiento. En la primera imagen se aprecia el protestantismo inicial y en la segunda el despegue monumental del maestro. ¿No se da cuenta de que eso no puede ser?
Estocada tendida, pasada con descabello y muy bien el presidente aguantando sin conceder una oreja inmerecida. Por cierto, los tres aguirres llevaban el hierro quemado de mala manera y costaba adivinar la N:
Su segundo era de Patón, un negro listón, cornigacho, en puntas y con las pezuñas demasiado largas:
Lo que vino a continuación no tuvo ningún interés o sea que nos limitaremos a reseñar la lanzada en el lomo, las banderillas a toro pasado y una faena donde entre el maestro y el toro cabía un camión de mudanzas. La bondad del de Patón merecía otra cosa.
Estocada tendida y caída y dos orejas pueblerinas, con el numerito vergonzoso montado por sus subalternos para que cayese la segunda. Lo hacen casi todos pero los de Vara en esto son unos patéticos catedráticos.
CABRERA. Su primero era de Manuela Patón, un pavo negro mate, en puntas y con una salida fulgurante y carpintera:
Desidia total del maestro autorizando un monopuyazo asqueroso con la correspondiente dosis de túrmix.
Con la muleta demostró precauciones máximas, como se ve en la foto, además de muy poca decisión. Sumen su error de permitir que el toro se quedase en tablas en lugar de sacarlo a los medios. Cabrera lo de los terrenos no lo tiene bien aprendido:
Rinconera tirando la muleta y aprovechando su largo brazo para darse ventaja. Fíjense en que ha hundido la espada antes de llegar a la cara, como Manzanares:
Su segundo fue el típico toro bravucón de Dolores Aguirre gordo, badanudo y muy serio de cuerpo pero nada de pitones:
En el primero pegó un gran empuje llevando al caballo hasta la madera; en cambio, en el segundo pego una gran repuchada y huyó. Había empujado con el rabo enhiesto, señal inequívoca de que iba a ser un aguirre interesante a pesar de su carita roma:
De allí se fue esprintando al reserva y le pegó un batacazo de consideración a favor de querencia:
Era un toro espabilado y poderoso al que había que enfrentarse con decisión y Cabrera la tuvo. El toro tragó pero creemos que el maestro se equivocó planteando esta vez la batalla en los medios y no en la raya.
Media estocada en las agujas aguantando y el de Aguirre que se fue a morir a toriles. Aplausos justos en el arrastre y oreja.
MONTERO. Su primero era otro pavo de Patón, en puntas astifinas y aleonado:
Montero lo lanceó entre ovaciones pero se confió en el remate y el toro lo paseó por la atmósfera sin que diese la impresión de que había hecho carne:
Buena pelea en varas en un primer puyazo llevando la cabalgadura contra la barrera y en un segundo donde le echaron el caballo encima.
El problema fue que en el tercer pase de muleta se le coló y dio la impresión de que había propinado al diestro un golpe en el diafragma. Pensábamos que se tomaría un minuto para recuperar el resuello pero salió Sánchez Vara a recomendarle que se fuese a la enfermería (?). Pero un torero ¿no es un héroe? Esos golpes que afectan a la respiración son cuestión de unos segundos para recuperarla...
Pues el caso es que el director de lidia hizo de médico, lo mandó para adentro y simplemente pegó un pinchazo muy malo saliéndose y el toro que se echa tras el cuarto descabello.
El sexto era un negro chorreado, salpicado, rabicorto y con los mismos pitones raros que sus dos hermanos. En el primer puyazo creemos que fue Vicente quien le hizo dos agujeros criminales mientras Sánchez Vara golpeaba la grupa del caballo por detrás como si fuese un monosabio resabiado, ¡menudo director de lidia! En el segundo le pegó otra paliza tras la cual el toro se echó y asistimos a esta imagen tan curiosa:
Bronca al de la banda castoreñil porque muchos pensaban que se había cargado al toro. Estábamos seguros de que no, de que el aguirre era listo y se había echado para que no le pegasen más. Se vio cuando en el segundo tercio se aculó en tablas esperando que algún valiente fuese a buscarlo. Ahí lo tienen, no permitiendo que Montero saliese con la muleta:
Montero por fin hizo acto de presencia en mangas de camisa y cojeando visiblemente. No sabíamos si estaba mermado de verdad o había buena dosis de teatro porque el chiclanero a veces le echa comedia al asunto. Al final saldríamos de dudas...
El toro necesitaba doblarse por abajo con él, castigándolo con seriedad y sin vacilaciones pero el diestro salió sin mando e indeciso. Anduvo por allí bastante perdido con el toro mirándolo.
Pero nos dimos cuenta de que el maestro nos la había dado con queso cuando tras hundir la espada a capón hasta la tela, pegó un salto de alegría porque recordaba la tarde de pinchaúvas del día anterior en Añover que ya les hemos contado. Si vas cojo, ni de broma eres capaz de pegar ese brinco:
Y no sólo eso sino que salió esprintando hacia el platillo para recibir la ovación, con lo cual nos demostró que el refrán 'cojera de perro y lágrimas de mujer nunca has de creer' habrá que cambiarlo sustituyendo la palabra perro por Montero.
Orejica de pueblo que a él le supo a gloria y a nosotros nos indignó un poco porque además de no haber hecho nada meritorio, nos había tomado el pelo.
La tarde la salvó el quinto de Aguirre y el día lo salvó la comida con dos buenos amigos del blog en un restaurante que les recomendamos: El Comendador de Valdepeñas.
Además habíamos visitado por la mañana el bonito museo de Sánchez Mejías en Manzanares:
Observen este par de abajo, típico del valiente maestro, y su explicación a continuación:
Por supuesto que la parada en Manzanares era también obligatoria para comprar un queso de Cabrera. Y tuvimos en esta bonita plaza de Valdepeñas un recuerdo para Pepín Martín Vázquez, que aquí mismo sufrió una gravísima cornada de un conchaysierra. Tuvo que meterse el puño en la herida y casi le amputan la pierna. Lo contábamos aquí cuando hablábamos de la corrida de los tres pepes. Aquel día compartía cartel con Manolete, que moriría veintiún días después en Linares.
Pero ni el museo de Mejías, ni lo bien que comimos, ni las ocho horas que pasamos hablando de toros con nuestros amigos, ni estos recuerdos de hace setenta y cinco años que nos trae la bendita tierra manchega nos hacen olvidar que los aguirres salieron romos.
Saludos cordiales desde Toledo. Rafa.