domingo, 21 de junio de 2020

LA TEMERIDAD ES LA GAMBERRADA DEL VALIENTE

En una de las entradas que dedicábamos el año pasado al novillero Montero, decíamos que en invierno nos ocuparíamos de divagar sobre la temeridad en el toreo. Como este invierno está siendo largo, ha llegado el momento de apuntar algunas cosas al respecto.



Un día preguntaron a El Fundi en qué consistía el valor de un torero. Respondió que 'en manejar el miedo'. Nos parece perfecto. No le preguntaron qué era la temeridad pero responderemos nosotros por él a cuenta de su definición del valor. La temeridad consiste 'en despreciar el miedo'. El torero valiente lo maneja mientras que el torero temerario lo desprecia. Lo primero implica cerebro, lo segundo, sólo corazón... o tripas.

Un testimonio que avala esta idea es el de Leopoldo Vázquez en su Tauromaquia de 1895:
                     

Manejar el miedo es muy difícil, no está al alcance de cualquiera. Para ello hay que tener cabeza fría, serenidad de ánimo y dominio de una técnica. Despreciarlo, en cambio, es fácil. Cualquiera de nosotros podría despreciarlo ante una vaca en un tentadero y salir volteado.  Por ese motivo, nosotros censuraremos siempre al torero temerario.

Lo hicimos aquí cuando Gonzalo Caballero se tiró a matar de novillero sin muleta en Madrid. Lo mismo vale para Ángel Jiménez el día de su alternativa en Sevilla:


FOTO: Juan Carlos Muñoz

O para Solera aquí. En el caso de Jiménez, un amigo lector nos decía que era el recurso del 'pobre' para conseguir eco mientras al 'rico' le ofrecen contratos sin hacer méritos. En el caso de Solera, otro amigo nos intentaba convencer de que no había sido temerario porque había estudiado muy bien la suerte y como prueba nos decía que había caído de pie tras la voltereta. Los dos pueden tener su punto de razón pero no nos apean del burro.

¿Cómo distinguir en qué circunstancias podemos hablar de valor y en cuáles de temeridad? Tuvimos un caso polémico a cuenta del citado Montero en Arnedo. Salió el tercero y lo recibió de rodillas. Dio primero dos faroles, uno por el izquierdo y otro por el derecho. Aquí los tienen:





Cuando el toro se revolvía, intentó en tercer lugar un lance de frente por detrás ¡también de rodillas! El toro se le fue a la cabeza y no lo mató de milagro. Observen la instantánea y fíjense en que tiene cogido el capote por la espalda de manera temeraria:



¿A quién se le ocurre dar una gaonera de rodillas a un toro de salida? Bueno, ni de salida, ni nunca. Nos pareció una temeridad, o sea, algo censurable. Pero cambiamos de opinión cuando tras la corrida, escuchamos la explicación del diestro. Resulta que él había observado que los dos primeros resinas salían muy sueltos de los lances de recibo. Lo confirmó con el suyo cuando, después del segundo farol, le da tiempo a colocarse el capote por detrás. El problema es que el toro hizo por él en lugar de por el percal. Aquí pueden repasar nuestra crónica.



Llegamos entonces a la conclusión de que el arriesgado lance no fue tan temerario porque obedecía a algo pensado cuyo fin no era resultar cogido por el toro. Ésa es la clave a nuestro modesto entender. El temerario va a que lo coja el toro. El valiente, en principio, no. Zabala padre lo veía igual:



La diferencia para Federico Alcázar, en su biografía de Sánchez Mejías, está tan clara que llega a decir que 'la valentía es un acto esencialmente humano mientras que la temeridad obedece a un impulso animal'. Aquí profundiza en esa afirmación:



Ordóñez hablaba de las dos leyes fundamentales del toreo:

'El toro no te debe coger pero, para que haya pureza, tú tienes que colocarte donde te pueda coger ya que la pureza consiste en que el toro tenga sus ventajas'

Quiere esto decir que el toro te puede coger pero tu inteligencia, tu técnica, tu cerebro y  tu oficio harán que no te coja aunque pueda. Al torero temerario, el toro lo puede coger y lo coge, inexorablemente.

Miren esta estocada de Bolívar en 2018. Se tiró encima del toro de manera temeraria y, por consiguiente, totalmente vituperable:



Recuerden aquí nuestro comentario criticando amargamente al diestro mientras los críticos confundían al aficionado hablando de que 'se tiró a matar o morir de veras, tremendo' (Patricia Navarro), 'estocada espectacular' (Amorós), 'se precipitó en el morrillo dejando una gran estocada' (Madueño), 'Bolívar se la jugó con mucha verdad a la hora de matar' (Ilián), 'una de las mejores estocadas de la feria' (Emilio Martínez),   'tirándose de verdad sobre el morrillo' (Lorca)... Y así, todos.

Nadie criticó este monumental atropello a la razón. No sólo eso sino que al final de ese san Isidro de 2018 le otorgaron el premio a la mejor estocada. Vean la secuencia en este vídeo en el 2'12''. Nos sigue pareciendo un disparate monumental:


FOTO: Agencia EFE

Lo mismo vale para Ureña o Cayetano. Ambos se tiran encima del toro al matar de manera temeraria, nunca valiente. Resultarán siempre cogidos o trompicados porque jamás tienen la intención de cruzar. En el caso de Ureña, lo vemos especialmente cuando intuye la posibilidad de cortar oreja. Recuerden aquí cuando contábamos lo suyo en Bilbao. Salvó la vida  por ensalmo. Dijimos que cortó cuatro orejas matando de manera grotesca y lo mantenemos:




FOTO: Arjona

Vean aquí abajo, ¿qué me dicen de esta forma de despreciar tanto el miedo como la técnica? También es una estocada de san Isidro de 2018. Los del jurado dudarían entre dar el premio a Bolívar o a Ureña discutiendo cuál de las dos estocadas había sido más demencial.



FOTO: Julián López

De momento, el murciano va teniendo muchísima suerte. La misma que Leal, otro que tal baila. Como lo conocemos, en Céret estábamos atentos con la cámara:





En Bilbao siguió tirándose temerariamente, recuerden aquí:



Y la Virgen de Begoña le hizo el quite... por esta vez:


FOTO: Manu de Alba

Cerramos la sucinta serie de temerarios con el citado Caballero, recuerden aquí su formidable cornada en Madrid. Se tira encima:



Y el toro lo prende para dejarle sendas cornadas de 25 y 30 cms. Vayan a este vídeo para ver la secuencia. Fíjense en la siguiente foto en un detalle que no pasó desapercibido a un amigo lector del blog, médico de profesión:



Efectivamente, la cornada fue en la pierna izquierda, no en la derecha, como sería lo lógico. Con eso, está dicho todo. Pero es que llueve sobre mojado porque entró a matar uno de El Pilar en san Isidro y observen:


FOTO: Antonio Heredia

A Román, Santanero I lo apuñaló en la pierna derecha. Ahí no hubo temeridad sino mala suerte, pulsen aquí para leer nuestra explicación:


FOTO: Sean Boyle

Y ojo porque al maestro milennial lo hemos criticado mil veces por temerario. Recuerden en esta entrada que en Valencia el año pasado se echó de rodillas en el platillo ante uno de Fuente Ymbro que se venía como el Tyrrell seis ruedas de Patrick Depailler:



Pues no se le ocurrió otra temeridad mayor que cambiarlo por la espalda. Ahí vas a que te coja seguro porque el porcentaje de que eso ocurra es altísimo:



Así fue. En esta ocasión la Virgen de los Desamparados le echó un capote:



Pero las Vírgenes no pueden estar todo el día con su manto para echárselo a los toreros temerarios. Como decimos, podríamos reducirlo a una cuestión de porcentaje. El maestro deberá evaluar el porcentaje de posibilidades que hay de salir cogido al efectuar cualquier suerte. Si el porcentaje es superior al 80%, temeridad al canto.

En todos los casos que hemos descrito, el porcentaje supera el 90% y en alguno, el 100%. José Tomás también era temerario cuando insistía en pisar los terrenos del toro hasta que éste le levantaba los pies del suelo. Eso tendría mucha emoción pero no es la tauromaquia tal como la entendemos nosotros. 

Otro tanto ocurre con Mad Max Solera cuando se va a porta gayola sin dominar la suerte. Sale vivo de milagro, véanlo aquí con Universal pasándole por encima:


FOTO: Christophe Moratello

Y aquí en Andorra, más de lo mismo:



Aparte de la evaluación del porcentaje, la otra condición para distinguir entre lo valiente y lo temerario sería que el torero valiente ha pensado antes de ejecutar la suerte que va a salir ileso. En otras palabras, no quiere que lo coja el toro. Al temerario le da igual, al valiente no. 

Puede darse el caso de un maestro que haga una barbaridad temeraria pensando que va a salir ileso. Sí, claro, pero ahí estamos ante una preocupante falta de oficio en el diestro. No menos culpables son los que aconsejan a ese torero. Es como si nosotros aunque tengamos el carnet de conducir nos ponemos al volante de un fórmula-1. Todo el mundo coincidirá en que es una temeridad,  ¿no? Pues en los toros, lo mismo. 

Ustedes me recordarán a don Alonso Quijano, quien suele aparecer por nuestro cuaderno con cierta frecuencia. Él decía que 'en cuestión de cortesías vale más perder por carta de más que de menos'. Hay verdad en ello si lo aplicamos al valor, pero con la condición de no caer en la afectación, ni respecto a la cortesía ni al valor. La afectación del valor del torero sería su cualidad de temerario.

Temerarios de hace mas de cien años fueron, según los testigos presenciales, Bocanegra, Espartero, Julio Aparici Fabrilo, Frascuelo, Bombita, Machaco y Matías Lara Larita (de quien hablábamos aquí diciendo que más que temerario era casi suicida). 

Vean este cartel donde se anunciaba El Espartero en la hoy abandonada plaza de Figueres:




FOTO: Miguel A. Puertas

Respecto al pobre Fabrilo, fue celebérrimo su pique en quites con Villita y El Algabeño. Ambos remataron sus intervenciones precedentes haciendo sendos desplantes de rodillas y él quiso superarlos con éste:


Cuadro de Francisco Legua

Lagartijo también se tumbó así alguna vez. Pero el padre de todos los temerarios que en el mundo han sido fue Martincho. Ahí lo tienen con los grilletes, el sombrero, la silla de mimbre... ¡y sin estirar el brazo para darse ventaja!



Recuerden que Paquiro habla de la temeridad en su Tauromaquia y lo hace en la primera página:

'Es preciso que el valor no se adelante hasta la temeridad ni se atrase hasta la cobardía; tanto uno como otro extremo podrán acarrear al torero muchas desgracias y quizá la muerte'

El crítico Don Jerónimo escribió un bonito artículo en La Lidia titulado 'El imperio del hule'. Criticaba en ese número 18 de 1895 el afán de los novilleros de entonces por atropellar la razón:



Dice esto sobre los aficionados cabales:



Pero hay otro tipo de aficionado que él censura:



El mismo que Sánchez de Neira critica (los chisperos eran los que vivían en los barrios más populares de Madrid):



Para llegar a esta amarga conclusión:



A El Guerra uno le dijo una vez que lo admiraba porque para ser torero había que tener bastante de suicida. El maestro lo miró muy serio y le dijo:

'Mire usted, el torero no es ningún suicida porque el valor no consiste en esa ciega temeridad de que algunos alardean sino en saber conservar ante el toro la presencia de ánimo que se requiere para ejecutar las suertes superando el peligro que implica el toro'

Efectivamente, así es. Se trata, simplemente, de mantener la misma serenidad que tendríamos si el toro no estuviera presente. Eso es imprescindible para poder pensar en la cara del toro. El temerario va a lo irracional, que es todo lo contrario a lo que hay que hacer ante un animal que te puede matar.

Resumiendo nuestra tesis: temerario es, en primer lugar, quien actúa ante el toro con un porcentaje de posibilidades de resultar cogido superior al 80% y, en segundo lugar, el que no piensa en salir ileso del trance sino que le da igual. En estos dos aspectos radica para nosotros la diferencia entre el torero valiente y el temerario. 

Volviendo al caso inicial de la gaonera genuflexa de Montero, estaríamos en mitad y mitad. Él se fijó en el comportamiento de los toros precedentes y pensó con la cabeza que saldría ileso pero no valoró que había más de un 80% de posibilidades de que el toro lo cogiese. Y conste en su descargo que ya había ensayado antes esa suerte con éxito. 

Pues ya han visto que las alusiones contra la temeridad de los toreros menudean desde 1836, en esas diez primeras líneas de la Tauromaquia de Paquiro. Hoy los críticos que viven de esto la ensalzan en lugar de vituperarla. Su problema, y el del aficionado, es que la crítica antes era farol y norte del conocimiento taurino y hoy se dedica a confundir, despistar, desorientar e incluso engañar al lector de toros.

Alguien dijo que el miedo que siente el torero son cosquillas en el alma. El temerario no siente esas cosquillas. El temerario es un gamberro. Vuelvan al titular de la entrada y confiemos en haberlo justificado con esta exposición de motivos.

Saludos cordiales desde Tarragona. Rafa.




8 comentarios:

  1. Muy acertados comentarios sobre la susodicha 'temeridad' (valentía mal entendida, en efecto, cuando el torero pierde la cabeza) y el consecuente deslucimiento del lance, o de la estocada. Gracias por el artículo, bien investigado, bien presentado... como siempre. // Atte., Torotino

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    1. Gracias a usted. Me alegro de que lo veamos igual.

      Saludos.

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  2. Uno de los toreros de màs valor que vi ha sido Juan Bautista:nunca perdiò la cabeza y el control de la situaciòn.Memorables su estocadas recibiendo,realizadas de forma natural,citando sin gritar como un loco y sin saltar en el momento de la verdad.
    Saludos,
    Enrico

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    1. En nuestro blog ha sido alabado como se merece cuando ha recibido como Dios manda, recuerde estas dos entradas:

      http://toreoenredhondo.blogspot.com/2017/09/la-mejor-estocada-de-la-temporada.html

      http://toreoenredhondo.blogspot.com/2016/09/espla-en-arles-sucumbi-mi-vanidad-mas.html

      También lo hemos criticado, como cuando intentó forzar el indulto a aquel toro de Victorino en Logroño contra la opinión del ganadero y del presidente, encima echando encima de este último al público. Ahí estuvo muy mal pero no creo que fuese por ahorrarse la estocada sino para darse propaganda en los titulares del día siguiente.

      Saludos.

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  3. Buenos días D. Rafael y la compaña:
    ¿Quizás un factor no desdeñable que añadir a estos diestros que practican la temeridad sea la "tiesura"?
    Me explico: el toreo moderno ha impuesto nuevos caminos en la formación de los matadores (bueno, casi todos toreros, me resisto a llamar al 100% matadores matando como matan), ya casi no hay novilladas en las que moldearse, toman la alternativa habiendo toreado poquísimo y sin apenas bagaje técnico (hay hasta figuras que no saben lidiar, sólo lancear de capa y muletear), pero para torear el mismo toro que mantiene en lo alto del escalafón a 10 toreros desde hace.. si no eres un Morante jovencito lo que te queda es atropellar la razón y los cánones y tratar de diferenciarte del pelotón, como diría Luis Aragonés, "por lo civil o por lo criminal".
    El problema es que muchos de estos temerarios que usted menciona en la entrada no se la juegan con bobitoros, sino con algunos de los reductos de casta, genio, bravura, fiereza.. que aún quedan en las dehesas; el tributo de sangre será alto, no cabe duda, pero es que los de arriba taponan y recogen lo que de valor queda mientras la Tauromaquia sigue amenazando inminente desplome, a los de abajo les queda poco margen de maniobra, porque emocionar con el ganado de cámara de las figuras muchas veces está imposible hasta para los de arriba.
    Saludos

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    1. Sí, en el fondo se reduce a conseguir eco a base de barbaridades. Pero creo que es un camino equivocado.

      De acuerdo con usted en lo del inminente desplome y en lo de la dificultad de encontrar emoción en los de arriba a pesar de lo que se esfuerzan los críticos en loar sus grandes hazañas.

      Saludos.

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  4. Los que estaban presentes trataron de evitarlo y el del Verde Gabán trató de hacerle ver la diferencia entre valentía y temeridad, argumentándole que “la valentía que se entra en la jurisdicción de la temeridad, más tiene de locura que de fortaleza”, por lo tanto, no entendía que acometiera una aventura en la que no había esperanza de salir con vida.

    No le hizo caso a don Diego Miranda. Volvió a amenazar al carretero con la espada si se negaba a abrirles la puerta a los leones. Sancho se le acercó llorando, pidiéndole que desistiese de tal empresa, pues comparándola con las de los molinos de viento, la de los batanes y otras, éstas eran tortas y pan pintado...
    Don Quijote de la Mancha. " La Aventura de los Leones"
    Saludos S.r Rafa, la suerte suele estar de parte de los audaces... según Virgilio. Personalmente, soy de la opinión de no dejar que la suerte se meta en mis asuntos...pero yo no soy torero.
    Saludos desde Almería
    Ángel Magán.

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    1. Cuando abrieron la jaula, el leoncito aquel no demostró mucha casta. Mucho me temo que si llega a ser el cajón de un toro, el bueno de Quijano termina allí mismo sus días.

      Y el papel sensato que hacen Sancho y el del verde gabán es el que debería hacer y no hace la prensa taurina.

      Saludos.

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