jueves, 6 de noviembre de 2025

PAULA: UN RECUERDO DESAPASIONADO

El 28 de septiembre de 1987 fue el día que ha quedado señalado en el recuerdo de los aficionados como la entronización de Paula en Las Ventas. Aquella tarde todo el mundo se volvió medio loco: el tendido, la prensa taurina y un poco también el palco.



Se corrían toros de Buendía en un encierro que por su trapío no entraría hoy ni como una novillada en Algemesí. En el cartel, Paula, Manzanares y Ortega Cano. El jerezano substituía a Julio Robles. Lo de los dos últimos fue perfectamente olvidable. Paula en el primero escuchó una buena bronca tras dejar al buendía como un colador entre estoque y verduguillo.



Su segundo renqueó y el presidente Espada no dudó y enseñó el verde. Salió como sobrero un toro que debía de llevar tiempo en los corrales. Tenía el hierro de Martínez Benavides, la ganadería que herraba con un corazón.



Eran una bonita mezcla de Murube y Santa Coloma, algo que nosotros nos plantearíamos si tuviésemos dinero y ganas de montar una vacada de bravo. Pueden leer pulsando aquí lo que sucedió tras la muerte de don Francisco en 1989 con su curioso testamento.

Recordamos esta ganadería porque siempre lidiaba una corrida al año en la plaza de Tarragona, a veinte metros de donde estamos escribiendo. Era la época en que Valencia ejercía como empresario. Los toros salían astifinos, cosa noticiable en el coso tarraconense, donde tantas veces veíamos plátanos. Precisamente el Corchero este de Paula exhibía dos agujas.

El animal era feo de hechuras y nada más salir empezó a hacer cosas de estar corraleado. Se frenaba, husmeaba, se engallaba... Entre eso y los dos puñales, se oía un runrún en la plaza que presagiaba los tres avisos. Nadie daba ni un duro por que el gitano le plantase cara.

Pues héteme aquí que lo sacó desde la raya hasta casi la boca de riego a base de unas verónicas que enloquecieron al capitán del siete en aquel entonces. Éste no era otro que El Lupas, quien se puso en pie aplaudiendo con frenesí. Como suele suceder cuando algún santón del siete reacciona así, el resto de ese tendido se levantó como un solo hombre aplaudiendo con él.




Estamos en los años ochenta y lo que criticaba o aplaudía el siete no se discutía como ahora. Si protestaban, el resto de la plaza callaba. En caso de que aplaudiesen, todo el mundo los secundaba porque pensaban que si los que siempre protestaban, en seco aplaudían, es que aquello tenía que ser muy bueno. Esta ley no escrita solamente se rompió excepcionalmente, por ejemplo aquel día de la cogida de Curro Vázquez cuando Bojilla se encaró con ellos desde abajo y la plaza se dividió. Aconteció en 1983 y lo contábamos aquí. Ya verán que aquel día se armó la marimorena y la policía llegó a subir al siete para detener precisamente a El Lupas y sus corifeos.

Volviendo a Paula, lo mejor fue la media con que dejó seco al toro casi en el centro del ruedo. Hasta el presidente Espada recordaba emocionado aquellos lances cuando hablábamos con él en nuestra ciudad, donde veraneaba (recuerden aquí).




Luego vino una faena con excesivos enganchones y movidita de pies. Algunos pases fueron excepcionales pero de manera aislada. Se esforzó por rematarlos en la cadera, cosa casi imposible de ver en nuestros días. Sobre esto, recuerden lo que decía, que es lo mismo que sostiene Pepe Luis Vargas junto a otros toreros, quienes se echan las manos a la cabeza viendo el destoreo de hogaño. Lo que afirma el jerezano nos reconcilia con lo que defendemos en este insignificante cuadernillo desde que comenzábamos nuestra andadura:

"Tengo recursos y además brazo y estatura para dejarlo en la otra parte de la plaza, ¿me entiende? Pero eso no es torear. Al toro hay que llevarlo detrás de la cadera. El toreo no es en línea recta, sino en circunferencia. Circunferencia es el ruedo y circunferencia es el recorrido del toro tal como yo lo entiendo." 

Fíjense en esta foto. ¿Quién es capaz de acercarse a esto hoy en día? Creemos que sólo Juan Ortega:



Pero de ahí a calificarlo como una de las faenas del siglo... qué quieren que les digamos. Eso sí, El Lupas y su siete siguieron jaleándolo y detrás de ellos, toda la plaza.

Con visibles muestras de agotamiento, el diestro dio un sainete memorable con la espada y el presidente le perdonó el tercer aviso: un pinchazo, una media muy mala y nueve descabellos entre gestos de desesperación. Tras morir apuntillado, Paula se sentó en el costillar del toro porque no podía más. No obstante, sacó fuerzas de flaqueza para dar una clamorosa vuelta al ruedo vitoreado por un público entregado hasta la enajenación. Ya saben que muchas veces hizo el paseíllo infiltrado cuando no directamente drogado. Curro no quería compartir cartel con él porque sabía que le podría tocar matar más de dos toros. 



Recuerden que decía esto sobre el esfuerzo físico al torear:

"el toreo se hace hoy con ventajas y triquiñuelas: vaciar al toro por delante cuando debe ser atrás, pegarle un montón de pases, salir corriendo al rematarlos. Este ejercicio requiere un fondo físico enorme, pues el torero se pasa la faena entera yendo de un lado para otro. Se ha sustituido la hondura del toreo por la superficialidad de pegarle pases; su concepción artística, por la deportiva; su grandeza, por la mediocridad."


Toro de Osborne con Galloso y Robles en Madrid. FOTO: Botán

Aquel día convirtió la plaza madrileña en el frenopático de las grandes ocasiones, aunque quizás ha sido la vez que más. A nosotros nos pareció que  todo aquello se había salido de madre. Incluso Joaquín Vidal perdió los papeles y escribió una crónica plena de cursilerías dignas de los taurinos más relamidos, o sea, indignas de él:

"Las verónicas aleteando el capotillo precioso de vueltas azules -de güerta-jasule-, la media verónica citando de frente, la brega al cuarto toro-torazo sin permitir que nadie interviniera en la lidia, fueron el preludio de la manifestación más sublime del arte de torear. Nunca el toreo fue tan bello. Jamás el toreo, en las décadas últimas que se recuerdan, alcanzó la grandeza a donde lo llevó Rafael de Paula con su faena de muleta al toro-torazo, cornalón y astifino, que salió, sobrero, en cuarto lugar (...) Qué decir del público, mientras tanto. El público ya se había puesto en pié a los primeros compases, aplaudía, braceaba, gritaba, y cuando parecía que había agotado su capacidad de asombro, el torero le sorprendía con nuevas creaciones, que escalibaban las ascuas de aquella obra ardiente."



¿Escalibar? Será escalivar. ¿Obra ardiente? Escribe pie con acento y las comas están mal puestas... Queda claro que se dejó llevar por la emoción y no cumplió con aquello que él mismo pontificaba de mantener la sangre fría. Es de sobra conocido:

"A los toros hay que ir dispuesto a sufrir; provisto de lupa para comprobar la casta y fortaleza de las reses, la integridad de sus astas, el discurrir de la lidia, el mérito de los lidiadores, la calidad de los lances…"

Habló de Corchero y dijo que le había parecido "impresionante por encastado, con gran movilidad, de embestida alegre y gran transmisión; de excelente trapío y perfecto de hechuras; un animal bellísimo, vareado y musculado" (sic). Discrepamos con todos estos calificativos como pueden suponer.


Toro de Bohórquez en mano a mano con Romero en Las Ventas

Con el paso de los días las aguas volvieron un poco a su cauce. Recordamos un artículo de Ignacio Borrell en el suplemento taurino de Diario 16 donde afirmaba que hasta él mismo se había dejado llevar por aquella especie de catarsis colectiva pero que al volver a analizar la faena había encontrado no pocos defectos. 



Fue un honor que el conspicuo nieto de don Fermín Bleu, pseudónimo de Félix Borrell, viniese a nuestro terreno. Hemos buscado ese artículo en nuestro archivo pero no aparece, o sea que nos tendrán que creer. En el fondo el problema lo tenemos nosotros por culpa de nuestra sangre helada y nuestro espíritu cartesiano, que nos hicieron mantener la cabeza fría en medio de aquella loquería. 

El problema es que en la tauromaquia el transcurso del tiempo siempre engrandece las situaciones. Lo veremos en un futuro próximo cuando menudeen las desaforadas alabanzas a los Juli, Morante y compañía tal como pasen los años tras sus retiradas.



Qué bien cogía el capote, ¿verdad? Recuerden precisamente esta entrada.



No se incomoden por esta desapasionada entrada los paulistas, que son legión y más entre nuestros pocos pero selectos lectores. Por si no querían caldo, un amigo lector de Barcelona nos recuerda aquel año de 1975 en que él estaba presente en la Monumental cuando se negó a matar el sobrero de Ernesto Louro y fue detenido y multado. La foto de abajo es de cuando esperaba en el callejón los tres avisos. Tienen la historia aquí, donde nuestro amigo Paco recuerda que venía de matar tres toros dos días antes en Madrid con el resultado de bronca, bronca y bronca:



Hemos querido homenajear al maestro recordando aquella tarde madrileña aunque lo hayamos hecho poniendo nuestro grano de arena en desdramatizar un poco lo sucedido. Disculpen si les ha parecido fuera de lugar tras su reciente óbito pero como habrán leído tantos panegíricos al diestro, nos hemos querido salir un poco en nuestro modesto blog de ese turiferario ambiente.

Saludos cordiales desde Tarragona. Rafa. 


Curro en el entierro de Paula con el hijo del maestro. Sólo queda él.



lunes, 3 de noviembre de 2025

MORANTE Y CURRO: UNA RETIRADA PARALELA

Estamos ante dos de los tres toreros más religiosos que ha dado la tauromaquia. Los calificamos así por la cantidad de feligreses que han tenido. El otro ha sido El Gallo, claro. Seguro que si alguien hubiera tenido la peregrina idea de montar una religión o siquiera una secta bajo la advocación de cualquiera de los tres, habría encontrado sus adeptos. Rafael de Paula, que en paz descanse, estaba un escalón por debajo.

No obstante, los cuatro coincidieron en que cuando estaban mal, desataban las iras del tendido. Era porque se les notaba el miedo, que es lo peor que puede suceder con un torero en el ruedo.

Por eso desde nuestro modesto blog nos hemos referido siempre a los admiradores de Morante como feligreses. Corrochano comentaba muchas veces la inconcebible admiración que mostraban hace cien años muchos de los coetáneos de El Gallo. Ha sido exactamente la misma idolatría que los hinchas de Curro y de Morante han demostrado por ellos.

El paralelismo entre estos dos últimos que indicábamos en el titular lo enmarcaríamos en varios aspectos. A vuelapluma, podríamos apuntar: la verónica, el temple, el desprecio por la suerte de varas, el matar a paso de banderillas y el mismo desdén por los toros que no les gustaban. Cuando se daba esta última característica,  subyacía en ambos un menosprecio total por quienes habían pasado por taquilla.

Pero hay además otra circunstancia curiosa que coincide en la retirada de ambos y que es la que nos ha movido a compartir con ustedes esta entrada. Pero antes comentamos esos otros paralelismos.

La verónica va a gustos. La de Morante siempre fue más barroca, con la mano de salida más alta. Era más estudiada, más pensada, o sea, menos natural. La de Curro, que en América denominaban romerina, sí fue más natural, cogiendo el capote mucho más cortito, con menos tela, con manos más bajas y, como decía él, 'sin sacudir el toro para afuera, toreando para adentro, lo cual tiene más exposición pero tú gozas más y a su vez también el público se emociona más'

Al comparar ambas imágenes se aprecia la mano más baja de Curro y el cuello forzado de Morante:




Ya que estamos, comparemos también la media verónica, de la que hablábamos aquí. Está claro el mayor barroquismo de Morante. Observen que Curro tiene ambos pies sobre el albero mientras que José Antonio levanta el izquierdo al rematar:




La suerte de varas nunca preocupó a ninguno de los dos. Para ellos era un trámite con el cual ahormar, o machacar, el toro con el único fin de edificar su obra de arte. El artista era lo primero mientras que el toro era su instrumento, no un ente en sí mismo, de ahí su desprecio del primer tercio. 

Solamente se preocupaban del picador cuando le ordenaban que matase aquellos toros que no habían movido las orejas a su gusto. Eso de que en seco un toro no les gustase era un arcano para el común de los aficionados ya que el propio Curro decía una frase que suscribiría Morante: 'yo, al toro bueno... bueno, al que a mí me parece bueno...' Si la volvemos al revés, es decir, con el toro que a ellos les parecía malo, habría que preguntarles lo mismo que aquel aficionado de Utrera sentado detrás de nosotros el día de la encerrona de Morante con Prieto de la Cal: 'pero mi arma, ¿éste tampoco?, ¿y a éste qué le has visto?' (recuerden aquellos divertidos comentarios que transcribíamos en nuestra crónica).

Hemos sufrido a picadores de Morante masacrando vilmente toros suyos a los que luego él ha pegado dos mantazos y entrado a matar a como diese lugar. Y los más talluditos recordarán aquellos puyazos asesinos que Curro ordenaba... ¡con el tercio cambiado! El escándalo solía ser monumental pero él, como si oyese llover. 'Yo no tengo miedo al público', repetía, en una afirmación que también firmaría Morante.

Con la muleta observamos bastante similitud entre ambos, siendo de nuevo Morante más barroco y Curro más natural. El empaque y el temple son parecidos. Sobre la longitud del pase sabemos que hay aficionados que censuran a Curro que lo suyo eran medios pases porque no los daba todo lo largos que debiera, con todo su recorrido completo. 

No acabamos de compartir esa idea pero la dejamos indicada para que conste en acta. Es que él sostenía que el pase tenía que ser a lo que diera el brazo, sin forzarlo. Y además se quejaba de que eran quienes citaban con la muleta retrasada los que pegaban medios pases o incluso menos: 'Con la muleta retrasada se da un cuarto de pase porque se vacía cuando se empieza a rematar; eso es comenzar el principio por el final'.




La media altura de Curro que han visto también es discutida por muchos pero a nosotros nos encantaba. Morante coge el palillo escondiendo los dedos bajo la tela mientras que Curro es más académico (recuerden lo explicado aquí). La forma de embestir de ambos toros no tiene nada que ver. El de Morante es más formal, que es lo que se busca en el siglo XXI, la formalidad de los toros. ¡Hay que ver! 

Igual que nos planteamos qué haría Maradona hoy con la protección de que gozan los futbolistas por los árbitros, siempre pensamos en cómo torearía Curro estos norits de hogaño que demuestran tanta fijeza, tanta humillación, tanto recorrido, tanto descuelgue y tanta indulgencia con los errores del diestro.

En los desplantes se parecen mucho, quitando aquellas originalidades de Morante con una rodilla en tierra o limpiando las lágrimas a un toro con un pañuelo emulando a Gallito (aunque Maravilla lo que hizo en su día fue escupir en el cuerno para luego limpiarlo):




En la estocada sí que hubo una gran diferencia entre los dos. Morante fue un excelente estoqueador mientras que Curro ya lo decía él mismo: 'no he matado un toro bien en mi vida, pero es que ni siquiera  medio bien...' Néstor Luján, de quien deben leer ustedes su Historia del Toreo si no lo han hecho todavía (recuérdenla aquí), distinguía tres tipos de buenos matadores: el estoqueador excepcional, como Celita o Malla; el matador notable por su facilidad, como Armillita, y el matador excelente sin paliativos, como Curro Martín Vázquez. Esto lo escribía en los años cincuenta y se limitaba a los que había visto él.

Nosotros no tenemos ningún empacho en colocar a Morante en el Olimpo de los matadores excelentes: 



El problema es que sólo mataba como Dios manda cuando le daba la gana y eso era pocas veces. Solía coincidir en plazas importantes cuando veía que ya tenía cortado algún trofeo. Recordamos la estocada del rabo de Sevilla o la de su corte de coleta en Madrid, ambas buenísimas:




No perdonamos a ambos maestros que a los cientos de toros que no les gustaron en su carrera los matasen a bochornoso paso de banderillas, demostrando siempre un miedo cerval. Ahí los dos diestros eran tal para cual. Esto que ven no es matar un toro sino asesinarlo sin vergüenza:




Ordóñez decía de Romero algo que muchos morantistas firmarían para el de La Puebla: '¿qué más da cómo ha matado después de ver cómo ha toreado?' Pues, maestro, si  le parece volveremos la frase al revés para aplicarla a toreros sin arte pero buenos estoqueadores. Andrés Vázquez decía que antes que torear había que saber matar. Esto lo decía aplicándolo a cualquier torero, no pensando en Damián Castaño, si nos permiten la maldad.

En uno como Curro, que era matador de toros sin saber matar, podemos llegar a entender que clavase siempre el estoque de cualquier manera. Pero en Morante no nos entra en la cabeza. ¿Cómo puede ser que supiera hacer la suerte con tan gran pureza pero lo demostrase en tan pocas ocasiones?, ¿por qué ha preferido casi siempre salirse con indecencia alargando el brazo para pegar la puñalada? Si sabía matar muy bien los toros, ¿por qué los asesinaba?

Piensen en que la estocada es la única suerte del toreo que permanece inalterada desde hace doscientos años. Y además es la única que depende en un altísimo porcentaje de la disposición del maestro. Nos referimos a que si el diestro quiere ejecutarla con verdad, es igual el toro que tenga delante. Morante nos dio poca cal y mucha arena. Insistimos en que al depender siempre del diestro el hacer bien la suerte suprema, nunca le perdonaremos tanto escaqueo. Comparen con miedo y sin miedo:


Para acabar, lo que comentábamos al principio: ¿qué tienen en común las retiradas de ambos maestros? Ustedes pensarán que la sorpresa del anuncio, ¿no? Uno de improviso en una entrevista de radio y el otro en el platillo de Las Ventas. Sí pero hay otra circunstancia que queremos remarcar y es que en ambas medió una voltereta de Morante con caída muy peligrosa.

La reciente de Madrid la recuerdan perfectamente. Toreando de capa el toro lo levanta del suelo, aterrizando de cabeza y queda sólo felizmente aturdido para lo grave que podría haber sido:


FOTO: Juanelo López

Al fondo de la imagen se veía al maestro Moore haciendo estas dos fotos de abajo:



Curro estaba toreando el festival de la Algaba con sesenta y seis años. A su lado, un joven Morante con veintiuno recién cumplidos. Durante la faena de muleta, el toro engancha a Morante y lo voltea de manera muy parecida a lo que sucedió en Las Ventas:



La caída del diestro es casi la misma que en Madrid. Desde dos metros de altura cae y se golpea la cabeza doblándose el cuello:



Entonces no tenía el exceso de peso de ahora y se levantó sin problemas. Curro vio esa caída tan fea y se le quedó marcada en el cerebro. Tan es así que por la noche, cuando era entrevistado por Fernández Román, anunciaba por sorpresa su retirada de los ruedos.

Allí dijo que era para dar paso a los jóvenes pero con el tiempo reconocería que esa caída de Morante le dio que pensar. Lo que pensó fue que si le hubiera sucedido a él, con sus años y sus kilos, probablemente habría quedado inválido en una silla de ruedas.

¿Pensó algo parecido Morante durante la faena a ese último toro de su vida? Tras la segunda oreja regalada por el presidente es posible que ya no le quedase ninguna duda sobre el retiro. Quizá con el tiempo nos lo aclare,  tal como hizo Curro Romero en su día.

El problema es que si la cogida fue el detonante para que escenificase su retirada, conforme transcurran los meses y se le pase el efecto de la impresión, no les extrañe que esté de vuelta el año que viene para hacer una selectiva ronda de paseíllos que le llenen bien el bolsillo. Al tiempo...

Al habernos dedicado a comentar especialmente los paralelismos entre uno y otro, no hemos resaltado una gran diferencia: Curro siempre tuvo la cabeza mucho mejor amueblada que Morante. El camero fue coherente y nunca ha vuelto a ponerse delante, ni siquiera en un simple tentadero. El cigarrero, ya veremos.

Saludos cordiales desde Tarragona. Rafa.






martes, 28 de octubre de 2025

'TOP TEN' DE ESTOCADAS

Los amigos de la Asociación El Toro de Madrid han publicado lo que denominan Top Ten de las estocadas de este año en Las Ventas. Pueden consultar  la lista pulsando aquí y yendo abajo de todo.

El motivo de esta entrada es mostrar nuestra discrepancia sin acritud con ese cuadro de honor. Conste que vimos en su día todas las que se premian y también otras que han sido muchísimo mejores y que no aparecen, como por ejemplo ésta:



Antes de desmenuzar la lista dejaremos claro cómo hay que ejecutar la suerte suprema siempre según nuestra modesta opinión. De ese modo se entenderán mejor los reparos que iremos anotando a la lista.

Tras escoger los terrenos el diestro debería cumplir ocho condiciones, en el bien entendido de que no nos referiremos a la suerte de matar recibiendo, ya que entonces alguna de ellas cambiaría:

- Perfilarse ni muy lejos ni muy cerca.  ¿Para qué hay que perfilarse? Pues para salir limpio por el costillar. Todos esos que no cruzan y se quedan en la cara podrían arrancar de frente. Ni que decir tiene que uno debe armarse entre ambos cuernos y no fuera de la suerte. Ostos exageraba diciendo que había que poder tocar con la punta del palillo el morro del toro. Eso sólo puede hacerse cuando el toro está muy dominado (precisamente por esa razón Sánchez-Vara nos decía que no podía armarse desde muy cerca para matar los toros de Reta). El as de espadas sostenía que la distancia era a unos dos metros o como máximo dos y medio. De ninguna manera aceptaremos perfilarse a más de tres metros como hacen muchos. En las imágenes, tanto Jiménez como Manzanares están demasiado lejos:




- Liar correctamente la muleta. Se hace para no arrastrar la tela al avanzar y evitar tropezar o que el toro te la pise. Está claro que los que pegan el telonazo no tendrían por qué liarla. Lo hacen por tradición ya que si no, no tiene sentido. Si se ha liado bien, nunca debería perderse. Lo de tirarla, como hacen muchos tras clavar la espada, es delito de lesa tauromaquia. 



- La mano de la espada debe estar debajo de la barbilla, encima del pecho. Paquiro decía 'delante del medio del pecho'. Ortega, 'encima de la tetilla izquierda'. No aceptaremos de ninguna manera estirar el brazo como puso de moda Tomás Campuzano en su día y hoy imitan tantos. Si esa mano al avanzar va a la altura de la cabeza o incluso más arriba, se clavará a capón y, en cualquier caso, la estocada se irá siempre trasera. Aquí tienen a El Juli antes de pegar una puñalada que se le va a ir atrás seguro:



- Descubrir la muerte apuntando con firmeza y valentía al morro del toro poniendo el estaquillador vertical haciendo que vaya la punta de la muleta entre las pezuñas. No puede ser girarlo en horizontal en el último momento para pegar el telonazo y dejar ciego al toro, como ha hecho Juli en la imagen anterior. Ya no digamos el avanzar con la muleta a guisa de delantal sin que la mano izquierda haga nada por descubrir la muerte. Lo explicábamos en esta entrada comentando qué bien suele hacerlo Roca. También lo hace correctamente Pepe Moral aquí abajo: el palillo apunta al hocico y no estira el brazo sino que lo mantiene flexionado hasta el embroque. Clava trasero por llevar la mano alta. Después ven a Roca, muy bien también, con el brazo izquierdo completamente en vertical formando casi una línea recta con el estaquillador:




- Avanzar lo más lentamente posible, arrastrando los pies, nada de entrar a la carrera. Vean a Luis Freg, 'el rey del acero', arrastrándolos como decimos:



- No estirar el brazo de la espada al ir a clavar sino mantenerlo flexionado y en la misma dirección que el torso. Estirarlo alejándolo del cuerpo es una trampa. Lo mismo que alargarlo para clavar antes del embroque. Que lo hiciera Gallito no exime de culpa a todos los que se alivian de esa manera, incluido él (recuerden esta entrada). A los toros hay que matarlos con el pecho, no con el brazo, como muy bien repetía Ostos. A continuación, dos que hacen trampas. Chaves estirando el brazo en perpendicular al torso. Y más abajo Cayetano haciendo lo mismo y encima entrando a la carrera (bueno, más que entrando, saliendo). Siempre que uno alarga el brazo al clavar es para darse ventaja y salirse de la suerte:




- En ese momento se hace la cruz con ambos brazos y tras clavar, se sale por el costillar. La mano izquierda 'te la debe coger el toro con la boca y llenártela de baba', como afirmaba Rafael Ortega. La cruz hay que hacerla de manera intuitiva, sin pararse a pensar en que la mano derecha tiene que ir hacia adelante y la izquierda hacia atrás. Si piensas en eso, te lías (como pasa con Castaño, Solera, Cayetano y muchos otros). Por último, no hay que escupirse ni quedarse en la cara. Lo explicábamos en esta otra entrada cuando decíamos que el torero tiene que imaginar que después de clavar tendría que ir a tocar la penca del rabo. Observen a uno de los cinco mejores matadores de la historia haciendo perfectamente la cruz. Es Varelito:



- No saltar. Un maestro en tauromaquia no tiene que saltar nunca, bajo ninguna circunstancia, ya que hablamos de un torero y no de un saltimbanqui. Es lo que parecen Castella y El Juli en las siguientes imágenes:




Pinchar en buen sitio tras hacer la suerte cumpliendo las condiciones que hemos relatado no sólo no merece censura sino que debería aplaudirse.

Habrán visto que no hemos hablado de igualar el toro, ¿verdad? Es que si el toro está bien toreado, se cuadra él solo ya que te pide la muerte. Hoy en día se van a coger el estoque de verdad pero antes dejan la muleta en la barrera, piden el vasito de agua, después una toalla... Parece que estén en un gimnasio y mientras tanto, el toro se harta de esperar y por eso les cuesta Dios y ayuda cuadrarlo cuando por fin vuelven a la cara. Recuerden en esta entrada lo que le pasó a Chacón.

Esos ocho ingredientes para ejecutar bien la suerte de matar tienen que ir aderezados con otro imprescindible: el valor. Valor para no tapar la cara del toro sino apuntar con la muleta en vertical al hocico sabiendo que te va a venir un tornillazo; valor para no mirar los cuernos sino el lugar donde clavar porque si miras los pitones, siempre pincharás; y valor, en fin, para no quedarte en la cara, que es lo que te pide el cerebro para terminar el trago cuanto antes, y así completar el recorrido para salir por el costillar. 

No queremos marearlos con los diferentes tipos de estocadas según la penetración, la colocación y la dirección de la espada sino que vamos ya a analizar las de este Top Ten de la Asociación. Intentaremos razonar esas discrepancias a las cuales nos referíamos al comienzo.

1. La medalla de oro se la dan a De Justo en la corrida homenaje a Victorino. Pues ejecutó la suerte saltando y con la mano alta aunque la espada quedó arriba, eso hay que reconocerlo. Pero es que además tapó la cara del toro, cosa que antes no hacía y además se salió de la suerte. Lo pueden comprobar en la toma desde atrás que sale en el 2'13'' de este vídeo:



2. La medalla de plata que se lleva Colombo también la discutimos. La estocada es pegando un brinco olímpico con esa pierna derecha que llegará a ponerse en horizontal respecto al suelo, como si fuese la Paulova. Pueden comprobarlo en el 2'52'' de este vídeo. Añadan el recurrente ratimago de tapar la cara al toro:



3. Medalla de bronce para Manzanares matando un toro de El Puerto. Recordamos que el estoque cayó perpendicular y que el maestro se salió sibilinamente de la suerte aprovechando, como siempre, su largo brazo. El toro se había aquerenciado en tablas y rodó patas arriba. Hay muertes espectaculares como ésta que encubren estocadas mal ejecutadas:



4. Siguiendo con los colocados de honor viene Juan de Castilla matando un Caracorta de Aguirre. La espada cayó arriba pero tras haber pegado un telonazo y el salto que ven, además de perder la muleta. Esta última circunstancia lo invalidaría para cualquier mención como matador, al menos antiguamente porque hoy ya saben que vale todo y a las pruebas nos remitimos:



5. ¡Hombre, por fin aparece Morante! Dejó en Madrid dos para el recuerdo: la de su primero en la de la Prensa y la de las dos orejas que le regaló el presidente Gómez en su teórica despedida. Esta última es la que han seleccionado los amigos de la Asociación. Debería ser la de medalla de oro porque no tiene nada que ver con las tres que han colocado en el pódium. 

Aquí tienen la del 12 de octubre en el 5'22".

La de la Prensa, que nos pareció incluso mejor, la ignoran pero nosotros les enseñamos las dos ya que entre las cuatro mejores del año tendrían que estar ambas:





6. Urdiales aparece por una estocada a un toro de El Pilar que nosotros calificamos en su día como habilidosa a secas. Tapó la cara a este toro como es su costumbre. No guardamos ninguna imagen de aquella estocada ni tampoco la hemos encontrado en ningún vídeo, señal de que no debió de ser nada del otro mundo:



7. Vuelve a aparecer De Justo, quien da la impresión de ser santo de la devoción del redactor del elenco. Su faena al toro de Victoriano le valió una oreja y a pesar de ello ya se acordarán de nuestro titular (pulsen aquí). Esta vez volvió a su esencia y apuntó con el palillo al morro del toro. No obstante, insistió en saltar al clavar y la estocada cayó desprendida y pasada. La tienen en este vídeo en el 2'36'':



8. A continuación ponen a Fortes en la feria de Otoño. Nos parece verdaderamente inconcebible. Observen cómo ha girado el estaquillador para pegar el telonazo cegando al toro. Después alarga su ya de por sí largo brazo y clava... ¡antes de llegar a jurisdicción! Y no tiene ninguna intención de cruzar. Es todo un despropósito:



Lo bueno es que en esa misma corrida Víctor Hernández mos ofreció una de las cuatro mejores estocadas del año en Madrid junto a las dos de Morante y a otra que pondremos al final. Los de la Asociación se han olvidado de ella lamentablemente pero nosotros no:


                           
                     
       
  

9. Aparece en novena posición Uceda Leal, a quien censuramos que se haya tirado a lo fácil pegando sin vergüenza ninguna el telonazo. Antes apuntaba con el palillo al morro pero al ver que nadie se fija en nada, se apuntó al alivio. Hablábamos de ello en esta entrada que le dedicábamos aprovechando que daba una lección en Youtube de cómo entrar a matar. Ahí lo tienen. La espada cayó desprendida tirando a caída y para el pobre toro hubo un eclipse de sol:



10. Y en décimo lugar tenemos a Gómez del Pilar, que dejó esta estocada a un toro de Rehuelga en la concurso que aplaudíamos desde nuestro modesto blog. Es mucho mejor que todas las anteriores excepto las de Morante pero queda tristemente relegada a la última posición:



Se habrán fijado en que no se alivia alargando el brazo sino que éste permanece al lado de la cabeza y en la misma dirección que el torso.

En esta tan discutible clasificación se han olvidado de la magnífica estocada que dejó Juan Ortega en la feria isidril a este Bochornoso de Victoriano. La veíamos al comienzo, ¿qué nos dicen? De todos los toreros artistas que en el mundo han sido nadie ha matado así de bien. Bueno, sí, uno: Morante. ¿Ven la cruz?



Roca, uno de los mejores matadores de los últimos veinticinco años, no puede competir ni con ésta que acaban de ver ni con ninguna de las dos de Morante pero sí con cualquiera de las demás que figuran en la lista. Dejó esta buena estocada a su primero de El Torero. La pueden ver en el 1'05'' de este vídeo. En el debe, que no mantiene los pies en el suelo a pesar de haber descubierto muy bien la muerte, de no pegar el telonazo, de no estirar el brazo alevosamente y de salir limpiamente por el costillar:



Hasta aquí hemos llegado en nuestra amistosa discrepancia con los amigos de la Asociación. Creemos que la hemos argumentado adecuadamente pero quedamos a la disposición de ustedes en la sección de comentarios por si desean a su vez discrepar con nosotros.

Como ya terminó la temporada y nuestros pocos pero selectos amigos dispondrán de tiempo para leer, les apuntamos otras de las entradas que hemos dedicado a la ejecución de la estocada. Pulsen sobre cada uno de los títulos y accederán directamente. A ver si pasan un rato entretenido releyéndolas:

La estocada según Jaime Ostos

¿Por qué todas las estocadas caen traseras?

Rafael Ortega: 'la estocada no es una puñalada'

Hay cuatro tipos de matadores

Cuadrar el toro no es una suerte

Suerte natural o suerte contraria

La penosa herencia de El Juli a la hora de matar

¿Manzanares?

Damián Castaño

Un ¿bajonazo? bien ejecutado

El cáncer del telonazo

Dos nuevas suertes de matar

¡A los toros hay que matarlos con el pecho!

Lección de Morante a Aguado

Escribano: haga lo que yo digo...

Ya avisábamos a Juan Leal de su cogida

La epidemia

Ureña, atropellando la razón

Las estocadas de Moral y de Escribano

Juan Bautista recibiendo a toda ley

Una gran estocada por Navidad

Gallito a Varelito: 'matando tú eres mi maestro'

Saludos cordiales desde Tarragona. Rafa.