martes, 28 de septiembre de 2021

"SOLO PIDO DAR TRES VERÓNICAS A UN TORO EN LA MAESTRANZA"

Qué pocas veces los deseos de los toreros sin contratos se convierten en realidad. Algunos apuntan tan alto en sus sueños que no hay manera de que se cumplan. Juan Ortega, cuando no toreaba y le preguntaban qué deseaba en el mundo del toro, respondía lo que han leído en el titular.

Era una respuesta corta y clara, nada de 'quiero llegar a ser figura del toreo' o 'quiero salir a hombros por la puerta grande de Madrid'. No, se conformaba con que un día le saliera un toro en la Maestranza al que pudiera pegar tres verónicas a su gusto. Él estaba convencido de que su gusto sería también el del público maestrante y así, tras esas verónicas, lo demás ya vendría por añadidura.


FOTO: Alejandro Ruesga

La secuencia de esos lances la pueden ver pulsando aquí. Todos los grandes capoteros han repetido que las verónicas buenas se dan cuando el toro ya ha ido al caballo. Hombre, eso sería antes porque como los toros de hogaño vienen picados del campo, te puedes estirar sin problemas de inicio. Quedan lejísimos los tiempos de un joven Curro Romero que enviaba por delante a un peón para que le enseñase cómo embestía el toro antes de salir él.

Cuando echa la capa al toro por primera vez tal como viene, el ingeniero se da cuenta de que lleva un puyazo de nacimiento. Por consiguiente, se recrea ya en el siguiente lance, donde el toro aún no va bien metido en la panza del capote:



En la segunda verónica le gana el terreno y lo lleva con temple sin permitir que toque la tela:



¿Se han fijado en que ambos pies están asentados en el albero? Así tenía que ser la verónica genuina según Paco Camino. 

La tercera la da llegando a la raya. El compás, más abierto. Pensamos que él no es un torero para abrirlo tanto. Observen en la secuencia, porque en una imagen fija es imposible apreciarlo, que no son verónicas tramposas de paso atrás. Hay que mirar las piernas de los toreros, pocas cosas hay tan interesantes en una corrida de toros como mirar las piernas de los toreros. Ahí están muchas de las claves del toreo de verdad:



Morante también da verónicas sin echar la pierna atrás... aunque sólo cuando quiere. Recuerden que aquí si lo hizo pero aquí no. Bah, total, lo aplauden igual, nadie se fija en las piernas. Precisamente sobre las piernas de Ortega hablábamos en esta entrada comparando su toreo con el embaucador de Perera.

Con la cuarta, sobre la segunda raya, hace crujir el espinazo del toro. En vacadas seleccionadas para el uso y disfrute de nuestras queridas figuras, eso equivale a un puyazo, vean:



Todos coinciden en que la quinta es la mejor. No lo vamos a discutir a pesar de que el jandillita no va del todo metido en el capote. Pero el remate es espléndido, apreciándose el viaje del toro en semicírculo, el temple del maestro y la lentitud con que ha movido los brazos:




Tras el remate de la sexta, el toro parece aturdido, no sabemos si es que no entiende qué le están haciendo o sí lo entiende y lo agradece. Observen cómo levanta la cara tras verse burlado seis veces con tanta suavidad:



La última es la única en que el toro le puntea el percal, suponemos que es porque el maestro piensa que va a ir mucho más entregado que antes tras ver la reacción de desconcierto que tuvo en la anterior. La sorpresa es que pega un inesperado gañafón al final:



Finaliza con una media con cierto sabor a Chenel, por lo inclinado del torso, pero con olor a Belmonte por cómo recoge el capote en la cadera y se retira con él enrollado en el cuerpo:






A Ortega lo vimos con diecisiete años en un tentadero y poco después en un festival en Baños de la Encina donde triunfó. Ahí lo tienen bajo la mirada escrutadora de los dos de más abajo:




Por cierto, aquel día fue precisamente Dámaso quien abonó el ruedo para que la semilla de Juanito germinase en el actual Don Juan:



Hablábamos en nuestro modesto blog de Ortega cuando no toreaba, recuerden aquí. Nos preguntábamos de qué le servía intentar torear bien en esta tauromaquia líquida, plena de alivios y ratimagos nunca denunciados por los críticos desahogados y siempre jaleados por el público orejil. Recuerden lo que afirmaba su mentor, Pepe Luis Vargas:

'El aficionado actual ha cambiado para mal: aplauden las ventajas de torear sin cruzarse, echando la pierna atrás y escondiéndose del toro, ese toro docilón, que no molesta, con el que todos hacen la misma faena. No hay verdad ni emoción'

Donde pone 'aficionado' pongan ustedes 'crítico taurino'. Pero poco a poco, y gracias a Dios, el ingeniero se va ubicando en el sitio que le corresponde. No obstante, seguimos sin comprender cómo es posible que esos críticos paniaguados alaben a este maestro a la vez que siguen loando a los Juli, Perera, Manzanares y tutti quanti. No puede ser y es imposible de toda imposibilidad. Lo que hacen estos tres y muchos más es torear hacia atrás escondiéndose del toro, o sea, destorear. Y abriendo siempre la puerta al toro al final del pase.

El toreo de Ortega no tiene nada que ver con eso. Los críticos desahogados lo saben perfectamente porque ni son tontos ni están ciegos. Pero viven de esto y no tienen más remedio que hacerse los tontos o ponerse una venda en los ojos.

Saludos cordiales desde Tarragona. Rafa.



jueves, 23 de septiembre de 2021

DESCUBRIENDO AL TORO DE LIDIA

Hemos tenido el placer de leer el libro del veterinario Julio Fernández titulado Descubriendo al toro de lidia. En portada pueden ver un toro de Baltasar Ibán. Es castaño berrendo, calcetero, rebarbo y ligeramente lavado de cara. Pensamos que las partes blancas que presenta son suficientes para ubicarlo dentro de los berrendos y no en los jirones y falsos jirones:


Sus trescientas páginas se dividen en diez capítulos. Los cinco primeros están dedicados al origen del toro. Arrancan con la historia del uro y la domesticación de los bovinos:



Viene después un largo apartado sobre la evolución histórica del toro en la Península Ibérica desde la Edad Antigua hasta los juegos con toros del siglo XVII. A continuación se nos habla de las razas bovinas autóctonas así como de las razas americanas y francesas emparentadas con nuestro protagonista. Encontrarán un detallado despliegue fotográfico de todas ellas:



El último capítulo de la primera parte versa sobre la creación de la raza bovina de lidia donde se habla de las castas fundacionales, de los diferentes encastes y de la selección:



La segunda parte, como decíamos antes, se centra ya en la corrida de toros. Empieza con un análisis de la anatomía, la visión, la genética y el comportamiento del toro de lidia. Leerán ustedes cosas llamativas como que la distancia genética entre encastes 'es, por término medio, casi tres veces mayor que la que hay entre cualquier pareja de razas del bovino europeo'.

Nos ha parecido interesantísimo lo que se explica acerca de las betaendorfinas, que serían unas hormonas y neurotransmisores cuya función atenuaría el dolor en el toro actuando como una especie de morfina natural. Fíjense en que ponemos dolor porque lo de hablar de sufrimiento en el toro de lidia creemos que es un despropósito ya que entendemos que sufrir es pasar el dolor por el cerebro y responder de una manera que está reservada únicamente a seres inteligentes.

El autor nos habla tanto de la serotonina, una inhibidora de la agresividad, como de la dopamina, otro neurotransmisor estimulado por la lidia, que sería la responsable del afán del toro por embestir.

Las últimas ciento veinte páginas del libro presentan los antecedentes de las corridas de toros, los cambios producidos en los siglos XVIII y XIX y la historia de los reglamentos taurinos. Del cuadro esquemático sobre los citados reglamentos, les mostramos la parte del siglo XX, donde llama la atención que en los últimos no se diga nada acerca de dónde hay que picar cuando en todos los antiguos se especificaba que era 'en el morrillo o cerviguillo':



Continúa con la evolución de la suerte de varas. Por cierto, allí encontrarán ese dato tan poco conocido de que la primera vez que se pintó la raya de picadores fue en Zaragoza en 1908 como resultado de una polémica entre picadores y ganaderos. Esa circunstancia ya la sabían los selectos lectores de nuestro modesto blog porque lo contábamos aquí. Se completa la explicación con un subapartado titulado Evolución de la corrida a través de la evolución de la suerte de varas:


Toro de Osborne en Vistalegre (1956)

El penúltimo capítulo tiene tres partes donde se analizan sendos mitos erróneos sobre el toreo que lastran su evolución (sic). El primero es que el toro tenga que sangrar. Fernández carga contra los que afirman que eso es para descongestionar al animal. Recordemos que muchos, como Palomar en Telemadrid, insisten en lo de que 'no le ha hecho sangre ni para un análisis' o 'ese puyazo ha sido el picotazo de una avispa'. Nosotros también nos hacíamos eco de ese lugar común de difícil justificación en aquella entrada que dedicábamos a la suerte de varas (pulsen aquí). Observen el dibujo que encontrarán en este capítulo:



El segundo mito es que picar delantero favorece que el toro humille y el tercero que las heridas causadas por los puyazos provocan que el toro se temple. 

Las últimas cincuenta páginas nos cuentan las innovaciones que propone el autor sobre los útiles de la lidia. Los desocupados lectores de este blog ya saben de qué va la historia porque la avanzábamos aquí. No dejen de leer los comentarios porque verán una interesante polémica donde interviene el señor Fernández, a quien contamos con honor entre nuestros gentiles lectores.

También estarán al cabo de la calle los que hayan hojeado la revista del Club Taurino de Pamplona en su edición de este año. Allí hay un artículo firmado por el mismo Julio Fernández y por José Carlos Arévalo titulado La lidia desequilibrada del siglo XXI donde abundan en estas propuestas de cambios en la divisa, el estribo, la puya, las banderillas y la espada. 

Cuando habla de la espada incluye este croquis que puede servir para que los comentaristas televisivos sepan distinguir de una vez entre una estocada corta y otra honda. La pena es que el toro de la ilustración esté enfundado:




Como ven, estamos ante un libro muy entretenido para los aficionados. De momento, sólo está disponible en dos librerías: la librería Agrícola de Cádiz y la Rodríguez de Madrid. Si están interesados, pueden solicitarlo por whatsapp a los editores de 'Entrar al trapo' a este número: +34 663 22 02 20. Cuesta 30 euros y tendrán que añadir 8 de gastos de envío porque el volumen mide 26 cms y pesa un kilo y medio dado que es papel de muy buena calidad. 

Nosotros hubiéramos cambiado la imagen de la portada por ésta de abajo, que es la de la contraportada, pero es una cuestión de gusto personal. Nos parece más atractiva la foto de este otro toro que la del ibán. Entre la pinta y el verde, seguro que identifican a qué ganadería pertenece, ¿a que sí?

Saludos cordiales desde Tarragona. Rafa.










lunes, 20 de septiembre de 2021

BALTASAR IBÁN EN CADALSO: QUE NO PARE LA MÚSICA

El Titanic de la casta en el toro de lidia se sigue hundiendo con rapidez, véanse las dos corridas sevillanas según nos cuentan fuentes de toda confianza. No obstante, hay varios músicos que continúan tocando ignorando que aquel mundo del toro como Dios manda se va al fondo del mar. Uno de esos músicos es Baltasar Ibán.



Por fin vimos un azul merecido. Fue para Camarito, novillo bravo y encastado, rara avis en los tiempos que corren. La nota global de la novillada fue inferior a la de Villaseca pero no crean que tanto. En la muleta, todos ofrecieron grandes opciones. En el caballo, todos fueron maltratados tanto por los jinetes, que se dedicaron a picar carne repulsivamente, como por los novilleros, incapaces los tres de poner los animales ni medio bien en suerte. Claro, eso es algo que en las escuelas taurinas debe quedar para el autodidactismo.



JORGE MARTÍNEZ. Es murciano-almeriense. Un amigo del blog nos había hablado maravillas de él tras verlo con los de Jandilla en Villaseca. A nosotros no nos impresionó tanto en el resumen. En Cadalso tampoco nos entusiasmó y nos demostró que está mucho más a gusto con la derecha que al natural. Ah, y que no mata bien.

Su primero era negro zaíno, cornidelantero y musculado:



Lo recibió con un farol arrodillado en tablas. El farol tiene la ventaja respecto a la afarolada de que te levantas con el capote bien cogido pero presenta el inconveniente de que es más arriesgado porque largas menos tela.

Lo puso en suerte de manera nefasta y asistimos a lo que viene siendo habitual: empuje de bravo levantando las patas traseras pero al notar la paliza barrenando y la imposibilidad de derrotar al monstruo acorazado, el pobre bicho se aflige y se queda ahí debajo dejándose pegar de forma muy triste para el espectador. La sangre, por detrás del brazuelo, faltaría más:



Cien capotazos en banderillas, donde se duele, y Sartenero que apretaba para adentro como huyendo de la horrible pesadilla que había sido para él el caballo.

Martínez hizo un buen inicio de faena por abajo enseñando a embestir al novillo. Como decíamos, anduvo mucho más cómodo con la ayuda que en la única tanda al natural, muy sucia y enganchada.



Cuando se paró, se echó encima a hacer circulares y fue él quien cogió al toro, que lo levantó tres metros por el aire sin hacer carne. Tuvo suerte y eso le pasó por tratar al de Ibán como a la ternerilla al uso. Lo suyo no fue un acto de valentía sino de temeridad, recuerden lo que explicábamos aquí.



Estocada casi enhebrada por la derecha del toro, pinchazo y entera perpendicular, pasada y sin puntilla perdiendo la muleta.



Su segundo era un colorado encendido cuya pinta recordaba lo que debieron de ser los antiguos jijones:



No venía picado del campo y desarmó con furia a Martínez nada más verlo. De nuevo lo pone en suerte fatal porque el primer tercio le da absolutamente igual. Sumen un palizón trasero en lugar de sacarlo rápido para volver a lucirlo. El pobre bicho aún empujó metiendo el riñón.



Se dolió de los palos y a la muleta llegó con un viaje protestante y distraído pero bonachón. Martínez volvió a demostrarnos su condición derechista. Sólo dos tandas al natural en toda la tarde y ambas olvidables. Por lo demás, toreo en línea sin más.



Estocada muy trasera perdiendo la muleta. Ya ven que siempre la pierde... o la tira. Bella muerte del ibán en los medios:



JORDI PÉREZ, 'EL NIÑO DE LAS MONJAS'. Es de Puçol y realmente lo educaron monjas valencianas. No nos queda claro si él y sus hermanos se marcharon de casa o es que retiraron la patria potestad a sus padres. En cualquiera de los dos casos, imagínense el percal que tenía en un hogar así. Por cierto, las monjas quisieron apartarlo de sus veleidades taurinas iniciales haciendo que jugase al rugby, o sea que su sitio natural está en las plazas francesas como Vic o Céret donde se aúnan ambas aficiones.



Su primero fue el gran Camarito, negro y bien encornado. En televisión decían al final que ninguno había sacado la lengua:



Se fue a porta gayola con buena disposición. Primer puyazo lamentablemente al relance pero lo toma de bravo. Al segundo, de largo, va con alegría y el picador le señala pero se queda ahí.



Jordi quiso quitar de frente por detrás pero el novillo tenía quintales de casta y no tragó. Galope espectacular en banderillas apretando a los peones con avaricia.

Se puso a torear al natural en los medios sin probaturas y Camarito se comía la muleta espléndidamente. El Niño anduvo atropellado ante tamaño vendaval pero no se lo vamos a reprochar. 



Al final, en la tercera manoletina lo enganchó por un despiste suyo pero tuvo suerte. Estocada aguantando cuando el novillo se le arranca de improviso. Cayó perpendicular pero fue de efecto tan rápido que el palco le regaló la segunda oreja. El azul no nos molestó en absoluto. 



Sí nos molestó la indumentaria del presidente. Ya sabemos que estamos chapados a la antigua pero esa forma descamisada de presidir un festejo nos parece totalmente inadecuada. El asesor, otro que tal baila. La alcaldesa, detrás en jarras, lo toleró:



Su segundo era un toro, largo, bizco del derecho y colorado, no castaño como dijeron en televisión:



Pelea vulgar en dos varas siendo masacrado. Cogió a Esteve en banderillas al cuadrar en la cara y no aliviarse. Lo encampanó en el aire y afortunadamente sólo acertó a herirle en el glúteo. El primero que saltó a cuerpo limpio fue Padilla.

Era un novillo codicioso y humillador por ambos pitones, un lujo, pero el de Puçol no es que sea un prodigio de finura. Ante la estupenda embestida de ese animal se le notó bastante tosquedad.



Quedó claro que no sabe matar y que lo del primer toro había sido que sonó la flauta. Cuatro pinchazos mal ejecutados más dos descabellos. Aquí no es que tenga mucho que mejorar sino que lo tiene todo.


MANUEL PERERA. Es extremeño de Villanueva del Fresno. Su primero era un burraco alto que nos recordó el tan manido tema de Pedraza en esta vacada:



Embistió al peto como los pedrazas y volteó el caballo de manera monumental enviando al picador de cabeza en un peligroso batacazo. En la segunda vara se veía que el caballo se había resabiado y no obedecía al picador.



En la muleta demostró nobleza pero iba a su aire y además Perera lo llevaba a media altura no sabemos por qué, con lo cual aún se mostraba más desentendido. Lo vimos bien colocado pero con el compás demasiado abierto, cosa que atenta contra la naturalidad.



También sacó la lengua este Peletero. ¿Qué interés tendrán los televisivos en vendernos mulas ciegas?



Buena estocada por bien ejecutada. Aunque cayera desprendida nos da igual ya que descubre perfectamente la muerte y no tapa la cara. Oreja que no discutimos por la estocada citada.



El último era otro colorado ojo de perdiz, alto, enmorrillado y rabilargo:



Le dio dos verónicas de rodillas, suerte que empieza a menudear entre los novilleros y que nos preocupa un tanto. Una verónica de rodillas como recibo es un riesgo tremendo en nuestra opinión. Tengan en cuenta que estos chavales no suelen enfrentarse a la ternera de nuestras queridas figuras que viene picada del campo. Recuerden que hace seis años uno de Garcigrande enganchó en esa suerte a Perera en Salamanca. Lo levantó por el vientre y lo mandó al callejón con una grave cornada:


FOTO: Elnortedecastilla.es

Fue el animal más flojo. Recibió un puyazo incomprensiblemente alabado por los comentaristas televisivos: 'bien colocado, en buen sitio... ¡el puyazo de la tarde!' Ahí lo tienen, ¿a quién quieren engañar si lo estamos viendo?



Álvaro Núñez puso dos pares buenísimos mientras Perea hacía una brega que casi no vimos por culpa de la nefasta retransmisión de Telemadrid que al final criticaremos.

Salió Perera sin fajín y sin chaleco, ¿ésas son maneras? Entre él y el presidente, vaya dos patas para un banco. Hizo un inicio de rodillas por dentro a un novillo que era de dulce pero sin fuelle. Duró poco y resultó el menos interesante de todos con diferencia. 



Perera es novillero barroco, un poco redicho al torear. A ello añadiremos que se descalzó feamente y recordaremos con amargura su desaliño en el vestido.



Otro con la lengua afuera, ¿han visto? De nuevo quiso matar bien, ahí no lo discutiremos ni tanto así. Pinchazo y estocada contraria con el pitón en el pecho y sin pegar el telonazo. Recuerden que lo alabábamos aquí el día de su terrorífica cornada en Madrid. Es uno de los novilleros que mejor mata, mejor que muchos toreros de alternativa. Miente quien afirme lo contrario y defenderemos nuestra opinión con armas iguales. Dos orejas a todas luces excesivas.



Muy entretenida novillada, como se espera siempre de Ibán. Lástima del nuevo latrocinio del primer tercio, la cosa parece ya un castigo digno de Sísifo aunque no dejaremos de lamentarnos.

Mención aparte merece la penosa retransmisión televisiva de los de Madrid, absolutamente indigna del siglo XXI. Perdieron de vista al toro incluso de salida (el tercero, que estaba rematando en un burladero y todavía no lo habían enfocado). No vimos la brega excelente de Perea porque estaban enfocando caras. Los planos eran generales y te sentías como en la andanada del 8 en Las Ventas. Muchas veces había molestos reflejos a causa de contraluces evitables. No hubo ni una repetición, ni siquiera de la cogida, ni de las estocadas, ni del batacazo del picador en el tercero, ¡nada, ni una! No nos mostraron jamás planos de las hechuras de los novillos cuando se paraban para calibrar el trapío. 

Era curioso oír que los comentaristas hablaban de cosas que no veíamos porque ellos miraban el ruedo en lugar del monitor, cuyas tristes imágenes teníamos que tragarnos en casa. El micrófono del callejón falló como una escopeta de feria. En cambio, había otro micrófono de ambiente que nos deleitó registrando las conversaciones de una señora de Cadalso con un niño y con su vecino de localidad. Fue un desastre total indigno de profesionales de una televisión que sale muy cara al contribuyente.

Saludos cordiales desde Tarragona. Rafa.