Íbamos a titular 'de los toros' o 'de la tauromaquia' pero se podría malinterpretar. Nos referimos a que dispusiésemos de una varita mágica para cambiar una sola cosa en la fiesta de toros tal como está en este siglo XXI, una sola. ¿Qué responderían ustedes?
Seguro que se les pasa por la imaginación decenas de posibilidades, señal de que la situación no es muy boyante. La pregunta se la hicieron a bote pronto y de improviso al flamante presidente de la Asociación El Toro de Madrid, Carlos Rodríguez-Villa. Era un coloquio con bastante público y en décimas de segundo tenía que responder.
Su respuesta fue que cambiaría la integridad. Dio una explicación con la que estuvimos muy de acuerdo hablando de que la fiesta daría un cambio radical si mejorase esa circunstancia. El problema es que la integridad así, en general, queda en un concepto un poco etéreo. No es que esté vacío de contenido sino que esa integridad depende a su vez de bastantes factores, que son los que justamente habría que cambiar. Pero la pregunta lo obligaba a circunscribirse a uno solo...
¿Qué hubiésemos respondido nosotros si nos obligan a optar por una sola cosa a cambiar? Lo tenemos clarísimo pero antes pensemos en los diferentes implicados en esa integridad de la que hablaba el presidente de la Asociación.
Señoras y señores, ¿quién debe garantizar la integridad del espectáculo? Nunca lo harán los taurinos, cuya principal pretensión es ordeñar la vaca aunque esté ya tísica. Los profesionales buscarán siempre su comodidad. Los ganaderos, colocar sus productos, como dicen ellos humillando al toro de lidia que crían. Los empresarios no moverán un dedo mientras les salgan los números organizando festejos adulterados. Los aficionados bastante hacen con pasar por taquilla y si protestan, pueden llegar a ser recriminados o insultados incluso por otros aficionados. Sucedió en la despedida de Morante, sin ir más lejos.
Por último, no confíen en los críticos paniaguados. Ellos tragan carros y carretas porque comen en el mismo pesebre que los taurinos. Están conchabados para dar gato por liebre al aficionado y ensalzar corridas afeitadas o festivales de casquería que avergonzarían a cualquiera. Bueno, a cualquiera que tuviera vergüenza. La consigna es vender triunfalismo barato por encima de todo.
Solamente nos queda un clavo ardiendo al que agarrarnos para defender la integridad: las presidencias, y dicho así nos sirve tanto para los hombres como para las mujeres que suben al palco. La presidencia es a día de hoy la única que puede garantizar la integridad en la fiesta de toros. El presidente debería ser quien defendiera al aficionado y quien aguantase la presión tanto de empresas avariciosas como de taurinos golfantes, público orejil y críticos lacayunos. ¿Qué debería hacer?
En primer lugar, no autorizar la lidia de reses impresentables como muchas que hemos visto este año y que ilustran esta entrada. Todas las fotos son de la presente temporada. ¿Se han fijado en esos pitones? Poca integridad se aprecia, ¿no creen?
Ponerse serio en este punto implicaría suspensiones de festejos pero eso no nos afecta porque de lo que estamos hablando es de salvaguardar la citada integridad y si no la hay, pues que no haya corrida.
En segundo lugar, aplicar el reglamento a rajatabla en cuanto a proponer sanciones a los profesionales que humillan al toro en el ruedo. Habría que hacer una previa actualización de la cuantía de las multas porque están obsoletas. Asimismo deberían llamar severamente la atención a otros que también se pasan de listos en cada festejo, empezando por los monosabios y continuando por los mulilleros.
En tercer lugar, respetar inexcusablemente los criterios para la concesión de segundas orejas. Está claro que habría que aguantar el chaparrón del público indocto y también de los críticos serviles. Conste que éstos últimos no son indoctos sino algo peor: vendidos.
En cuarto lugar, enviar a analizar cuernos al laboratorio. Da igual que luego la cosa termine en agua de borrajas por la dichosa cadena de custodia, tal como explicábamos en esta entrada. Por lo menos que se obligue a los afectados a buscarse un abogado y reclamar. Y que así salga la noticia con las fotos de los toros lidiados para que todo el mundo vea que el rey está desnudo.
¿Saben cuántos toros se han mandado a analizar esta temporada? Cuatro, salvo que alguien de Canillas nos rectifique. Fueron tres lidiados en Valladolid y uno en Guadalajara. Por cierto, enviados por sendos presidentes de ANPTE. ¡Ocho cuernos en toda la temporada! Esto es de risa o de vergüenza.
En 2018 se analizaron los cuernos de siete toros y en 2025, cuatro. Ya ven que vamos a menos, lo cual sirve para que los taurinos se llenen la boca diciendo que eso demuestra que el afeitado es prácticamente inexistente en la actualidad. Hay que ser desahogado, ¿no les parece?
Hace cuarenta años la cosa era diferente. En 1982 se analizaron ciento once toros y resultaron positivos todos estos:
¿Qué hacer ante tanta impunidad hoy en día? Pues mandar a analizar sin compasión a pesar de que los recursos prosperen siempre. Es posible que a base de resoluciones quizá legalmente ajustadas a derecho pero contrarias a evidencias como lo que se puede ver en estas imágenes, alguien cogiera el toro precisamente por los cuernos. Insistimos en que las fotos son todas de esta temporada y algunas, de plazas de primera. Hemos seccionado la cabeza de los maestros para evitar susceptibilidades.
Ah, y para que no se nos acuse de hacer crítica destructiva, recuerden que en esta otra entrada planteábamos algunas posibles soluciones para el problema del afeitado. Allí encontrarán los retazos de una conversación de taurinos que transcribíamos tras escucharla en la mesa de al lado en un restaurante. Hablaban de sus golferías con total descaro sabiéndose plenamente impunes.
Por último, y volviendo a los presidentes, en plazas de primera siempre hemos propuesto la comparecencia de los equipos presidenciales antes y después de las ferias importantes. Antes, para establecer públicamente ante la prensa y la afición los criterios unificados que seguirán todos los que subirán al palco. Después, para someterse al escrutinio de cualquiera que pida explicaciones por las actuaciones desarrolladas durante la feria.
¿Qué les parece? ¿No creen como nosotros que la clave para preservar esa integridad que tanto echamos en falta está en manos de las presidencias?
Es igual, no caerá esa breva. En España nadie quiere ejercer la autoridad ya que te acarreará problemas y los toros no son una excepción. Además, a muchos presidentes el que los vean en el palco les gusta más que a un tonto un lápiz y nunca querrán aparecer como problemáticos para no perder la mamandurria.
¿Cómo preservar entonces la integridad si quienes tendrían que ser sus garantes permiten la lidia de reses vergonzosas, se saltan el reglamento regalando casquería de manera sonrojante y ni proponen sanciones ni mandan cuernos a analizar? Difícil...
Ya ven que estamos de acuerdo con el presidente de la Asociación en que habría que velar por la integridad. De hecho, pulsando aquí pueden leer la carta que ha enviado valorando la actuación de los presidentes venteños y con cuyo contenido estamos de acuerdo.
El problema es que cuando en esta entrada hemos intentado poner hilo en la aguja para buscar quién debería garantizar esa integridad, nos pasa lo mismo que a él: chocamos contra la triste y tozuda realidad.
Saludos cordiales desde Tarragona. Rafa.












Buenas Rafa .
ResponderEliminarNada más leer el titular me ha venido a la cabeza mi contestación: yo cambiaria el tercio de varas , pero al final leyendo tu artículo llego a la conclusión de que eso dependería totalmente del presidente. Por lo tanto creo que tú has dado con la clave ya que todo pasa por este .
Saludos
Una vez que estuviese actualizada la cuantía de las sanciones sólo haría falta que los presidentes aplicasen a rajatabla el artículo 72 del reglamento.
EliminarEs probable que los maestros se hiciesen cargo del pago para exonerar a sus picadores pero tarde o temprano acabaría haciendo mella en la cuadrilla, pienso yo.
Saludos