JUSTO FRACASA PARA QUE DE JUSTO TRIUNFE

Justo Hernández sacó un toro en Las Ventas que fue todo lo contrario de lo que él busca en su ganadería. De Justo lo aprovechó y triunfó sin paliativos. Creemos que puso a todo el mundo de acuerdo aunque habrá los que prefieran la estética ante el borreguillo que la épica ante el toro. Sea como fuere, la ética de este rito o fiesta o espectáculo reside en que delante haya un toro y no un cabritillo, esperemos que en esto sí que convengamos todos independientemente de gustos personales.

El animal en cuestión fue este casi seiseño Farolero, un toraco serio y no muy bonito de 623 kilos. Observen que tiene poco cuello y es un tanto ensillado. Su criador dijo al final que 'cuando un ganadero deja un toro con esta edad es porque creemos que puede resultar... aunque nos podemos equivocar, claro'. Pues por hechuras, no sabemos qué le vio. Es castaño albardado, bociblanco, listón, lavado de cara y con corona blanca en todas las patas:

Para confirmar que fue todo lo contrario que Justo busca en la selección que hace, escuchemos sus propias palabras en entrevista con Viard:

'No me gusta un toro sin clase, sin profundidad, que embista con todo en conjunto. Me gusta el toro al que tú le digas que haga así y lo haga, que tú le puedas moldear la embestida, porque para mí, eso es el toreo, que el toro descuelgue y siga la muleta, no que venga abultado. Tiene que desplazarse por fuera de la muleta para que el torero la pueda colocar bien moviendo sólo la muñeca y que se entregue en los pliegos. NO QUIERO EL TORO QUE ATROPELLA AUNQUE SEA EL QUE LLEGUE MÁS FÁCIL AL PÚBLICO. No quiero un toro que acometa como hace medio siglo sino que siga la muleta allá donde se lo piden...'

O sea, un toro obediente para que el torero construya su obra de arte. Pues todo lo que no busca en su ganadería, ni le gusta, ni quiere que le salga, todo lo que él abomina de un toro, fue lo que sacó el tal Farolero.

Manseó en el caballo pero dando la impresión de que tenía poder aunque se lo guardaba. Lo sacó en la muleta embistiendo 'con todo'. De Justo no pudo dedicarse a moldear su embestida sino a dominarlo para hacer que tragara. No viajaba por fuera sino por dentro y lo hizo amontonado y sin descolgar (palabra que para nosotros es un arcano de los taurinos). 

Ante ese animal, De Justo es torero que nos interesa mucho porque tiene una de las muñecas más firmes de la actualidad, superior en mando y dureza a otras más loadas por los aficionados. Si le sale el choto comercial, el extremeño no nos interesa en absoluto ya que ha demostrado sobradamente que sabe destorear como el mejor, recuerden aquí).

Pero ante un toro que te come el terreno, que se ciñe y cuya embestida no viene atontolinada, es imposible destorear porque te va a levantar del suelo al segundo pase. Aquí tienen la lidia completa. Observarán que sale suelto las tres veces del caballo y no mete los riñones ni siquiera en la primera entrada como sí hacen muchos toros de esta vacada. Da la impresión de que es listo y se reserva:

Su comportamiento es de menos bravo, o mansurrón, como ustedes quieran. De todas formas, el ganadero sostiene que 'yo no sé qué es un toro bravo ni uno manso, ¿quién lo sabe?, ¿qué mas da?'

Muy aseado y correcto tercio de banderillas con Ángel Gómez y Valcarce, clavando bien, reunido y sin alharacas.

De Justo ya ha visto que va a tener que pelear y realiza un buen inicio por abajo castigando al toro y llevándolo todo lo largo que puede para ir haciendo que trague:

El toro es pronto y fiero, no duda ni escarba en ningún momento y se da cuenta tras esos doce pases de que lo que tiene delante es un hombre y no un muñeco. De los doce, en cuatro da la salida por alto, cosa que podría haber evitado para no dar aire al enemigo.

Con la derecha, el toro va comiendo el terreno y obliga a vaciarlo. De Justo le baja la mano todo lo que puede:

En la segunda tanda cambia de mano para firmar un pase de pecho excelente:

En la tercera tanda el toro sigue viniéndose a la primera y se aprecia que la acometividad se va atemperando un tanto gracias a la labor del maestro. Ese mismo toro, con otra mano delante, se vuelve bronco y el público, que no el aficionado, queda convencido de que es un marrajo y hay que matarlo:

Llevamos los doce pases de inicio más veintiuno por el derecho, o sea, treinta y tres.

Seis más al natural incluido el remate porque el toro sigue sin tragar más de cinco. Es que De Justo no lo lleva en línea sino que quiere quebrantarlo toreando bien porque el animal tiene aguante y poder para resistirlo. Ya saben ustedes que si toreas en línea puedes dar quince pases seguidos y si rematas es por aburrimiento:

Ocho más con la izquierda, estamos en cuarenta y siete. Observen por dónde coge el palillo. Muchos diestros lo agarran por el extremo aunque tengan delante a Norit.

Y es que De Justo se va envalentonando al escuchar la respuesta del público y enseña el muslo dando la impresión de que en esos momentos le da igual que el toro le encuentre la femoral. Vuelve a la derecha para dar seis más en redondo pero ojo porque como ha visto que tiene el toro dominado, ahora se alivia notoriamente aunque lo ovacionan igual. Para nosotros es un borrón, fíjense:

Él sabe seguro que eso es destorear. No obstante, el de pecho será del agrado del ganadero porque el toro araña el piso con el pitón demostrando que ha perdido la pelea:

Cuatro naturales con la derecha a pies juntos donde el toro sigue obedeciendo a la primera, nada que ver con las dudas de un Cobradiezmos que se repuchaba, retrocedía y escarbaba cuando lo citaba Escribano:

Los rubrica con otros tantos trincherazos cambiando de mano. Termina enviando a Farolero al Missouri para firmar su rendición ante MacArthur: 

Nos parece un excelente colofón porque esos cuatro sopapos se los pegas de inicio a los borreguillos de Morante u Ortega y tienes que apuntillarlos ahí mismo. Éste de Hernández se los traga a su pesar. Han sido sesenta y un pases en total:

Elige bien la suerte contraria y deja una magnífica estocada, con lentitud, dejándose ver, sin tapar la cara del toro, clavando arriba y saliendo por el costillar. No hay ninguna queja, señores.

Y la sorpresa es que el de Hernández demuestra antes de morir un fondo de casta importante cuando, tras haberse sentido toreado y estando ahora herido de muerte, en lugar de irse a tablas se va a morir a los medios, ¡bravo!

¿Son merecidas las dos orejas? Para nosotros sí, sin duda. Si el artículo 82.2 dice que habrá que tener en cuenta la petición del público, la buena lidia, el toreo de capote, la faena de muleta y, fundamentalmente (sic), la estocada, pensamos que no ha lugar la discusión. Y menos todavía si recordamos orejitas de chichinabo regaladas en Madrid con más frecuencia de la deseada.

Cuando al acabar preguntan a Justo Hernández sobre el toro, todo lo que se le ocurre decir es que 'cuando le ha apretado, se ha entregado...'. No es una persona muy expansiva pero su voz parecía que venía de un velatorio. El vídeo que hemos visto se corta ahí y no sabemos si añadió algo más pero ya pueden ustedes creernos: ni de broma es el tipo de toro o el tipo de embestida que él busca. ¿No ven que si así fuese se encontraría en la lista negra de las figuras? Ya está en la de Aguado con sus garcigrandes normalitos, imagínense si menudeasen toros como éste en su ganadería.

Su padre, a quien homenajeábamos en esta entrada, decía que el toro tenía que seleccionarse 'a gusto del consumidor y a ver, ¿quién es el consumidor, el público o el torero?' Justo piensa que el consumidor es el torero, que construye su obra de arte con el toro que descuelga, es profundo y embiste por fuera yendo por donde le dicen. Según su teoría, el público será quien después consuma el éxito del torero.

Pues el triunfo de De Justo aconteció con algo muy diferente a toda esa teoría pero los aficionados consumieron algo que no olvidarán... a pesar del fracaso de Justo habiendo criado ese toro a su contra estilo.

Saludos cordiales desde Tarragona. Rafa.