sábado, 16 de mayo de 2015

PITOS PARA JOSELITO EN MADRID
Hoy es 16 de mayo: "A Joselito lo ha matado un toro; lo he visto y no lo creo". Eso escribía Corrochano, que además estaba presente en Talavera, hace noventa y cinco años. Recuerden que aquí les hablábamos de la mortal cogida.
Pero Joselito, el niño a quien había parido una vaca, el torero a quien ningún toro podía coger, también fue silbado en Madrid (ayer se oyeron pitos a Perera en Las Ventas cuando destoreaba, creo que es la primera vez -pero disculpen la herejía de mezclar en el mismo párrafo a Gallito y a Perera, no volverá a ocurrir-).
José y Juan enredando con un novillo
Lo bueno del asunto es que uno de los que silbó con más furia a Joselito en Madrid en sus inicios fue Cañabate. Llegó a comprarse unos silbatos con varios amigos para abuchear a gusto a nuestro protagonista.
Dice Cañabate que la primera vez que vio a José, cuando se presentó con 16 años en Madrid, le pareció 'un torerito arregladito y compuestito'. Cañabate tenía 14. Los años siguientes fueron confirmando a un joven que 'dominaba los toros y las multitudes y a quien, en la calle, todas las mujeres se volvían para mirarle'.
En una foto curiosa como soldado
Cañabate y sus amigos, corroídos por la envidia, se gastaron dos pesetas para comprar unos pitos que llevaban siempre en el bolsillo cuando se anunciaba Gallito. Aquella tarde, se dejaban los pulmones silbando al torero, según reconoce él mismo, 'como cruel y miserable venganza' ante la insultante superioridad de aquel que tenía casi su misma edad.
Fue maestro de garrochistas, tanto derribando como amparando
Cuenta Cañabate que Joselito lo hacía todo bien excepto matar y de eso se aprovechaban él y sus amigos. Ninguneaban el capote de José, le chillaban cuando banderilleaba con variedad ('¡para eso traes a Blanquet!'). Cuando se perfilaba para matar y toda la plaza decía '¡No, no, todavía no!', los jóvenes energúmenos de la andanada situada encima del 8 comandados por Cañabate se encaraban diciendo '¡Cretinos! Todo eso son monerías, a ver qué hace a la hora de matar!'. Y si Gallito pinchaba, se daban por satisfechos.
Con el tiempo, Cañabate escribirá: 'cuando Joselito daba la vuelta al ruedo y pasaba frente a nosotros estoy seguro de que, a pesar de la altura, oía nuestros desaforados silbidos ¿Qué pensaría? Si no nos llamaba más que imbéciles, me doy por satisfecho'.
Saludos desde Tarragona. Rafa.
'Bailaor'


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