Y gracias. El Periquito de San Isidro fue la excepción que confirma la regla en La Quinta, un hierro al que los propietarios han moldeado con gran éxito, consiguiendo lo que se proponían. Añadan a eso los constantes rumores de que han proporcionado sementales a otras ganaderías bastante afamadas.
La tarde albaceteña se saldó con cuatro orejas que pudieron ser perfectamente seis o siete. Los santacolomas salieron parejos de presencia, correctos para esta plaza, nobles, con mucha fijeza aunque alguno distraído y otros apretando a tablas. Pero en varas... ¡ay! Fue una corrida que pudo matarse perfectamente sin necesidad del primer tercio. Con eso está todo dicho.
PERERA. Su primero era este cárdeno, meano, bragado, altito de agujas:
Simple señal trasera en el caballo pero sin taparle la salida, cosa noticiable. Ese simulacro en varas fue para César Jiménez que el toro había sido muy bien picado. Bah, era un torete comercial que iba y venía sin interés. La pierna atrás, que no falte:
Y sin obligarlo mucho para que no cayese muerto ahí mismo sin estoque. Reconoceremos el mérito del maestro al no permitir que se rajase ya que lo estaba deseando. Tras unas bilbaínas en ambiente casi fúnebre para gran sorpresa del diestro, se perfiló y dejó un pinchazo, una media pasada y una entera baja siempre a capón:
El cuarto salió tras una merienda interminable. Fue este cárdeno, salpicado, rabicorto, rabicano. gargantillo, caribello y calzado de pies:
Estuvo nefasto el peón de Perera. Corta al toro cuando se venía al relance pero con su segundo capotazo hacia adentro lo mete debajo del peto. ¡Cuánta inutilidad! Guante blanco de nuevo con la puya.
Anotemos que hizo hilo de bravo en banderillas. Perera vio ese detalle y le bajó la mano de inicio sin piedad para escarmentarlo. Luego le embistió a regañadientes, quizás quejoso por ese castigo tan duro.
No le causó problemas pero tampoco le granjeó aplausos. Metisaca terrorífico en el costillar y puñalada muy fea por trasera y perpendicular, siempre a capón. Vean por dónde lleva la mano. No debió de irse muy contento al hotel uno con tanto orgullo como el extremeño al ver a sus compañeros en hombros.
DE JUSTO. Su primero era cárdeno, bragado, rabicorto, con poco cuello, blandito de remos y asaltillado de cuernos:
Cabeceó enloquecido en el peto y rápidamente, cambio. En la muleta resultó pronto y empapado pero con embestida chochona. Lógicamente César Jiménez repetía: ¡qué gran toro! Claro, era la típica ternera que resulta ideal para los taurinos y él lo es de pata negra.
Como iba asfixiado, se quedaba cortito y De Justo tenía que perder pasos. Pinchazo en el lomo por culpa del toro y estocada trasera y desprendida con patas al cielo. Entró siempre sin pegar el telonazo, otra cosa noticiosa. Vean que hace bien la cruz. Perfecto el presidente Coy sin conceder nada:
El quinto era este Lagartijo, un cárdeno oscuro, bragado, meano, axiblanco, muy ojalado y con poca cara. Esas son las caritas del agrado de los taurinos. Por eso de nuevo terció Jiménez para pontificar que tenía una expresión muy bonita (sic):
Por cierto, no creemos que sea bueno para las cervicales del maestro retorcerse tanto a la verónica. Buen empuje en el caballo, el único, aunque con la cara muy alta y cobrando en el lomo:
Quite del diestro de frente al costado con la escoba. Le tocaron música, cosa inhabitual. Era codicioso y repetidor pero se distraía al final del pase, como ven:
Cuando De Justo conseguía que se centrase, enfervorizaba al personal. A nosotros no tanto ya que su toreo se nos antojó un poco estajanovista, y perdonen sus seguidores. Lo mejor de la tarde fue su excelente estocada arriba, un poco pasada. Emborronó acto seguido esta bella suerte cuando se marchó al platillo a mendigar ovaciones. ¡Hay que quedarse al lado del toro hasta que muera, que para esto te da de comer! No le tienen ningún respeto. Y todavía estuvo peor después solicitando por su cuenta al palco el azul. Esa no es su misión. Estuvo mucho más serio el público sin pedirlo que él. Ni de broma era azuleable. Observen dónde se había ido con el toro todavía vivo:
ADRIÁN. Su primero era negro entrepelado, bragado, meano, axiblanco, salpicado de nalgas y rabicano, con encornadura típica de Buendía:
Empuja aunque le levantan rápido, otro simulacro. Renqueaba un poco de atrás pero era de nobleza tontaina. Adrián le fue haciendo el tiovivo olvidándose del aire. Ni por equivocación cargó la suerte, ¡ni una sola vez! Para César Jiménez, esto que ven fue torear muy de verdad.
Estocada tendida y trasera hasta las uñas por tirarse con fe. Bien otra vez el presidente sin dar la segunda oreja:
El sexto era un cárdeno, nevado, rabicano, con cara y con presencia pesando 473 kilos:
En el caballo quería quitarse el palo y luego arreó en banderillas.
Fue el más díscolo dentro de la buena educación de todos los de La Quinta porque ¿cuál es el último toro de esta vacada que recuerdan haber visto demostrando listeza o un poco de mala idea? Éste se venía con alegría aunque amontonándose un poco cuando llegaba a jurisdicción, como diría Justo Hernández:
Adrián estuvo firme y lo que hizo fue suficiente para cortar otra oreja tras esta estocada muy trasera entrando con el delantal. Anotemos que el toro embestía mucho peor al final que al principio de la faena:
La corrida seguro que dejaría encantado a cualquier joven novato en esto de los toros. Por supuesto que dejó encantados a todos los taurinos, empezando por César Jiménez. En cambio, al aficionado al toreo güeno suponemos que lo dejó sólo contentillo a secas, vaya usted a saber.
Pero el sufrido aficionado a toros, no a toreros, se quedó como antes. Bueno, peor que antes porque cuando se anuncia una corrida con este hierro siempre se tiene la ilusión de que salga uno como aquellos novillos de los noventa. Pasa el tiempo y no hay manera. Quizá es que lo de Periquito fue realmente un espejismo.
Saludos cordiales desde Tarragona. Rafa.
Buenos días, Don Rafael y la compaña:
ResponderEliminarEché dos estupendos ratos viendo la corrida: durante el tiempo que De Justo toreó.
Habitualmente obvio los festejos de este hierro, pero en atención al extremeño (al de Cáceres) hice la excepción. A mí me gustó muchísimo, hasta el punto de lograr que me abstrajese del ganado al que se lo hacía. Si su primero no pierde la mano en el último momento se va De Justo para casa con 4 merecidas orejas.
Por romper una lanza a favor de los figurines y sus ganaderías de cabecera, hay que reconocer que, en mano de ellos, ese ganado parece aún más noble y bobo, porque es casi imposible que los dejen tocar las telas, ni les dan más toque del sutil.. cuando le toca torearlos a los de mitad y zona baja del escalafón se ve que ni el ganado es tan bobo ni ellos merecen estar más arriba, si no es toreando las duras.
Saludos a usted y a los selectos lectores del blog.
Estamos de acuerdo en que se hubiera ido a casa con esas cuatro orejas si el toro no tropieza pero yo no comparto tanto su entusiasmo con el toreo del extremeño.
EliminarY tiene razón en que la forma de torear de los de arriba hace que los animales que tienen delante parezcan todavía más dóciles de lo que son. Pero no me negará que la labor de los propietarios de La Quinta ha sido fomentar esa docilidad en su ganado.
Saludos
Para gustos, los colores, pero a mí De Justo me pareció muy inspirado...
ResponderEliminarVaya, ya voy perdiendo 2 a 1...
EliminarBuenas tardes Rafa y compañía.
ResponderEliminarComo dices Rafa, es muy difícil que salga otro periquito. Quién sabe si fue un salto atrás de la genética o si están en busca de la casta perdida. El caso es que lo disfrutamos así como la disposición de Emilio de Justo. Haciendo la observación que no fue generoso con el toro al no permitirle entrar una tercera vez al caballo y no dejándole morir en los medios.
Saludos de un aficionado venteño.
El egoísmo de los toreros y su falta de respeto al toro es la norma y De Justo en eso es uno más. Recordemos que Álvaro de la Calle lució a Duplicado en tres entradas, cosa que De Justo seguro que no hubiera hecho.
EliminarSaludos