MIURA EN PAMPLONA: TIRAR LA TOALLA

Nos fuimos a Pamplona a echar la tarde viendo la corrida de Miura con la esperanza de que saliera algún marrajo. No hubo suerte y el festejo se saldó con un tedio oceánico, un aburrimiento total, insufrible, definitivo.

No hagan ni caso a lo de las cuatro orejas porque en esta plaza festiva de público facilón, la casquería no quiere decir nada. Los pocos pero muy cabales aficionados navarros presentes en el coso se echaban las manos a la cabeza y salían indignados tras lo visto.

Quedó claro que es imposible imponer una mínima seriedad al palco pamplonés. Es mejor tirar la toalla y no hacerse mala sangre. Ayer era Ángel Erro el asesor, aficionado serio a quien además contamos como fiel seguidor de nuestro modesto blog. Ante la primera oreja no hay nada que hacer pero cuando el público enloquece pidiendo una segunda totalmente inmerecida como fue la de Colombo en este sexto, ¿qué haces?

No hemos hablado con él pero estamos seguros de que aconsejaría a la presidente, concejal socialista del Ayuntamiento, que de ninguna manera enseñase el segundo pañuelo. Ella debió de preguntarle si quería salir emplumado de la plaza, sacó toda la ropa al tendedor y aquí paz y después gloria. No vaya ser que no me voten por cicatera...

Los de Miura salieron aburridísimos excepto el que han visto arriba. Ese sexto no parecía un miura por sus hechuras, no estaba en tipo de la ganadería a nuestro entender. Pues héteme aquí que fue el mejor con absoluta diferencia.

Por no sacar, los de Zahariche no sacaron ni malas ideas. Y si Miura aburre, apaga y vámonos. Exhibieron todos el hierro arriba de Alvareda excepto el castaño tercero, que lo llevaba abajo. No podemos reseñar nada de su juego porque resultó insípido a más no poder. La media fue de 618 kilos, con lo cual el respetable navarro, que la goza cuando el toro es grande, ande o no ande, no tuvo queja. Los toros luego no anduvieron, con lo cual, ¿de qué nos vale ese tonelaje? Ah, y el tercio de varas en esta plaza se desprecia sin rubor pero eso no es ninguna noticia.

Hubo lleno, orejas de risa y despedida del torilero Azcona, a quien ese sexto miura homenajeó yendo a morir prácticamente a sus pies como verán al final.

FERRERA. Su primero era un toraco castaño carinegro, listón, bragado, meano, axiblanco, bociblanco, cornialto y astigordo:

Nada en varas, como no fuera que salió arrastrando el pie derecho y se fue a husmear en el burladero:

Buen par de Murillo, mejor que los maestros, quienes nos deleitarían después con un festival de pares a toro pasado. Muy aplaudidos, eso sí.

El animal no era muy listo y se limitaba a pasar por ahí con somnolencia. En la foto se ve su viaje cansino:

Y en el desplante del extremeño se aprecian esos pitones:

Lo mató de esta media, atravesada, aguantando, que escupió, más dos descabellos:

El cuarto era un cárdeno oscuro, nevado, bragado, meano, axiblanco y que fue castigado excesivamente en varas con la anuencia del maestro. Lo recibió con ese capote verde que solamente le gusta a él:

Otero dio una de cal y otra de arena:

El toro había galopado en el segundo tercio pero en el de muerte entregó la cuchara tras la segunda tanda. Fíjense en esa banderilla asesina en el costillar porque quizá tuvo algo que ver en que se parase en seco (recuerden lo que contábamos aquí):

Estocada caída saliéndose y a otra cosa:

ESCRIBANO. Su primero pesaba 650 kilos y se fue a porta gayola a saludarlo:

Un peón nada profesional lo mandó para adentro tras estrellarlo contra el burladero. Según el artículo 81.2 del reglamento navarro, fue correctamente sustituido ya que se cumplió el quedar inutilizado durante la lidia pero no la necesidad de ser apuntillado. Para no ser sustituido deben cumplirse ambas condiciones. Recuerden que nos lo explicaba el decano de los presidentes en esta entrevista.

Salió este sobrero de Cebada Gago, castaño, salpicado y silleto:

Cinco veces fue al caballo porque huía al hierro incluso yendo contra el reserva a favor de la querencia de toriles. El amago de capea fue cortado por el director de lidia, con Escribano mirando.

Invitó éste a parear a Colombo y fue en mala hora porque el americano quedó fatal, comparen:

Bueno, fatal para nosotros porque las ovaciones menudearon para ambos. El cebadita protestaba pero era un toro sin sal. No obstante, vimos a Escribano muy mal, pegando trapazos, con enganchones constantes y consiguiendo que el toro embistiera peor al final de la faena que al principio. Un desarme fue la rúbrica de que había naufragado ante un toro del montón. Manuel, qué mal, ¿no?

Es de los pocos maestros que sabe la diferencia entre suerte natural y contraria. Insistió en la natural ante un animal que había manseado muy a su sabor en varas y se llevó el susto que ven. La estocada cayó tendida, trasera y contraria, más tres descabellos:

El quinto se llamaba Dobladores. Era cárdeno, bragado, meano corrido:

Se fue a toriles pero el toro lo ignoró aunque se resarció después con dos largas genuflexas en tablas:

Debajo de nuestra posición vimos claramente cómo Escribano ordenaba a su picador que pegase al toro, orden que éste cumplió a rajatabla, faltaría más.

De los tres pares que puso, dos fueron muy malos y uno medio bueno. Éste fue el peor, muy aplaudido. Estamos en Pamplona, ¡hombre!

Si los toreros ven que aquí el personal traga con alivios tan escandalosos, ¿cómo esperan que arriesguen realizando las cosas bien? No vale la pena. Hizo un inicio roquista o castellista por chicharrinas:

Después se sumaron la vulgaridad del toro a la del maestro. Competían ambos en aburrirnos. Fue una pesadez total, insoportable. Estocada trasera, desprendida y orejica de pueblecico:

COLOMBO. Se pasó toda la tarde mendigando ovaciones a la solanera de manera patética. Dio pena. Su primero fue el único con el hierro abajo. Era este castaño listón, carinegro, con cuello y con pelota:

Nada en el caballo, con un toro que venía picadito del campo. Después compartieron palos los dos maestros y Escribano puso este par que es de cárcel taurina. De tanto pasarse de listo se ha quedado sin toro:

El torito se mostró muy humillador y un poco revoltosillo pero comportándose siempre como una buena persona. Colombo castigó a mantazos tanto al pobre animal como a nosotros. Menos mal que el toro no tenía mala idea porque con ese trasteo, un miura medio decente lo levanta del suelo sin piedad:

Pegó su típico puñetazo yéndose baja la espada pero como estamos en Iruña, orejica al canto. ¡Que no pare la música!

El sexto fue el que no parecía de Miura, este cárdeno salpicado, carinevado, veleto y con un espectacular morrillo. Pesó 645 kilos y parecía claramente pasado de romana, nada de esa apariencia miureña vareada, agalgada y zancuda:

Pelea medio buena en el caballo. Comparado con sus hermanos fue de sobresaliente pero es que lo de los otros había sido de suspenso sin paliativos.

El venezolano se volvió a aliviar en banderillas. El único par regular que puso en toda la tarde fue éste. Otro día les contamos lo que nos pasó con él en Cuéllar:

Por cierto, fallo del palco cuando en el tercer par el diestro recogió un palo del suelo con intención de poner ése al violín más los dos normales. Salvo que alguien nos rectifique, eso no lo permite el reglamento navarro en su artículo 73.1, cuyo redactado copia el del reglamento nacional: ...colocando no menos de dos ni más de tres pares. Colombo quiso colocar más de tres pares aunque el rehilete luego cayera al suelo. Como en San Isidro se lo permitieron, ya se piensa que todo el monte es orégano.

El tal Pandereto fue el único toro codicioso del encierro. No tuvo nada que ver con sus hermanos. Si eso de que las hechuras no pueden fallar fuese verdad, ¿cómo es que éste no falló y fue el mejor? Es que no tenía hechuras de Miura... El problema fue que entre el de cuatro patas y el de dos cabía un autocar de La Villavesa:

Qué pena de toro, desaprovechado de manera tan flagrante. Hasta tal extremo fue así que de pronto le soltó una coz y se fue al paso hasta toriles. Era una forma de decir a Colombo: 'estoy harto de ti, de tu muleta y de tus banderazos, adiós' Nosotros en el tendido dábamos la razón al toro aunque sin dar coces.

El animal se fue a saludar al torilero Azcona, que se jubila. Lo tienen a la izquierda. Delante de él Colombo pegó otro puñetazo, que se fue delantero y desprendido pero con un efecto fulminante.

Ahí están los dos con los pies por el aire. El miura, patas arriba y el americano, brincando como un futbolista:

Cayeron dos orejicas de risa, tal como explicábamos al principio. A ver qué concejal, hombre o mujer, va a hacer caso a un asesor serio y cabal negando un segundo trofeo que te va a traer discusiones durante años cuando salgas a tomar unos vinos. 

Si no fuese por los amigos que saludamos antes del festejo y con quienes disfrutamos hablando de toros, hubiéramos perdido la tarde miserablemente. Una vez más Lope de Vega tenía razón con lo de que el vulgo es necio y es justo hablarle en necio para darle gusto.

Bueno, hubo una cosa positiva y es que conocimos justo debajo de nuestra localidad a Julio, el nieto ni más ni menos que de don Sebastián San Martín Iribarren. Nació justo el año en que su abuelo creaba la hoy mal llamada feria del toro.

Estuvimos encantados de hablar con él y le dijimos claramente que si su abuelo levantara la cabeza montaría en cólera viendo en qué han convertido a esta otrora prestigiosa plaza. Y de los premios que se otorgaron, mejor ni hablar, lo mismo que de las presidencias y lo mismo que del aspecto de muchos pitones. Y ¿qué nos dicen de esos encierros convertidos en romerías? Bah, dejémoslo porque ya decíamos al principio que es mejor tirar la toalla y no hacerse mala sangre.

Saludos cordiales desde Estella. Rafa.