Afortunadamente para el aficionado se cayó Manzanares del cartel. Lo substituyó David de Miranda y así salimos ganando al cambiar a uno que está de vuelta de todo y que en su fuero interno desea retirarse por otro con ganas y en un buen momento.
Se citaron tres de los mejores veroniqueadores de la actualidad. Sólo faltaba Morante. Hubo verónicas, sí, pero a pesar del entusiasmo del tendido no nos terminaron de matar. A estos tres hay que exigirles que las borden, otra cosa no nos vale.
En lo que trajo Victoriano no hubo norits pero tampoco casta a raudales. La cosa quedó, como deciamos en el titular, en una dorada mediocridad ya que debemos tener en cuenta lo que presume siempre su propietario. Vino muy pareja de kilos y de caras. Poca cosa en el caballo pero algunos en la muleta fueron de los que hubieran descubierto a cualquier torero del montón.
Las puntas, las que van viendo y su juego, éste: primero, sin fuerza y sin raza, un inválido que se cayó cinco veces; segundo, soso y parado, se cayó otras cinco veces; tercero, acusó el ser muy mal picado; cuarto, con gas, fue tres veces al suelo; quinto, geniudo y sexto, rajadillo.
Lleno de no hay billetes con un público deseoso de aplaudir, un preludio de lo que se vivirá cuando aparezca el de La Puebla haga lo que haga.
ORTEGA. El primero era negro zaíno, con poco cuello, cornialto y levantado. Venía picado del campo, muy blando de manos:
Cinco veces fue al suelo con simulacro en varas. Añadan a ello el ser desaborío. Nada.
Estocada caída, bien ejecutada y sin puntilla. Siendo torero artista, mata mejor que la gran mayoría, ¡y no cierra los ojos ni gira la cara!
El cuarto era negro zaíno, con poca pelota, astiblanco y bien encornado:
Guante blanco en varas. Se jaleó su quite a pesar de dar el paso atrás. De Miranda tafalleó, cosa proscrita aquí tras las del rabo de Morante. Pero esta brionesa fue muy buena, aguantando el parón del toro cuando ya estaba descubierto, con la capa cogida a una mano:
Se vino arriba en banderillas, donde clavó bien Perico. Tan fue así que no permitió el brindis del maestro ya que se le vino encima celérico. Luego hubo un excelente pase rodilla en tierra, éste, probablemente el mejor que vimos en toda la tarde:
El toro era de oreja pero con este enemigo el trasteo de Ortega no nos pareció tan puro como es su norma. Siempre se colocó al hilo, observen cómo cita en el primer pase de la única tanda al natural:
Como siempre le exigimos lo máximo, mantenemos que estuvo por debajo del toro aunque sus admiradores nos echen los perros. Buen colofón por ayudados antes de esta estocada caída, casi baja, pero letal. Nunca pega el telonazo, observen que la muleta queda entre los cuernos del toro. Eso no se vio jamás en ninguna estocada de El Juli y salió siete veces por la Puerta del Príncipe.
Oreja. Cuando alguno cercano al palco reclamaba la segunda a Fernández Rey, se vio como éste enseñaba el único pañuelo y decía ¡ya está!
DE MIRANDA. Su primero era negro mate, bajo, gordo y sin cuello:
Trámite en varas antes de un quite muy sedoso de Aguado de frente al costado. Respondió De Miranda por saltilleras estáticas:
¿Cuánto hace que Fernando Sánchez no cuadra en la cara? ¡Pero lo aplauden igual! Qué suerte tiene...
Esta foto de abajo es de hace ocho años en Céret. Ya ha llovido:
Poco fuelle del toro, con embestida probona y topona. El triguereño estuvo muy quieto, quizá arriesgándose más de lo que merecía ese animal.
Seguro que mientras tragaba tanto se acordaba de cuando estaba en el hospital con riesgo de quedar en silla de ruedas. Cualquier cosa es preferible a aquello, ¿verdad, David? Se equivoca en la contraria, vean la reacción del toro, pero se tira con tanta fe que deja esta entera desprendida y un poco pasada que basta. Oreja.
El quinto tenía una cabeza ideal para el comedor de casa. Era negro zaíno, gordo y zarco:
Al relance galopa pero no empuja, con la salida tapada al girar el cuello del caballo con esa mano izquierda asesina. En el segundo, suelto:
Los palos cayeron en el lomo, con susto de Cándido. Gran quite del maestro, que apareció corriendo con la muleta:
Toro un poco bronco y repetidor pero sin mala idea. De Miranda prefirió apartarse de él para aprovechar su viaje:
No era fácil, que conste. Lo dejaremos en tablas porque el diestro está con sitio y con ganas. Se notó que no quiso dejarse ganar la pelea. El final no fue por manoletinas como dijeron en televisión sino por mondeñinas.
Estocada desprendida alargando el brazo tal como se aprecia:
AGUADO. El tercero era negro zaíno y bien encornado pero se partió un cuerno y fue al corral:
Salió el sobrero, Duplicado, con el mismo nombre que aquel azuleado de De la Calle, pulsen aquí. Este también era un negro salpicado, con carita sevillana aunque de 606 kilos:
El piquero Benítez es de los que pega sin conocimiento. Se confirmó lo que temíamos cuando le zurró a lo loco en el espinazo. Seguramente por eso levantaba tanto la cara el pobre toro en el peto. En el segundo se va suelto y Pablito que lo pone tres veces porque lo quería bien triturado:
Ojo porque Benítez lo picó tan mal que empezó a embestir sucio quizás por su culpa. Bien García en este par:
Aguado enseñó el pico como nos tiene acostumbrados y además se dejó enganchar la tela. Nunca se entregó el toro. Si eso fue por culpa de su carnicero a caballo, con su pan se lo coma el sevillano.
Entra con prevención y tapa la cara pero alarga el brazo y hunde la espada ladeada:
El último era negro salpicado, calzado de atrás, rabicano y acapachado:
Las verónicas del maestro no fueron como las de Nimes, de las que ya hablaremos. Galopa al caballo pero con un juego normalito. Salvador Núñez se retiró clavando su último puyazo en el lomo:
Araújo se cayó en la cara sin que acertasen a hacerle el quite. Hasta tres veces volvió el toro por él. Salvó el cuello de milagro:
Aguado no quería irse de vacío. El toro no era una perita en dulce pero tampoco un perillán y quería rajarse. No vimos mal al sevillano, que intentó sacar petróleo aunque casi siempre despegado para minimizar riesgos:
Se perfila en Utrera para dejar un pinchazo malo y un espadazo feo por muy trasero:
Los tres artistas no nos encandilaron pero tampoco nos aburrieron. Esta misma corrida en manos de tres zaborreros provoca somnolencia aguda. Se vieron algunos detalles bonitos como hemos relatado pero el juego de los toros anduvo por debajo de lo que pontifica Del Río.
El cartel de hoy nos da una pereza horrorosa o sea que no esperen crónica. Sabemos que nos acusarán ustedes de falta afición... ¡pero es que tienen razón!
Saludos cordiales desde Tarragona. Rafa.
Coincido bastante, Rafa.
ResponderEliminarLos toros tuvieron su casta y sus dificultades, no hubo ninguno fácil y los toreros dieron la cara.
De Ortega destaco, además de las ganas y la personalidad con la que estuvo toda la tarde, que no se dejó desbordar por el cuarto. Embistió él tanto como el toro. Ligó, para mí, casi siempre bien colocado: enfrente del toro y no en la oreja. Cuando un toro arrea no puede uno ponerse a recoger margaritas. Con la derecha lo cuajó, pero por la izquierda no lo quiso/supo/pudo ver. Aun así es un avance: a otro Ortega ese toro lo hubiera desbordado, y ayer lo cuajó por la derecha.
De Miranda. A mí me gusta la emoción, y en el segundo la hubo. En el quinto, no. Y se vio que el toreo de Miranda sin emoción es el más vulgar del mundo.
Aguado es otro al que se le nota otra actitud. El toreo de las virutas al fin va pidiendo plato hondo. Me gustó mucho en el primero: esa combinación de un toro de embestida violenta con un torero que se queda quieto, con ese empaque y esa estética... fantástico. En el último creo que tapó al toro, no le dejó destaparse. Le pasa bastante: su manera de torear recorta a los toros, no los deja fluir, correr, embestir. Algún día lo explicaré mejor.
El arrimón del de Trigueros al segundo tuvo su emoción, nada que ver con los arrimones habituales ante el norit moribundo. Lo explicábamos aquí:
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Yo pondría que los toros tuvieron "su castita", con eso van servidos.
Estarás de acuerdo en que ese cuarto era para haber visto a un Ortega incontestable y no fue del todo así. Al natural no quiso.
Y de Aguado hasta a Cañaílla se le escapó en el sexto: 'a este toro Aguado en otro momento...' y ya no supo cómo terminar la frase pero se le entendió todo.
Los profesionales saben perfectamente cuándo hay escaqueo y cuándo no.
Saludos
Ya que estamos enlazo tu artículo sobre la actualidad de los toros como patrimonio cultural:
Eliminarhttps://www.vadebraus.com/la-ilp-antitaurina-un-teatro-peligroso/
No es que usted no tenga afición, lo que tiene y en grado sumo es MORANTITIS.
ResponderEliminarSi fuese lector habitual del bloc recordaría la de veces que he puesto bien a Morante. Le recuerdo tres incluidos los premios del pasado San Isidro con su fenomenal estocada:
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Siendo un maestro que sabe perfectamente lo que es torear bien, no le perdono que nos dé gato por liebre muchas veces.